Composición de la población.

Los diversos elementos que manifiestan la composición de un grupo humano son signos de lenguaje social. Ser casado, soltero, mozo o rapaz, eran signos del juego que entrelazaba el lenguaje social de este municipio.

Disponemos de diversos datos para deducir la composición poblacional por sexo, edad, estado civil, estatus social, oficio u ocupación, ya sea en los censos oficiales, en los libros de registro de la escuela de Terroso, o en las notas manuscritas de don Genaro de Barrio.

La composición de la población por sexos se presentaba con mayor número de habitantes de sexo femenino. Especialmente destacaba la diferencia en los años inmediatamente anteriores y posteriores a1900, los años de mayor emigración temporal o definitiva. En el censo de población de 1897 se observa que de los 157 varones, había 41 ausentes, y de las 171 mujeres, tan sólo 4. En los censos de 1960 y 1970 la diferencia de la composición poblacional por sexos también aparece significativa: en 1960 había 35 mujeres más que hombres y en 1970, 31. En los apuntes manuscritos del maestro del pueblo sobre la población de Terroso podemos leer:

“Hay en 1 de enero de 1944, en Terroso, 4 viudos, 12 viudas, 25 matrimonios, 6 solterones, 5 mozas jóvenes, 2 criadas de servir, 37 vecinos…”


La población femenina siempre aparece mayoritaria en cualquiera de los ejemplos escogidos. La muerte temprana de los hombres, el número elevado de viudas y solteronas, y la emigración del sexo masculino, propiciaban que la mujer tuviera un peso capital en la economía terrosana, como última responsable de la marcha de la casa.

Encontramos datos sobre la composición de la población por edad a partir del Libro de Matrículas de la escuela de Terroso y del testimonio de nuestros informantes.

Distinguimos cuatro sectores de población: el grupo de los rapaces-rapazas, el grupo de los chavales/as, el grupo de los mozos/as y el grupo de los adultos.

“Niños, rapaces, chavales, eran hasta los diecisiete o más, luego venían los mozos y mozas; yo conocía mozos de hasta treinta años… eran mozancos.” (Terroso. Santiago)

Utilizando algunos elementos recogidos en los libros de registro de la escuela y en el testimonio de nuestros informantes deducimos que la primera infancia podía durar hasta los cuatro años o alguno más, edad en la que entraban en la escuela. La escuela de Terroso se inició en 1885. Antes de su existencia no podemos hacer esta división de primera infancia y edad escolar. La segunda parte de la infancia, el periodo de escolarización, llegaba hasta los 12 ó 13 años. En este tiempo ya tomaban parte en las responsabilidades de la casa, eran rapaces y rapazas. Aproximadamente en la adolescencia, entre los 13 y 18 años, pasaban a ser chavales y chavalas, integrados en la vida de la casa. La siguiente etapa, los mozos y las mozas, se iniciaba hacia los 20 años, para finalizar en el día de la boda, cumplidos los 30 aproximadamente. A partir de la boda eran ya los casados y casadas. No era fácil definir un último grupo de ancianos. No existía edad de jubilación en la economía terrosana, sólo la invalidez física y la muerte impedían a los terrosanos abandonar sus faenas agrícolas y ganaderas. Los casados y casadas, adultos, eran los vecinos con responsabilidades directas en la casa y en el municipio.

“No existían los ancianos, los que no trabajaban, porque todos estaban trabajando. Era anciano cuando ya no podía más, que ya no podía salir de casa. Me acuerdo de muchos casos. Tenían 80 años y tenían que arar con aquella parejica de vacas, soltar las vacas, coger el trocico de pan y salir otra vez con ellas o cargarse un carro de abono como si fuera un mozo… si no, ¿de qué iban a vivir?” (Terroso. Santiago)

Los criterios que seguimos para establecer los grupos de población por edad no pueden ser los mismos que los criterios que se siguen en el estudio de un grupo urbano moderno. Intentamos aplicar criterios culturales autóctonos, y, a través de ellos, deducir la importancia de cada grupo de edad en el conjunto del municipio.

El primer dato importante sobre el grupo de los niños, rapaces y chavales, lo podemos deducir del número de bautizos realizados en la parroquia de Santiago de los Cotos desde 1805. La cifra fue ascendente hasta 1930, como ya hemos advertido. Si descontamos el tanto por ciento de niños fallecidos en edad de PÁRVULOS, que en algunos extremos era el 50%, pero que rondaría el 30%, los grupos de edad comprendidos entre los 0 y los 16-18 años representarían el 205 de la población total terrosana. En el Libro de Matrícula de la escuela de Terroso apreciamos que entr5aban entre 3 y 5 niños cada año por término medio, y el total de alumnos oscilaba entre los 20 y los 30 durante los periodos de 1885-1889 y 1913-1919. En Terroso, que no superó nunca los 150 habitantes y cuya población rondaba los 100 , este grupo de 0 a 16-18 años representaba el 20% de la población.

El número de mozos y mozas, encuadrados entre los 20 años y la edad de casarse, por encima o por debajo de los 30 años, sería de parecidas proporciones al grupo anterior, otro 20% de la población total, ya que la mortalidad adolescente era menor, y las generaciones pasaban casi íntegras de un grupo a otro. No poseemos números concretos, aunque podemos suponer la importancia de este grupo de edad en el municipio por el protagonismo que los mozos y las mozas tenían en determinados signos culturales del lenguaje social en el siglo pasado y en la mitad del siglo XX. Hemos hablado de esto en los aportados de esta guía cultural referidos al desarrollo vital, al ciclo vital, de los vecinos sanabreses. En ellos se describe la existencia de un grupo de mozos en los pueblos, el pago que había que hacer para pertenecer a ese grupo, la existencia de un alcalde de mozos, la importancia de los mozos y las mozas en las fiestas y los bailes del verano, la organización de los FILANDARES en el invierno, su protagonismo en la fiesta del MAGOSTO y en la noche de las ÁNIMAS… El grupo de edad de los mozos y mozas, aunque no lo tengamos definido numéricamente, lo tenemos definido culturalmente, con lo que se supone que era suficiente como para mantener vivas ciertas tradiciones culturales propias de esa edad.

El grupo de edad que hemos llamado casados/as, en general, los adultos de la comunidad mayores de 30 años, era el más numeroso. Los adultos del municipio representarían más del 50% de la población. Es obvio que esto fuera así, porque, como ya hemos dicho, no podemos definir un grupo de ancianos en esta población atada a la tierra y a sus animales de por vida.

Un tercer análisis de la composición de la población lo hacemos desde el estado civil de sus componentes: soltero/a, casado/a, viudo/a. Como criterio general ya adelantado, hasta los 30 años podríamos considerar a estos componentes de la población terrosana como solteros menores de edad en términos legales, y de treinta y tantos años en adelante, como casado, ya que era la situación más lógica y la tendencia que propiciaban numerosas acciones culturales de los años de soltero.

Los siglos XIX y XX no debían generar muchos solteros en el municipio de Terroso, aunque sí solteras o SOLTERONAS. No existía el MAYORAZGO, sistema hereditario que dejaba al mayor de los hijos varones de una familia todos los bienes de la casa, y, por tanto, podía provocar solteros y solteras dentro del municipio (los hermanos del MAYORAZGO que no encontraban otro beneficiado con quien casarse). Los padres seguían el sistema de dividir en HIJUELAS iguales los bienes que poseían entre los legítimos herederos (10).

