Posteado por: lenguajesculturales | octubre 18, 2010

Identidad comarcal y cultural de los pueblos de La Guareña zamorana. La Guareña zamorana. Guía cultural.


La Guareña zamorana y sus pueblos


La zona que es objeto de nuestro estudio etnológico no ofrece accidentes orográficos que nos hagan delimitar partes bien diferenciadas. El río Guareña recorre la comarca bordeando el extremo sudeste de la provincia de Zamora en los límites con las provincias de Salamanca y Valladolid, recogiendo a su paso los escasos e irregulares caudales de los arroyos que surcan de oeste a este la campiña. En toda ella, la sucesión de vaguadas y suaves lomas impide hablar de un terreno llano (1).

La campiña de La Guareña tiene un clima continental, cuyo frío, seco y helador, conocemos por las muchas tardes de invierno pasadas en estos pueblos zamoranos. También sabemos de los calores estivales, que hoy son menos al fresco del antiguo corral donde los paisanos nos han contado lo que ahora sólo vive en su memoria y antes sufrían al «hacer el verano«.

Las comunidades que forman La Guareña limitan al oeste con las comarcas de Tierra del Vino y Sayago, al sur con la provincia de Salamanca, al este con la provincia de Valladolid, y al norte con la ribera del Duero, donde desemboca el Guareña, a la altura de Toro y su comarca.

Otra característica que llama la atención al investigador, iniciado años atrás en la verdura sanabresa, es la escasa presencia del bosque frente a las grandes calvas paisajísticas que llenan el cereal y, antiguamente, la viña. No cabe duda de que los pinares de Villaescusa, Fuentelapeña, Villamor de los Escuderos, o las alamedas de Olmo, Vallesa, Cañizal, etc. pueden ser el orgullo de sus moradores, e, incluso, lugar eventual de caza, pero la escasa presencia de zonas boscosas caracteriza estas tierras onduladas y abiertas.

Siguiendo el trabajo de Antonio Maya Frades (1994), los pueblos que componen la campiña de La Guareña son: La Bóveda de Toro, Cañizal, Castrillo de La Guareña, Fuentelapeña, Fuentesaúco, Guarrate, El Pego, Vadillo de La Guareña, Vallesa y Olmo, Villabuena del Puente, Villaescusa y Villamor de los Escuderos.

Nuestra investigación ha intentado abarcar la totalidad de ellos, aunque el trabajo de campo, metodología específica de la Antropología Cultural, se ha reducido a unos pocos (2).

La comarca de La Guareña, con los pueblos antes enumerados, sólo puede ser delimitada administrativamente hasta el momento, ya que, desde el punto de vista geográfico es difícil establecer sus dimensiones, y desde el punto de vista cultural caben mayores dificultades. Los propios informantes así lo entienden: «Guareñeros» son los pueblos que están en la ribera del río (Vallesa, Olmo, Castrillo, Vadillo), los demás no son ni se sienten «Guareña«. Incluso, La Bóveda y Villabuena, pueblos de la ribera del Guareña, no se incluyen dentro de ese restrictivo término que es «ser guareñero» (3).

Los pueblos de la Guareña han pertenecido  en otro tiempo a   la famosa Tierra del Vino zamorana. Hoy el vino no representa económicamente nada en las vidas de estas gentes. Ya desde la segunda mitad del siglo que acaba fue una actividad económica complementaria. Pero ello no impide que todavía perviva en la actualidad la huella cultural dejada por tan importante labor en otro tiempo: Las bodegas subterráneas forman parte de la fisonomía de estos pueblos, muchas de ellas hoy remodeladas, son lugar preferente de relación social. Algunas todavía están en servicio para la cosecha anual de vino (4).

Continuando en el intento de aproximarnos a la identidad cultural de esta tierra limítrofe zamorana, fijaremos nuestra atención de nuevo en su situación geográfica. Si dividimos la provincia en dos partes por el eje viario de la ruta de la Plata (Benavente-Zamora-Salamanca), situamos al oeste las comarcas de Sayago, Aliste y Sanabria, zonas del  ámbito cultural leonés, y al este las comarcas capitalizadas por Villalpando, Toro y la propia comarca de La Guareña, donde, sobre todo en esta última, lo castellano-leonés identifica a partes iguales. Informantes de Cañizal y de Olmo de Guareña espontáneamente se expresaban diciendo «…porque nosotros aquí en Castilla…» (5).

Frente a los pequeños pueblos o aldeas, perdidos muchos de ellos en una naturaleza agreste y frondosa en el oeste y noroeste zamorano, los pueblos de La Guareña presentan, por el contrario, una forma compacta, ya sea circular o alargada, según están en un cruce de caminos (que hoy son carreteras comarcales o locales) o en un paraje ribereño de terreno feraz y abundante de agua: el pueblo más pequeño ha tenido más de 400 habitantes hasta 1955, manteniendo el conjunto de comunidades de La Guareña una media de 800 y 1000 habitantes. Durante la segunda mitad del siglo XX han sufrido la lógica disminución originada por el progreso económico del país que ha concentrado la población en las grandes ciudades.

Pueblos grandes, como Fuentesaúco y Fuentelapeña, o pequeños como Olmo y Castrillo, están situados en parajes llanos, aglutinados alrededor de las torres de sus iglesias. Guarrate, Vallesa, Cañizal, Villamor o Villaescusa, se recuestan sobre ligeras lomas, sin llegar a romper la estructura compacta.

Todos los municipios mantienen una distribución similar de su territorio: el núcleo de población, las tierras de labranza y un mínimo de monte o pinar, alameda, viñedo, huertas, prado y zona baldía. Aparecen también algunas fincas con caserío y algunos molinos, hoy arruinados, separados de los núcleos importantes de población. En los municipios de La Guareña no hay grandes espacios comunales, la mayor parte del terreno está  dividido entre pequeños o grandes propietarios. Lo privado predomina sobre los comunal, característica que contrasta con los municipios del oeste zamorano (Sayago, Aliste y Sanabria), donde el equilibrio entre lo privado y lo comunal está  más igualado. Por este motivo, en la zona objeto de nuestro estudio hay una menor incidencia de manifestaciones sociales de tipo comunal, instituciones o costumbres que resuelvan problemas económicos de modo colectivo (6).

La apreciación anterior nos hace concluir que la identidad social y cultural de estas gentes se fragua primera y fundamentalmente en su casa y su familia, al margen de la colectividad, organizada y regulada por instancias superiores y externas a cada vecino: ayuntamiento, diputación, provincia, etc. El hecho de ser comunidades con un número de vecinos superior a las del occidente zamorano determina que el individuo se sienta menos implicado en la colectividad, interesándole resolver el problema de su casa-familia antes que el del grupo. Los pueblos de La Guareña son un estadio intermedio entre la aldea, agrupación de familias unidas en su mayor parte por lazos de parentesco (Sanabria, por ejemplo) y la ciudad, donde las relaciones familiares quedan reducidas al estrecho margen de la familia nuclear y la responsabilidad del individuo respecto al grupo es anónima e indeterminada.

Ya hemos anotado que los pueblos se presentan compactos y con cierta uniformidad.

«Este pueblo no tiene partes… aquí no hay partes. Lo mismo había gentes con una buena labor pegando que vivía junto) a uno que era obrero de toda la vida. Había algún lugar señalado: Las bodegas… Vives junto al palacio… La Iglesia, la Plaza, la carretera, el teléfono… Pa las escuelas altas, pa las bodegas, la calle Ledesma, pal puente, etc…» (Guarrate)

La iglesia, en el centro o en un lateral del pueblo, y la ermita, en una de las salidas del mismo, son los edificios más llamativos dentro de la monotonía de tapias de adobe, portones de corrales o «traseras», y fachadas de casas bajas con «sobrao«. Hace cincuenta años encontraríamos en todos estos municipios uno o dos molinos y el cementerio municipal cerca del pueblo. Ya en el núcleo poblacional nos enseñarían la fragua, las casas de los hornos de cocer pan, el palacio del marqués o de alguna antigua orden religioso-militar (La orden de San Juan), el taller del carretero, el matadero, el Ayuntamiento, las escuelas, la casa del cura, las bodegas, algún lagar, el salón de baile, la antigua panera general, etc. y calles largas limitadas por las monótonas tapias de adobe, las «traseras» y el resto de casas.