La muerte prematura de los hombres hacía que el número de viudas siempre fuese mayor que el de viudos. Por ejemplo, en el Catastro de Ensenada aparecen 6 propietarias viudas frente a ningún propietario viudo. En la nota manuscrita del maestro de Terroso sobre la población en 1944, había 12 viudas frente a 4 viudos.

El municipio ofrecía un tope ligeramente superior a las 100 familias o casas durante los dos últimos siglos, un signo de lenguaje ecológico. Los recursos con los que contaba el municipio, TIERRAS, CORTINAS, BOSQUES, COTOS, etc. no eran suficientes para dar vida a un número mayor de casas. La cifra anual de matrimonios se mantenía entre 1 y 6 anuales. Los excedentes de este cupo tenían que emigrar o formar familia fuera del municipio. Quien no se casaba se sentí forzado a vivir en la misma casa con hermano/a o debía vender su HIJUELA y emigrar. Los que se casaban no solían iniciar una nueva familia independiente, con casa propia; lo normal era vivir dentro de la familia de los padres de uno de los cónyuge (11); o, incluso, vivir separados en lo económico, trabajando cada uno de los recién casados en las casas de sus respectivos padres hasta que lograsen adquirir cierta independencia. Los padres de los que se casaban no cedían alguna porción de sus bienes patrimoniales a los recién casados, por eso, el número de casas o familias de cada pueblo se mantenía casi constante durante los dos últimos siglos. El modo de vida cerraba las posibilidades de creación de nuevas casas y propiciaba que los matrimonios se retrasasen hasta casi los 30 años.

Un cuarto análisis de la composición de la población lo hacemos desde el punto de vista del estatus social u ocupacional. En el municipio de Terroso el término labrador, utilizado cuando nos referimos a la ocupación de un vecino, no sólo expresaba su modo de vida, sino también su estatus social: ser propietario de tierras (12). Jornalero era “el que andaba a jornal”, no tenía tierras propias, o tenía pocas y debía ser arrendatario de las tierras ajenas, o, simplemente estaba a jornal para otros vecinos del pueblo. Esta última situación se asemejaba a la del criado/a, el que servía en casa de uno del pueblo. El hecho de tener criado/a no significaba normalmente ser rico; manifestaba que la casa tenía demasiadas fincas para los pocos brazos de la casa que las poseía; por ello, contrataban criados. Eran los criados/as mozos y mozas que en sus respectivas casas no tenían bienes suficientes, y se ofrecían a las casas donde necesitaban ayuda en el trabajo. El pago recibido consistía en estos casos en la manutención. Cuando una persona, no ya mozo o moza, sino gente mayor, vivía como criado, la contrapartida, el ajuste, se solía hacer en dinero y en ropa, además de la manutención. Las casas ricas en tierras y hacienda, las casas con falta de brazos para trabajar las fincas, las casas donde sólo había mujeres o una viuda con niños pequeños, tenían criados. Por último, existía también la distinción de “pobre de solemnidad”, “el que no tenía ná… tan solo un huertico pa sobrevivir”

“Una vecina nuestra venía todos los días a casa a por la lumbre, venían con un cacharrito por unas brasas de lumbre porque no tenía ni cerillas para encender. Y mi madre le dejaba unas sopas para cuando viniera, al pie de la lumbre. Conocí aquí en el pueblo hasta cuatro así, que eran solteronas o viudas y no tenían nada. Luego toda esta gente te ayudaba a ti en el pan o en las patatas, y tu le ayudabas, le dabas patatas, le dabas centeno…” (Terrroso)

Una primera clasificación era la que definía al terrosano como LABRADOR, JORNALERO, CRIADO y POBRE. El Catastro de Ensenada (siglo XVIII) ofrece una visión social anterior a la deducida del testimonio de nuestros informantes. El municipio de Terroso tenía en el siglo XVIII y entraba en el siglo XIX con un grupo social numeroso de NOBLES, más de 50 vecinos, que junto con los restantes vecinos del ESTADO LLANO, más de 30, eran todos “de oficio labrador”. Había tres o cuatro vecinos especializados en oficios complementarios de la labranza (herrero y carpintero) y del ajuar doméstico (sastre), además del sacerdote (13).

Con la creación de la carretera Villacastín-Vigo (aparición de los venteros, arrieros y camineros) y la influencia de la organización del Estado moderno en las instituciones locales (secretarios, guardamontes, síndicos, procuradores, concejales, etc.) la especialización ocupacional se amplió en la comunidad terrosana, como así se puede ver en el Libro de Matrícula de la escuela de Terroso. Pero estos vecinos especializados vivían también de la agricultura, ya fuese como propietarios, arrendatarios o jornaleros. El Libro de Matrícula apuntaba que la mayoría de los padres de los alumnos eran LABRADORES, otros JORNALEROS y CAMINEROS, y de modo más esporádico aparecían oficios como MESONERO o VEENTERO, CARNICERO, FORJADOR, HERRADOR o FERREIRO, SIRVIENTA, SECRETARIO, SASTRE, MOLIINERO y PANADERO.

En resumen, distinguimos dos niveles, los términos referidos al estatus social, esto es, LABRADOR, JORNALERO, CRIADO y POBRE DE SOLEMNIDAD, y, por otro lado, los términos referidos a las ocupaciones diarias de  los vecinos, LABRADOR, JORNALERO, CARNICERO, VENTERO, SASTRE, HERRERO…

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NOTAS.

(10) Lisón Tolosona (1983) hace un extenso estudio sobre el mejorado, O MELLORADO, en la vecina Galicia, contrastándolo con el sistema de transmisión de la herencia seguido en Orense, por PARTIJAS, llamadas HIJUELAS en Sanabria.

(11) Esta práctica de ir a vivir a casa de los padres de uno de los cónyuges podía ser resto de la antigua costumbre del mayorazgo, ya que el hijo que quedaba en casa de sus padres recibía en la HIJUELA una pequeña porción más que los demás hermanos, aunque esto no era una obligación por parte de los padres.

(12) Nicolás Tenorio (1982) hace unas observaciones parecidas a las que estamos explicando en su descripción de las costumbres de las aldeas de Viana del Bollo: “La propiedad es quien determina la condición de los aldeanos, siendo distinta según la mayor o menor proporción de su riqueza: unos son labradores, otros obreros. Llaman labrador al individuo que tiene casa propia con varias parcelas de tierra que constituye el casar, unas para sembrar pan, otras con castaños y robledales, algún prado que produzca buena yerba y mejor pasto con que mantiene la FACIENDA… Es dueño el obrero de menor propiedad… posee una casa… la propiedad se reduce a un pedacito de huerto… y lleva en foro o arrienda alguna leira para pan o sembrar patatas… Labradores y obreros bien en la aldea en armonía y se auxilian mutuamente.” (Páginas 14-15)

(13) El Catastro de Ensenada (1752) es reflejo de la sociedad estamental previa al siglo XIX. San Martín y Terroso tenían 53 vecinos del ESTADO NOBLE dentro de un total de aproximadamente 100 vecinos propietarios censados. Había 34 vecinos del ESTADO LLANO o GENERAL y los diez restantes que quedan para completar el centenar de propietarios eran MENORES DE EDAD. Los NOBLES tenía como oficio LABRADOR, menos uno que era CARPINTERO. Los vecinos del ESTADO LLANO eran LABRADORES, y también había entre ellos dos JORNALEROS, un SASTRE, y un HERRERO.


Figuras que desarrollaban el lenguaje social en los pueblos de La Guareña.


En este segundo apartado vamos a desarrollar una mínima parte del LENGUAJE SOCIAL de los pueblos de La Guareña, la referida a las diversas figuras, llamémosle roles, que aparecían en la vida tradicional de estos paisanos en la primera mitad del siglo que ahora acaba.

El análisis del rol que cada individuo ejercía en el pueblo no resultaba ser univoco, ya que se podían descubrir otras funciones en todo paisano guareñero que daban mayor riqueza al LENGUAJE SOCIAL de estas comunidades (7).

El total de los roles personales deducidos del testimonio de nuestros informantes y de fuentes escritas inéditas o publicadas (8) ha sido clasificado en cinco grupos. El primero y el segundo de carácter sociopolítico, y los tres restantes de carácter socioeconómico. Un paisano de los pueblos de La Guareña podía ser definido (regla código de IDENTIDAD) en alguno de los siguientes grupos (al menos en uno de los sociopolíticos y en uno de los socioeconómicos):

FUNCIONES SOCIOPOLITICAS.

A. El grupo definido por la pertenencia o no pertenencia al pueblo: ser VECINO o FORASTERO.

B. El grupo definido por la función administrativa, burocrática u oficial, ejercida desde instancias internas del municipio o desde instancias externas a él, esto es, impuestas por la provincia, diputación o estado: el ALCALDE, el CONCEJAL, el FUNCIONARIO (MEDICO, MAESTRO…).

FUNCIONES SOCIOECONOMICAS

C. El grupo definido por la relación que tenía con la tierra, en propiedad, en renta, en colonía…: LABRADOR, PEGUERO o PELGUERO, JORNALERO, RENTERO, COLONO…

D. El grupo definido por las relaciones de trabajo establecidas entre los individuos del pueblo: AMO, CRIADO, OBRERO, SEGADOR, MOZO DE MULAS, RAPAZ, PIGORRO, REVECERO…

E. El grupo definido por las personas que prestaban un servicio complementario a la actividad agrícola y ganadera propia de estos pueblos: HERRERO, TEJERO, CANTERO, CARRETERO…

La abundancia de roles revela el nivel medio de estas poblaciones guareñeras, entre la sencillez comunal de las aldeas del noroeste zamorano y los centros con carácter urbano como Benavente o la propia capital de provincia.

A.

En la primera división se especifica el que era y el que no era del pueblo, el VECINO y el FORASTERO. El vecino era «hijo del pueblo», había nacido en él. También era VECINO «el que se casaba en el pueblo y quedaba en él», o, por los años vividos en esa comunidad como funcionario o cualquiera otra labor, se le consideraba ya VECINO. Tengamos en cuenta que «SER VECINO» era un SIGNO de LENGUAJE SOCIAL producido por una regla código de IDENTIDAD desde los paisanos del pueblo hacia el individuo en cuestión. Uno no era VECINO para sus convecinos por estar en el censo, sino por las características antes señaladas (9).

B.

La segunda división, también sociopolítica, esto es, de organización interna del grupo, distingue entre los que ejercían un cargo oficial, administrativo, burocrático, designado por una autoridad del municipio o del Estado, de los que no lo ocupaban. Nos estamos refiriendo al AYUNTAMIENTO y a los FUNCIONARIOS. La identidad de estos roles no venía dada por el grupo (incluso la del ALCALDE y los CONCEJALES si el estado era democrático), sino por otras instancias. Las instituciones que representaban no habían nacido TRADICIONALMENTE en el pueblo, en el grupo, sino que habían sido impuestas desde instancias externas, desde organizaciones superiores. En las aldeas del noroeste zamorano podemos distinguir entre el CONCEJO y el AYUNTAMIENTO. El CONCEJO era una institución nacida en el seno de la aldea, el AYUNTAMIENTO era una institución impuesta. En estos pueblos de La Guareña, en el sudeste zamorano, sólo hemos podido detectar alguna referencia al antiguo CONCEJO: el «corral del CONCEJO» situado junto a la casa consistorial para encerrar a los toros de la fiesta. La institución impuesta ha absorbido a la institución original. El ALCALDE, los CONCEJALES, o el JUEZ DE PAZ son roles del AYUNTAMIENTO designados por otras autoridades o elegidos por el pueblo, según el sistema político vigente, pero son SIGNOS CULTURALES importados y asumidos como propios (10) En el caso concreto del JUEZ DE PAZ podemos rastrear el rol impuesto y el rol propio de la comunidad, concretamente en la figura del HOMBRE BUENO (11).

«Juez de paz… es del pueblo… una persona, que se manda la terna a Zamora, o le daban la credencial en Fuentesaúco. Eran agricultores o artesanos que reunieran condiciones y un poco de sentido común. Ahora juez de paz y un suplente. Por ejemplo, antes se daba que dos personas están enfrentadas por algo… y recurren a una tercera persona que se llama HOMBRE BUENO. Aquí se ha dado bastante.» (Olmo de Guareña)

El testimonio recoge la figura del JUEZ DE PAZ, SIGNO CULTURAL producido por reglas código de COOPERACION, COHESION e IDENTIDAD, pero avaladas y promovidas desde fuera del grupo, frente a la figura del HOMBRE BUENO, SIGNO CULTURAL producido por las mismas reglas código, pero legitimadas en el propio grupo.

Los funcionarios eran » los que tenían un sueldo del Estao…»: el SECRETARIO, el CARTERO, el GUARDIA CIVIL…

«… el médico, los maestros, el sacerdote, el veterinario…» (12) (Villaescusa)

También podemos incluir en este grupo a los que cobraban un sueldo del AYUNTAMIENTO, como el ALGUACIL o el PREGONERO y el GUARDA DE CAMPO (si no dependía de la Hermandad de Labradores).

El rol de cualquiera de estas figuras se situaba en una posición ambigua frente a la comunidad: podía actuar a favor o  en contra del pueblo. Por ejemplo, algunas veces se sentía presionado por dos intereses contrapuestos, los VECINOS con los que convivía y la entidad que le pagaba o le ordenaba actuar. Estas situaciones se daban en el GUARDA DE CAMPO que vigilaba las viñas antes de la vendimia o los pastos vedados en primavera, frente al VECINO que quería coger unas uvas junto al camino o meter a una mula en el prado en tiempo de veda; el ALCALDE que se enfrentaba a los mozos porque «no iba a dar toros para la fiesta» o impedía que se «corrieran gallos vivos» por orden del gobernador civil; el CURA que se negaba a enterrar a un VECINO en el cementerio por considerarle excomulgado, frente a la opinión contraria del resto de feligreses (VECINOS)

C.

Hacemos un tercer apartado, iniciando los roles socioeconómicos, esto es, originados por la actividad económica de cada paisano, en el que clasificamos a los VECINOS por su relación con la tierra:

1. El LABRADOR, que poseía la tierra y la trabajaba; 2. el OBRERO, que no poseía la tierra y la trabajaba; 3. el COLONO, RENTERO o APARCERO, que no poseía la tierra, pero la trabajaba como suya.

1.

Los LABRADORES eran propietarios de las tierras. Ser LABRADOR era un «título» que prestigiaba a una familia en esta sociedad agrícola.

«Los labradores aquí tenían todos panera, mayores o pequeños, todos tenían panera. Había labrador, labrador medio y pequeño…» (Olmo de Guareña)

Entre los LABRADORES, unos eran «ricos», «fuertes», y otros eran MEDIO LABRADORES, que, por la situación tan apurada en la que muchos vivían, eran considerados «pobres». Pero el orgullo de ser LABRADOR hacía que valiera más ser un pobre LABRADOR que un buen CRIADO. Los MEDIO LABRADORES eran también llamados PELGUEROS o PEGUEROS (13).