La Guareña es una comarca con identidad cultural, aunque su situación límite y fronteriza entre el centro de la meseta norte y el comienzo de las regiones del oeste ibérico hace difícil y atrevida su caracterización. Lo que no cabe duda es que sus moradores tienen conciencia de su propio modo de ser frente a otros modos que han conocido dentro de la misma provincia de Zamora. Un ejemplo de ello es el que sigue:

«En uno de los barrancos de Las Poyatas (Cañizal) nos sorprendió la labor que hacía un paisano natural de Fermoselle, casado con una vecina de Cañizal… Tiene 75 años y ha hecho una «huerta» en un barranco para salvar unos almendros. En la parte alta recoge el agua de lluvia en charcos o zanjas que ha hecho horizontalmente a la caída del terreno, tres. Luego introduce el agua de lluvia en bidones grandes, latas de aceite y botes de plástico… Ha cultivado el terreno superficialmente, que junto al cauce del barranco no es malo, y ha sembrado garbanzos, judías y patatas. También ha plantado una viña. Además tiene numerosos bacillos para trasplantar. Ha contenido la tierra con paredes laterales en varios puntos, rodeando  árboles, rodeando cepas, y fortaleciendo las paredes del cauce del barranco. Tiene un chozo medio enterrado en laladera hecho de ramajos. Es un labrador de Fermoselle, tierra zamorana donde con frecuencia tienen que trabajar m s en ladera que en llano, conteniendo la tierra en terrazas para que la lluvia no la pierda. Esto es una «barbaridad» para los de Cañizal, o porque es inútil o porque a ninguno se le hubiera ocurrido hacer una huerta en tal situación (el término «barbaridad» en el sentido etimológico, esto es, modo extraño, extranjero). Contrasta la adaptación «fuera de sitio» de este paisano, teniendo en cuenta que todo el término es más llano y más productivo que estebarranco. Luis y yo le hemos llamado «el milagro de Las Poyatas», aunque algún otro paisano de Cañizal dirá  que es la más grande estupidez y pérdida de tiempo. Culturalmente es un hecho pertinente. Manifiesta la capacidad del hombre para adaptarse a un lugar difícil y sacarle provecho. Pero también manifiesta la inercia TRADICIONAL que tiene «inyectada» cada paisano respecto al lugar donde ha vivido. Un fermosellano de Las Arribes del Duero, sigue las mismas pautas de su pueblo en Cañizal, aunque aquí haya sólo un recobeco, trinchera o barranco donde pueda expresar el modo normal de trabajar en su tierra. Por eso los de Cañizal, que no están adaptados al terreno fermosellano, piensan que es una «barbaridad», nunca mejor dicho, obra de un «bárbaro», de un extranjero (permítase la exageración), pero de la misma provincia… así es la variopinta Zamora.» (13 de Julio de 1994. Apuntes de campo de la excursión por el municipio de Cañizal realizada con Luis Torrecilla.)

«Ahí bien cerca, en la provincia de Zamora, en Fermoselle, tienen mucho terreno que no pueden entrar los carros: tienen que subir pa acarrear la uva o pa bajar haces sólo con mulas, por senderos. Aquí no. Esto es llano, y puedes ir con el carro.» (Cañizal)

A lo largo de estas páginas se ir desvelando el modo de ser característico de las gentes de La Guareña, su lenguaje ecológico, social y tradicional.

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NOTAS.

(1) No nos detendremos en pormenores geográficos y estadísticos sobre la zona porque Antonio Maya Frades en su libro Tradición y cambio en el paisaje rural zamorano. La campiña de la Guareña (Universidad de León. Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo. 1994) ha dejado fijado con suficiente exactitud todos los datos al respecto. Otras referencias se pueden encontrar en la reedición del Diccionario de Madoz (Ámbito. 1984), página 96, en diversos artículos de periódico («La Guareña» Cerné, El Correo de Zamora, 3 de marzo de 1991. «El Guareña», J. Sainz, La Opinión El Correo de Zamora, 3 de abril de 1994. «El arroyo San Moral» idem, 18 de diciembre de 1994. «El Tariego», idem, 12 de marzo de 1995. Estos últimos arroyos del Guareña). Sobre la etimología de «Guareña», consultar la obra de Ignacio Coca Tamame, Toponimia de La Ribera de Cañedo (Ediciones Diputación de Salamanca,1993), página 221. Este estudio etimológico está también recogido en la obra de historia local de José María            de Vicente, La Bóveda de Toro, memorias y documentos (Ediciones Monte Casino,1992), página 291 y siguientes.