«Había seis u ocho casas fuertes (de labradores), aunque luego había algunos pelgueros, que tenían una pareja o dos… de esos también había bastantes, pero que lo pasaban tan mal como el que estaba de criao.» (Vallesa de Guareña)

«El medio labrador era el peguero. Peguero llamábamos a los medio labradores, como nosotros…» (Cañizal)

La mayor o menor presencia de PEGUEROS o PELGUEROS en estos pueblos dependía de la existencia de un amplio prado que estuviera a disposición de todos los VECINOS, donde se mantuvieran, en algunas épocas del año, los animales de trabajo.

«Peguero era el que tenía quince o veinte fanegas de tierra y teníia una pareja de mulas o vacas que podía alimentar en el prao en primavera… Y luego la pareja le daba un churrito… Incluso había una junta que traía un toro para todas (las vacas)… En Cañizal, en Guarrate, en Fuentesaúco se tenía un huerto, un majuelo y eso… así se podía vivir… con el prao. Y en otros pueblos no lo había, y sólo había amos y criaos…» (Cañizal)

También tenemos que incluir en este apartado a los TERRATENIENTES, propietarios de tierra que no vivían en el pueblo donde la poseían. Los LABRADORES «fuertes», con gran capacidad de trabajo, esto es, varias parejas de labor, tomaban en renta las tierras de los TERRATENIENTES, cosa que no podían hacer muchos MEDIO LABRADORES por tener sólo una o dos parejas de labor. Incluso se daba el caso de m s de un AMO de casa «fuerte» que no era LABRADOR propiamente dicho, porque casi toda la tierra que trabajaba era de otros (TERRATENIENTES).

«Antes todos eran renteros… aquí ninguno trabajaba lo suyo… tenían tierras, algunos sí tenían muchas tierras, pero tenían muchas tierras en renta también. Los que eran ricos, que llamábamos ricos, esos tenían renta. Los que creíamos que eran ricos, las tenían en renta también. Aquí ellos no trabajaban, esos ricos andaban detrás de los obreros y ná  más; y pagaban a los obreros y al propietario de las tierras… y les quedaba pa ellos… pagaban a los terratenientes de las capitales.» (Castrillo de Guareña)

«Este pueblo nunca ha pertenecido a un solo dueño todo… Olmo ha sido de varios dueños. Había tierras de gentes del pueblo y tierras de gente de fuera, pero esas tierras los mismos labradores las han ido comprando… aún sigue habiendo tierras de forasteros, pero antes casi el setenta por ciento  de la tierra era de gente de fuera.» (Olmo de Guareña)

Los SIGNOS CULTURALES que destacamos aquí, el LABRADOR, el PEGUERO o PELGUERO y el TERRATENIENTE, no están sólo en el ámbito del LENGUAJE SOCIAL (regla código de IDENTIDAD) sino también en el  ámbito del LENGUAJE ECOLOGICO. La posesión de la tierra está  connotada obviamente en el LENGUAJE ECOLOGICO.  La tierra es SIGNO de LENGUAJE ECOLÓGICO por ser el lugar de APROVECHAMIENTO de unos productos (trigo, cebada, pastos, viñas…) ADAPTADOS a la zona; y se convierte (connota) en LENGUAJE SOCIAL cuando esa tierra está delimitada y poseída por alguien. También vemos que la posibilidad de APROVECHAMIENTO de un espacio del municipio, el PRADO (LENGUAJE ECOLÓGICO), favorece la existencia de VECINOS con una IDENTIDAD propia, los PEGUEROS o MEDIO LABRADORES (LENGUAJE SOCIAL).

2.

El OBRERO, JORNALERO o CRIADO permanente, era el que, en principio, no tenía tierra, aunque esto no excluye que tuviera acceso a un pequeño terreno para gastos caseros, como los HUERTOS FAMILIARES (14). Además, algunos CRIADOS tenían piezas de terreno para su explotación particular. El AMO permitía que las labraran los domingos con una de sus parejas de trabajo, «galardón» estimado por todo criado. Normalmente esta concesión se incluía en el compromiso anual que AMO y CRIADO habían pactado previamente. Estos CRIADOS eran los SERANEROS (15).

3.

La relación del paisano con la tierra generaba otros roles: el COLONO, el RENTERO y el APARCERO. Los COLONOS trabajaban la tierra de propietarios normalmente no residentes en el municipio.

«El colono estaba llamado a hacerse con las tierras, era medio dueño de las tierras… disponía de las tierras las partía a los hijos o las cedía… era más que un rentero…» (Cañizal)

El COLONO podía ser tanto un LABRADOR de casa «fuerte» como un MEDIO LABRADOR. Si el propietario de las tierras vivía fuera del pueblo, delegaba la responsabilidad en un ADMINISTRADOR. Si el propietario tenía casa en el pueblo, él mismo o un MOZO MAYOR llevaban las cuentas.

«Había un administrador de las tierras de Novias… el padre de Luis, que era joven en aquel tiempo llevaba tierras de Novias. Casi tol mundo tenía tierras del marqués de Novias. Además de ese marqués había otro que llamaban de Villachica, que también tenía… y de otros que llamaban los Cornejos…» (Cañizal)

A lo largo de la primera mitad del siglo veinte los COLONOS fueron comprando las tierras que cultivaban en colonía (16).

RENTERO era el VECINO que llevaba las tierras de un propietario, pero sin los privilegios de la colonía. Esta última se circunscribe a una etapa histórica en la vida de estos pueblos, y la renta es un modo siempre en uso de poder acceder al cultivo de la tierra. El COLONO trabajaba lotes de tierra de un TERRATENIENTE, cediéndolos o repartiéndolos entre los hijos; el RENTERO trabajaba tierras concretas que uno o varios propietarios le cedían temporalmente.

«Había otro tipo de uso, la renta. Yo era rentero de Paco, de Pedro, de Juan… era yo rentero de ellos. Ha habido muchos que han vivido sólo de las rentas y ha habido muchos que han vivido sólo de la propiedad. Porque es que rentero podía ser un señor… llegaba alguien a los sesenta años y no podía trabajar las tierras, era del mismo pueblo, y arrendaba las tierras porque no tenía hijos… o casi siempre era a los hijos a los que las arrendaba. Pero también había que tener buena fama en el pueblo. Si tenía mala fama, de mal pagador o de quererse engreír, pues no encontraba tierra para arrendar. Sin embargo había personas que se ponían con una parejita mulas, y le dejaba las tierras Fulano, y luego se las dejaba otro, y así… Tienes que tener cuidado a quien se las dejas, porque  se hacen con ellas (se pueden quedar con ellas). Antes la gente no se quedaba con las tierras que no eran suyas.» (Cañizal)

Fundamentalmente, el COLONO era un cuasi-propietario de las tierras, «llamado a hacerse con ellas». El RENTERO no tenía ni debía tener expectativas de quedarse con las tierras que tomaba en renta; el propietario debía considerar bien a quién se las dejaba, no fuera que cayesen en manos de uno que «se hiciera con ellas«.

La aparcería era otro modo de tener acceso al cultivo de la tierra. Consistía en el compromiso entre dos paisanos, uno propietario de la tierra y el otro APARCERO, por el que el segundo se responsabilizaba íntegramente del cultivo de la tierra con sus medios, repartiendo las ganancias finales de la cosecha a medias con el propietario; éste último también iba a medias en la simiente y en el abono. Era un sistema menos beneficioso para el APARCERO que la renta, por lo que todos preferían tomar en renta la tierra y no en aparcería, que, si se cogía, solía ser en tierras de regadío, huertos o fincas de secano con buena producción (17).

D.

En el  ámbito socioeconómico tenemos otro apartado de roles originados por las relaciones de trabajo entre los VECINOS. Básicamente eran el AMO y el OBRERO, éste último diversificado en una gran variedad de roles: los había que eran CRIADOS permanentes en una casa, al menos dependían de un compromiso que anualmente se renovaba; los había que eran JORNALEROS, dependientes de los trabajos temporales para los que eran llamados; los había que eran TEMPOREROS…

«Temporero era el que iban a buscar a Salamanca, y sólo estaba la temporada del verano, que lo mismo podía venir a la siega que a la era… y jornalero era el que cogía el amo pa tenerle tol año… en la siega, en la vendimia, en la era…  – ¿Pa quién andas de jornalero?  – Pa Fulano de Tal… El criao era un jornalero, pero ese… más seguro, del año, el criao es que ese se ajustaba por año, y  el jornalero no…» (Cañizal)

«Había tres clases de obreros… una de paso (temporero), otra jornalero, que trabajaba a lo mojor tres veces al año, y nosotros, los criaos, los que mejor andábamos, los mozos de mulas. Los jornaleros… a lo mojor alguna casa tenía dos jornaleros, que eran pa  tol año, pero el resto (de jornaleros) al mojor estaban este mes, al otro mes… como estaba malo no te empleaban hasta otro mes que venía mejor. Lo que tiene que aquí antes había muchos medios  (trabajo), porque          entonces, los que estaban en paro se dedicaban a hacer adobes, ganaban el jornalillo en adobes, iban tirando así… A los jornaleros se pasaban meses y meses sin llamarlos. Y venía Mayo  y los llamaban para ir a escardar, pa quitar la broza de los trigos, de las cebollas…» (Castrillo de Guareña)

También había VECINOS que estaban  al servicio del pueblo entero o de un grupo de VECINOS, ejerciendo como PASTORES: VAQUEROS, PORQUEROS, YEGÜEROS, CABREROS…

El AMO era el LABRADOR, ya fuera propietario de las tierras o COLONO y RENTERO de las mismas. Su casa tenía gran capacidad de trabajo, varias parejas de animales de labor, y necesitaba la colaboración de otros VECINOS, que participaban como CRIADOS o JORNALEROS. AMO, CRIADO y JORNALERO son SIGNOS de LENGUAJE SOCIAL generados por reglas código de COOPERACION e IDENTIDAD.

Los OBREROS permanentes de una casa eran los CRIADOS, término genérico que se concretaba más específicamente según la función que desempeñaba. En primer lugar estaba el MOZO MAYOR, el CRIADO m s importante y m s influyente de la casa, hasta tal punto, que, por los años y la experiencia, dirigía las labores de la casa con la misma autoridad que el AMO. Bajo su dirección estaban los MOZOS DE MULAS, GA¥ANES que utilizaban una pareja de animales de trabajo cada uno para arar, siempre la misma. Tanto el MOZO MAYOR como los MOZOS DE MULAS estaban todo el año trabajando en las tierras de la casa y atendiendo a los animales. Para esto último contaban también con la colaboración de un mocito joven, el REVECERO o PIGORRO.

En casa del LABRADOR «fuerte» también había CRIADAS, dirigidas por el AMA. Realizaban diversas tareas domésticas: hacer comidas, amasar la harina para hacer pan, lavar ropa, traer agua, etc. Una de las criadas podía ser una chica joven dedicada como ROLLA a atender a los hijos pequeños del AMA. Si era necesario se buscaban los servicios de un AMA DE CRIA para dar de mamar al nuevo vástago de la familia.

Había JORNALEROS que estaban ajustados casi todo el año, ejerciendo de CRIADOS para trabajos diversos según la época del año: hacía de MAYORAL, organizando la siega de las tierras de la casa en verano, en otoño trabajaba con los MOZOS DE MULAS en las tareas de la siembra, en invierno atendía a los majuelos, y en primavera hacía de HORTELANO o AZADONERO en los huertos del AMO, o escardaba los campos de cereal.

El verano era el tiempo en el que se ajustaban el mayor número de TEMPOREROS. Los LABRADORES contrataban cuadrillas de SEGADORES que, si eran numerosas, tenían su propio MAYORAL. Cada SEGADOR era denominado una HOZ, y si era segador joven, MEDIA HOZ, recibiendo la mitad del jornal. También se ajustaba un RAPAZ, para llevar las comidas a los SEGADORES. En la era, junto a los MOZOS DE MULAS, trabajaba un TRILLIQUE, mocito contratado para llevar el trillo.

Los VECINOS que se dedicaban al pastoreo, si no eran contratados por algún particular (18), obtenían el trabajo por medio de subasta pública convocada en el Ayuntamiento.

«Se subastaba el precio de la guardería del ganao. Vaqueros para vacas y bueyes, yegüeros para mulas, yeguas y caballos, y marraneros  para los cerdos… Los praos eran del común y los cuidaba el Ayuntamiento por un obrero, y cobraba un tanto a cada vecino por mula o buey o vaca… los de trabajo (animales) pagaban menos, pero los holgones, yeguas de cría, muletos y churros pagaban doble… el tres de mayo echaban a yerbas y apuntaban lo que echaba cada uno.» (Cañizal)

«En Navidad venían por las casas el porquero y el cabrero a pedir la colación (el aguinaldo). El vaque ro no solía hacerlo porque tenía una buena iguala (ganaba más). En la Caserna, un cercado de ahí, era  donde el cabrero recogía las cabras del común…» (Cañizal)

E.

La quinta división, todavía dentro de las funciones socioeconómicas, es la más amplia. Está  dedicada a los roles del artesanado y de los servicios en general, todos ellos directa o indirectamente relacionados con la actividad agropecuaria. Estos roles, BARBERO, ZAPATERO, HERRERO, ALBARDERO, MOLINERO… son SIGNOS de LENGUAJE SOCIAL generados por reglas código de COOPERACION e IDENTIDAD.

En este grupo la lista es abierta y cambiante, según ‚pocas que, consecuentemente, traen nuevas modas y necesidades.

El sector de los artesanos y especialistas en ciertos trabajos era un grupo aparte de los AGRICULTORES. En los pueblos grandes este grupo tenía conciencia de ser diferente, al igual que los funcionarios. Pero la vida diaria de un pueblo agrícola tiende a integrar a todos sus componentes en la actividad agropecuaria: en los pueblos pequeños los trabajadores especializados no tenían dedicación total a su labor; en parte eran también JORNALEROS agrícolas que  dedicaban algún tiempo a esa actividad: en verano ganaban más en la agricultura que en su especialidad; por el contrario, en invierno, cuando no había jornales en el campo, ganaban m s en el trabajo en el que eran expertos. Los artesanos y el resto de paisanos no dedicados a la agricultura no vivían más holgadamente que sus vecinos agricultores. Unos, como el HERRERO, o los ALBAÑILES, que trabajaban por temporadas, vivían con las mismas estrecheces; otros, como el CARRETERO, que siempre tenía trabajo, o el MOLINERO, que controlaba la producción de harinas, podía vivir con un nivel superior al de los agricultores. En general, cuanto mayor era el pueblo, más independiente de la agricultura podía ser el especialista: a mayor clientela, más dedicación exclusiva a su trabajo.

Dividiremos el amplio número de paisanos incluidos en este último apartado socioeconómico en otros cuatro más específicos:

1.