(2) El trabajo de campo ha sido realizado fundamentalmente en Cañizal, Olmo, Castrillo y Guarrate. Con menor intensidad, realizando entrevistas menos sistemáticas, en Fuentelapeña, Vallesa, Villaescusa, Villamor y La Bóveda. En el resto de poblaciones no hemos hecho trabajo de campo específico. Casi todos los informantes son personas mayores de sesenta años, obviamente los no jubilados no me hubieran dedicado tanto tiempo. Su experiencia puede abarcar los treinta últimos años de vida de la cultura tradicional de estos pueblos (de los años 30 a los años 60 del siglo XX). Nunca pusimos en duda la verdad de sus informaciones. Los informantes han sido los siguientes: Luis Torrecilla y Margarita Hernández; Nati Pérez; Lorenzo, Marcos y Gaudencia, en Cañizal. José Gutiérrez; Natalio, Segundo, Josefa y Claudia en Castrillo. Wenefrido de Dios (Uve), Carmen y Concha en Guarrate. Manuel Puente, Vicente, Abelardo y Sara; Chencha y Elisa, en Olmo. Isidra y Venicio en Villaescusa. Eugenia y Emilio; y varios vecinos más en Fuentelapeña. Fernando Sáez en Vallesa. Benito Montero en La Bóveda. Ricardo Sayagués y Antonio y familia en Villamor de los Escuderos.

(3) A este respecto es muy clarificadora la nota de Antonio Maya Frades en la página 3 de su estudio de la campiña donde confiesa: «Aunque nosotros hemos utilizado siempre el concepto de comarca… realmente, desde el punto de vista geográfico no es nada fácil sostener esa división territorial con razones y argumentos suficientemente convincentes, pues no deja de ser una elección académica, e incluso sus propios habitantes no se sienten identificados con tal denominación, pero tampoco con ninguna otra. De cualquier forma, se trata de una zona que se diferencia, en cierta medida, de las colindantes; se  puede considerar de transición, pues se parece poco a la Tierra del Vino, situada al Norte, y en algunos aspectos mantiene similitudes con la Alta Armuña salmantina y con la comarca de la Tierra del Vino vallisoletana. Al margen de estas consideraciones generales, la Guareña forma parte de las campiñas castellanas y está recorrida de Sur a Norte por el río  Guareña, conforme sigue su marcha en busca del Duero.» (Maya Frades, 1994)

(4) En «Estudio lingüístico del léxico rural de la zona este de la provincia de Zamora» (Ediciones Universidad de Salamanca y Colegio Universitario de Zamora, 1989) realizado por Antonio Álvarez Tejedor, La Guareña se presenta integrada dentro de la Tierra del Vino, haciendo referencia a un trabajo francés titulado «Vignobles et vins du Nord-Ouest de l’Espagne» (Féret et fils éditeurs, Bordeaux, 1967, 2 volúmenes) de Huetz de Lemps. Luis Torrecilla Hernández en el trabajo de historia local «Cañizal. Apuntes para una historia» (Valladolid,1991) también  hace referencia a dicho estudio, ofreciendo datos que confirman la importancia de  la extensión del cultivo del viñedo y de la producción de vino en los pueblos de La Guareña zamorana desde el siglo XVII hasta la actualidad.

(5) Es significativo un dato de las conclusiones del estudio lingüístico de Antonio Álvarez Tejedor   (Salamanca, 1989, página 249) donde se lee: «Es el caso de Cañizal y Villaescusa, en el extremo sur-oriental de nuestro territorio, que frecuentemente ofrecen resultados diferentes a los del resto de los pueblos de la Tierra del Vino… Algo semejante ocurre, en ocasiones, en la totalidad de pueblos  situados en el valle del río Guareña… Los resultados documentados de estos pueblos contrastan, a  veces, con los de los pueblos vecinos en la Tierra del Vino, y coinciden por el contrario con los de los situados en la Tierra de Campos… o en Tierra del Pan…»

(6) En un catastro de los años 40 hecho en Olmo y Vallesa de Guareña se puede apreciar la distribución de los diversos elementos que componen el municipio. Respecto a los terrenos comunes de cada municipio, lo más significativo es «el prao», que, o es propiedad del Ayuntamiento, o es propiedad de muchos vecinos del pueblo (caso de Guarrate): no hay terrenos «comunales», sino terrenos «propiedad» de uno o de muchos vecinos.


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