Roles de atención administrativa, cultural o religiosa: Ya nos referimos a algunos de ellos en el  ámbito sociopolítico, pero también deben ser incluidos en este  ámbito por la función que desempeñaban: el MAESTRO, el CURA, el SECRETARIO, el SACRISTAN, el DULZAINERO, los MUSICOS, etc.

2.

Roles de atención social y sanitaria: el MEDICO (19), el VETERINARIO; el MANCEBO del VETERINARIO, que hacía las veces de HERRADOR de mulas; el BOTICARIO; el BARBERO, que se ajustaba anualmente con los vecinos del pueblo, ya que una vez a la semana afeitaba a todos en un local de su casa, excepto a algunos labradores «ricos» que tenían el privilegio de ser afeitados en su propia casa; el CURANDERO (20), que arreglaba huesos mal colocados; el SALUDADOR, «persona que nacía con un don«, y lo empleaba para quitar verrugas, eliminar el mal de ojo, etc.; las PARTERAS, que ayudaban a las embarazadas a dar a luz; el ENTERRADOR, que era contratado por el ayuntamiento para ejercer esta desagradable función; el SERENO, que paseaba de noche por las calles anunciando la hora y el tiempo atmosférico: «¡La una y sereno!» (21).

3.

Roles artesanos y trabajos que requerían cierta especialización al servicio del agricultor: el HERRERO (22), con el que todos los labradores mantenían una iguala anual por sus servicios para «abuzar» rejas, hacer cuchillos, tijeras, clavos y utensilios de hierro; el CESTERO, paisano que aparecía en la ‚poca previa a la vendimia para hacer los cestos necesarios para la recogida de la uva; el PAÑERO y el SASTRE (23) al que se le encargaban los pocos trajes que podían adquirir en su vida estos paisanos; el ALBARDERO (24), imprescindible para el aparejo de las mulas, haciendo las colleras y las albardas de estas bestias; el CUBERO, cuya actividad fue desapareciendo a medida que la producción de uva dejó de representar un elemento importante en la economía de estos pueblos; además, las cubas de las bodegas duraban varias generaciones; el CANTERO, al que se acudía para hacer una obra, preparando las piedras importantes para su construcción, porque no todo se hacía con adobe y madera; el ALBAÑIL, contratado temporalmente para las obras de ampliación y remodelación de una casa, una panera o un pajar, utilizando los adobes que ‚l y otros JORNALEROS habían preparado después del verano; el CARRETERO o CARPINTERO (25), que no sólo hacía o arreglaba carros, sino también arados y otros aperos de madera, elementos de la casa e ,incluso, ataúdes; el TEJERO, que a las afueras del pueblo tenía un tejar con el horno para hacer tejas y ladrillos; el ZAPATERO (26), especialista en hacer botas y zapatos a medida, distinto del TACHOLERO o TACHUELERO (27), que se dedicaba a poner tachuelas a las botas usadas; el HOJALATERO, que hacía los imprescindibles candiles y faroles para iluminarse en la noche; el ESTAÑADOR, preparado para arreglar cubos, sartenes y cazuelas; el CANTARERO, que vendía cántaros, necesarios para traer agua a diario a la casa, oficio femenino de ir a la fuente: «siempre en el sobrao había algún cántaro de más, porque se rompían de tanto ir a la fuente«; el ASERRADOR, que esporádicamente aparecía en el pueblo para sacar provecho a las vigas de una alameda recién cortada; el PELLIQUERO, que pasaba por el pueblo recogiendo todo tipo de pieles, de oveja, cabra, conejo, vaca, etc.; el TRILLERO EMPEDRADOR, que no sólo vendía los trillos de Cantalejo, sino que se ofrecía a arreglar y reponer las piedras gastadas; el EMPEDRADOR, especialista en empedrar las eras o arreglarlas con pequeños cantos rodados, donde, bajo los afilados pedernales del trillo saltaría el grano y se trituraría la paja de cualquier cereal.

4.

Roles de labores no artesanales al servicio de la actividad agropecuaria y del agricultor: el PRESTAMISTA, tenía siempre dinero a disposición del paisano, antiguamente eran los GRANEROS, comerciantes que compraban el cereal a los labradores antes de aparecer el Servicio Nacional del Trigo; el CRIBERO, también llamado ACHADOR (28), que aparecía en el pueblo después del verano para cribar el cereal; el MOLINERO, propietario o arrendador del molino donde se molía el trigo, las algarrobas o lo que hubiera que moler; tenía también un MAQUILÓN, mozo que con un burro o un caballo recogía en el pueblo lo que querían moler los vecinos; el HORNERO o PANADERO, oficio extremadamente sacrificado porque todos los vecinos necesitaban de él al menos cada quince días para hacer la hornada de pan, el alimento primero y principal de estas gentes; por ello, a veces, se tenía encendido el horno de noche y de día. el CUEBANERO, mozo fuerte que en grandes cesto o cuébanos llevaba la uva de las cepas al carro para ser transportada; el LAGARERO o BODEGUERO, obrero que se dedicaba a llevar el vino del lagar a la cuba o de trasegarlo en la bodega; el AGUARDENTERO, que compraba los restos de uva después de pisarla, o «las madres» del vino después de fermentar; con ello mantenía su negocio de aguardiente; el CAZADOR o PESCADOR, que podía ser cualquier vecino, no ya aficionado a la caza y a la pesca, sino también necesitado de aportar algún alimento m s a su escasa dieta diaria de proteínas; también hab¡í aficionados a cazar ratas de río, RATEROS, que resolvían inesperadamente más de una merienda al año; el TRATANTE DE MULAS llamado también MARANCHÓN (29), siempre atento a vender el animal más necesario en esta economía agraria; el ARREADOR, empleado de los TRATANTES de ganado, para llevar el animal vendido a casa del comprador; el CAPADOR, oficio de cierta precisión para dejar sin capacidad reproductora a cerdos, potros y novillos, etc.; el ESQUILADOR, venía en primavera a esquilar las ovejas y, en ciertas ocasiones, los burros y las mulas; el REGADOR, vecino contratado por la junta de la pradera o el ayuntamiento para regar el prado; el PODADOR u OLIVADOR, obrero bien considerado, que antes de entrar la primavera preparaba los  árboles y majuelos; el CAMINERO, puesto por el Estado para mantener las carreteras transitables; el ORDINARIO, un paisano que se acercaba a la estación de ferrocarril m s cercana para traer el paquete o el baúl que pudiera recibir un vecino; el COMERCIANTE (30), en cuya casa disponía de un local donde vendía todo lo que esta economía casi autosuficiente no podía suministrar: petróleo, aceite, velas, telas, etc.; el CORREDOR DE VENDEDORES, vecino del pueblo que por subasta en el ayuntamiento cogía el negocio de cobrar a todos los VENDEDORES AMBULANTES y compradores de vino o cualquier otro producto que paraban en el pueblo; en Guarrate llamaban a este oficio EL PISO DEL PUEBLO por su parecido a «la costumbre» que pedían los mozos al mozo forastero que se casaba con una moza del pueblo; el HUEVERO, que compraba huevos y gallinas viejas; los VENDEDORES AMBULANTES, PAÑEROS, TENDEROS, CACHARREROS, PIMIENTEROS, TRIPEROS, MIELEROS, ACEITEROS, etc. que ofrecían sus productos a los paisanos de estos pueblos de La Guareña; el POSADERO, oficio característico en los pueblos situados junto a las carreteras importantes, como la de Salamanca a Valladolid, donde paraban los arrieros, vendedores ambulantes y las reatas de mulas o los carros materos… Y otros muchos oficios o roles de vecinos que en los viejos libros de cuentas o de caja de los amos quedaban reflejados fugazmente como el CHOCOLATERO, el TABERNERO, los GITANOS, el VINCULERO, el LIENCERO, el PASIEGO, el GALLEGO, el MONTAÑÉS…

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NOTAS.

(7) Hace varios años que trabajo en un modelo de análisis cultural que llamo LOS LENGUAJES CULTURALES, modelo al que haré referencia en este trabajo. Espero que con su aplicación en cuestiones como las que abordo aparezcan sugerencias ajenas que, con la reflexión y la madurez personal, vayan aclarando sus términos y confiriendo profundidad antropológica a esta pretendida hipótesis de trabajo. Las ideas básicas nacen de la lectura del «Tratado de Semiótica General» de Umberto Eco (Editorial Lumen. Barcelona, 1977).

Toda cultura puede ser comprendida desde los presupuestos de la COMUNICACION y la SEMIOTICA. En ella se descubren LENGUAJES CULTURALES: ECOLOGICO, SOCIAL-INTERSUBJETIVO y TRADICIONAL; los tres en mutua interrelación. Los LENGUAJES están formados por SIGNOS CULTURALES.

Un SIGNO CULTURAL es el encuentro convencional de un elemento del plano de la EXPRESION, o aspecto sensible y perceptible, con un elemento del plano del CONTENIDO, o significado en esa determinada CULTURA. Siempre que un elemento captable por los sentidos (plano de la EXPRESION) está  unido a un elemento cultural significativo (plano del CONTENIDO) se produce un SIGNO CULTURAL. En los pueblos de La Guareña zamorana llama la atención la existencia de «chimeneas» que surgen en el suelo junto a las casas. Son las ZARCERAS de las bodegas, SIGNO CULTURAL formado por un elemento de la EXPRESION,   un cubo de piedra o ladrillo en el terreno, y un elemento del plano del CONTENIDO, el respiradero de las bodegas.

Los SIGNOS CULTURALES son generados por CODIGOS CULTURALES, reglas que unen la EXPRESION y el CONTENIDO. Los CODIGOS CULTURALES también se clasifican según los SIGNOS y LENGUAJES que producen: CODIGO CULTURAL ECOLOGICO, SOCIAL-INTERSUBJETIVO y TRADICIONAL.

El CODIGO CULTURAL ECOLOGICO genera SIGNOS CULTURALES mediante reglas de APROVECHAMIENTO y ADAPTACION del ser humano al medio en el que vive. El TRIGO, la   CEBADA, el GARBANZO, son SIGNOS CULTURALES de LENGUAJE ECOLOGICO en los pueblos de La Guareña zamorana porque son productos que se ADAPTAN bien a esta zona y son APROVECHADOS por el ser humano que vive en ella.

El CODIGO CULTURAL SOCIAL genera SIGNOS CULTURALES mediante reglas de IDENTIDAD, PROPIEDAD, COOPERACION  y COHESION, por las que los miembros de un grupo humano manifiestan unas características determinadas y se relacionan de un modo determinado. Por ejemplo, el MENTIROTE, lugar de reunión de hombres para hablar y pasar el rato en un lugar concreto de cualquier pueblo de La Guareña, en un SIGNO CULTURAL de   LENGUAJE SOCIAL generado por reglas de IDENTIDAD y COHESION.

Por último, el CODIGO CULTURAL TRADICIONAL genera SIGNOS CULTURALES por medio de reglas de COMPRENSION (científico-técnica, moral, artística, mítica, mágica, religiosa) DE LA REALIDAD, SEGURIDAD y FIDELIDAD, por las que el grupo humano acumula en su memoria los conocimientos, las creencias, los valores, las ideas, etc. que se transmiten de generación en generación, a los que son FIELES porque les dan la SEGURIDAD de perpetuar su CULTURA. Subir a los niños a las andas del Cristo o de la Virgen del pueblo en la procesión del día de la fiesta en los pueblos de La Guareña es un SIGNO CULTURAL de LENGUAJE TRADICIONAL generado por una regla de COMPRENSION religiosa, incluso mágica, DE LA REALIDAD.

El conjunto de SIGNOS CULTURALES generado por cada CODIGO CULTURAL forma el LENGUAJE CULTURAL, que ser  ECOLOGICO, SOCIAL o TRADICIONAL según los signos  que lo compongan. A su vez, el conjunto de los tres LENGUAJES CULTURALES es la CULTURA, entendida ésta como LENGUAJE TOTAL, expresión genuina de la forma de ser , pensar, actuar y vivir de un grupo humano.

Estas mismas ideas, algo m s desarrolladas, han sido expuestas en la revista portuguesa BRIGANTIA (Vol. XIII, N§ 1/2 Janeiro-Junho/93. Páginas 57-87) o en la revista alcarreña CUADERNOS DE ETNOLOGIA DE GUADALAJARA (N§ 25/1993. Páginas 403-422), adaptadas a investigaciones hechas en Sanabria (Zamora) y en dos pueblos de la provincia de Guadalajara, respectivamente.

(8) Las fuentes inéditas han sido el Libro de Cuentas de Aniano Puente, de Vallesa de Guareña, entre 1908 y 1912, y el Libro de Caja de Enrique Gámez, de Villamor de los Escuderos, entre 1844 y 1866. También hemos consultado las fuentes histéricas recogidas en «La Bóveda de Toro,  memorias y documentos» de José M. de Vicente (Zamora, 1992) , y «Cañizal. Apuntes para una historia» de Luis Torrecilla Hernández (Valladolid,1991).

(9) Hay que tener en cuenta que en las estadísticas y entre los mismos informantes, el término «vecino» suele ser ambiguo, porque, según el contexto, se refiere al individuo concreto o al conjunto casa-familia: » …en este pueblo siempre hemos sido medio centenar de vecinos…»

(10) Un alcalde de Cañizal, Pablo Monforte, hace relación de todas sus actividades, «obras, beneficio y mejoras que voy haciendo a la villa» en la segunda mitad del siglo XIX: Asignar a los pobres un facultativo cirujano, un boticario y un maestro, hacer un potro para los labradores, habilitar una panera para recreo y baile de los jóvenes, arreglar una fuente de agua, ajustar los impuestos para que no pagaran los pobres de solemnidad y lo hicieran los ricos, impedir que las ovejas entren en el prado, multar a los que entraran sin permiso en las viñas, impedir que los pastores entraran en tierras y viñas antes de que los pobres espigaran o hicieran el rebusco, vigilar los pesos y medidas de pan, carnes y demás comestibles, vigilar el orden en los bailes, limpiar los regatos para que los animales puedan beber, colocar el retrato de Isabel II, arreglar caminos, impedir dejar la basura en la calle, impedir dejar los carros en la calle, vigilar el comercio ambulante, retirar el pan bajo de peso y multar a los infractores, poner un buzón para la recogida del correo, plantar  árboles en los paseos, arreglar las campanas, organizar bien el uso del pasto por  parte de los ganaderos de ovejas, procurar un dulzainero para las fiestas, empedrar las calles principales, arreglar el consistorio, custodiar los campos y los prados, deslindar caminos y terrenos  comunales, impedir que los cerdos anden por eras y prados… etc., etc. En esta abigarrada lista hay acciones impuestas de instancias externas (poner el cuadro de la reina Isabel II) y otras acciones propias de la vida común de un pueblo (arreglar una fuente, vigilar los campos). El ayuntamiento frente al concejo.

(11) En el libro de Caja de Enrique Gómez, de Villamor de Escuderos, 1844, podemos leer: «En el año 1820 en el 24 de octubre otorgó B.V. una escritura de la tierra… en precio de 500 reales de vellón y se la compró D.J. en Fuentesaúco ante don J.B.C. siendo HOMBRES BUENOS don J.E. y don M. T., el primero por mí y el segundo por M. S…. «El HOMBRE BUENO acompañaba al vecino que necesitaba alguien que mediara por ‚l en casos de relación jurídica o  económica”.

(12) El sacerdote no es un funcionario del Estado, ni tampoco puede considerarse un funcionario de la Iglesia desde el punto de vista pastoral y cristiano; pero el hecho de recibir un sueldo del Estado y ejercer una autoridad tan influyente y decisiva en la época del gobierno del general Franco hacía que su figura fuera asumida por el pueblo dentro del rol de funcionario. Francisco Rodríguez Pascual ha publicado en dos  artículos de La Opinión-El Correo de Zamora algunas reflexiones sobre la importancia del cura, el maestro y el médico en el pueblo tradicional. Destaca que la jerarquización tradicional cura-maestro-médico ha sido sustituida por la nueva jerarquización médico-maestro-cura, consecuencia de la introducción de la mentalidad urbano en el ámbito rural, mentalidad más pragmática y preocupada por el cuerpo ( La Op.-El Co. de Za 17 de marzo de 1994). Además destaca la desaparición de la cultura tradicional en paralelo con la ausencia de    las figuras del maestro y el cura en los pueblos: » El maestro y el cura han sido, durante siglos,   ingredientes esencialísimos y descollantes en el paisaje más entrañable de nuestros pueblos. Con la difuminación, cuando no supresión, de sus figuras, el pueblo ha dejado de ser lo que era: ha dejado de ser pueblo-pueblo, para asimilar torpemente el llamado «modelo urbano», ajeno por completo a su ideosincrasia cultural.» (La Op.-El Co. de Za 28 de mayo de 1995).

(13) En el Diccionario de la Real Academia el término más cercano a estos dos es «pegujalero»: «labrador que tiene poca siembra o labor».

(14) Durante el régimen del general Franco, en estos municipios se estableció  que los ayuntamientos cedieran terrenos a los vecinos que no tuvieran posesiones para poder cultivar los productos del año (legumbres, patatas, alguna hortaliza, etc.).

(15) La SENARA era el conjunto de todas las tierras de labor que se cosechaban en un año y el producto que se obtenía. Diccionario de la Real Academia.

(16) Ejemplos de esta situación son Guarrate y El Pego, que a principio de siglo eran colonías en su totalidad. Guarrate fue comprado por los propios vecinos como as¡ destaca el titular de «El Correo de Zamora, 8 de febrero de 1928, aniversario de la compra, en 1928:» Lo que es un pueblo libertado. ¡Viva Guarrate! En el aniversario de una fecha histórica. Inmensa gratitud: El palacio de los ricos hoy mansión de los pobres: Los siervos convertidos en señores: ¡Loor y alabanza a la acción social católica!

(17) Hoy el contrato de aparcería no es tan desfavorable para el aparcero, ya que se negocia con el propietario en un tanto por ciento más bajo del cincuenta por ciento, e incluso se le hace participar al propietario en la totalidad de los gastos de la producción, no sólo la semilla y el abono, sino también los jornales de los obreros, el alquiler de la cosechadora, etc. Antiguamente el término “aparcero» también se refería a los paisanos que, escasos de recursos, juntaban la mula que poseía cada  uno formando una pareja para labrar la tierra.

(18) En el libro de caja de Enrique Gómez de Villamor de los Escuderos, 1844, se puede leer: «Entraron los pastores el día 7 de Julio y toman pan desde el día 10 y toman 14 libras cada día de pan…»

(19) Libro de Caja, Enrique Gómez, 1844: Tanto el maestro como el médico son mencionados con el «don» delante, expresando cierta categoría superior dentro del pueblo. Pero Enrique Gómez es el prestamista de grano del maestro y el dueño de la casa donde vive de alquiler el médico.

(20) Libro de Caja, Enrique Gómez, 1844: Descuenta cuatro reales y medio a uno de sus obreros que le pidió para pagar a «la tía curandera».

(21) En un cuento escrito por Luis Torrecilla, uno de los mejores informantes de esta investigación, podemos leer: » SIEMPRE FELIZ NAVIDAD… Es día de Nochebuena. Venticuatro de diciembre  de mil novecientos treinta… Esperando que lleguen  mis amigos veo pasar. Lleva una alforja al hombro, da un golpe a la puerta de  mi casa y dice: ¡¡ La enterradora!! Mi madre sale al momento y le da unas monedas, un trozo de tocino, una morcilla, un chorizo y una cazuela de garbanzos. La enterradora lo mete en su alforja, y después de dar las gracias sigue su camino llamando a la siguiente casa. Llamando con las mismas palabras: ¡¡La enterradora!! Lo mismo que mi madre, todos los vecinos tienen una limosna para ella, porque pocos como ella tienen valor para enterrar a sus muertos. Tiene una pequeña paga del Ayuntamiento, pero es de agradecer que el día de Todos los Santos, allí en el Campo Santo, ella se encargue de encender todos los faroles por si se apagan durante la noche. Los vecinos dejan la aceitera llena de aceite para que la enterradora rellene las candilejas por si se apagan, y así los faroles alumbrar n toda la noche. Las lenguas largas dicen que la enterradora se lleva el aceite a casa para guisar con él, y que la limosna la gasta en aguardiente… y que siempre está  borracha. Pero es viuda, tiene muchos hijos, entre ellos uno bobo. Bien se merece la limosna.  También veo pasar a los serenos. También llevan la alforja al hombro. Ellos también dan un golpe a la puerta, y dicen las mismas palabras: ¡Señora!, ¡¡los serenos!! Mi madre y los vecinos también les dan colación o limosna. El sereno trabajaba de nueve de la noche a seis de la madrugada velando por los vecinos. Aún resuena en mis oídos aquella voz tenebrosa que me hacía cobijarme entre las sábanas, con miedo, cuando escuchaba: ¡¡Las doce y sereno!!… ¡¡La una y lloviendo!! Así una noche y otra. Mi madre siempre daba limosna y colación al sereno. Siempre recordaba aquel día que se puso mi abuela muy enferma, ella era viuda y nosotros muy pequeños. El sereno cantó: ¡¡Las doce y sereno!! Mi madre salió corriendo y le dijo: – Señor Quico, haga el favor de avisar al médico. Mi madre se ha puesto muy enferma. Al poco tiempo ya estaban en casa el médico y el sereno. También nos contaba el abuelo que una noche había fuego en la casa y todos dormían. Pas¢ el tío Quico cantando la hora. Vio el humo que salía del tejado. La casa empezó a arder. El sereno avis¢ a los vecinos y todos pudieron salvarse gracias a él… Aquellas noches largas de invierno, sin luz eléctrica, sólo con un farol en la mano y en la otra una lanza de madera para defenderse de perros y ladrones. Ellos velaban por sus vecinos, ellos llevaban a casa al borracho caído en el suelo, ellos avisaban al médico para ayudar a los enfermos, ellos daban el aviso de algún fuego o de algún robo, y, sobre todo daban la hora y decían el buen o mal tiempo. Bien se merecían la limosna. Mis mejores recuerdos para ellos.»

(22) En el libro de Cuentas de Aniano Puente (Vallesa, principios del siglo XX, entre 1908 y 1912)    podemos leer de modo salteado algunos pagos al herrero: 2 cachos de hierro. Una caña (del arado).   Una barra. Acero. Rejas. Abuzos de los picos. Cuñas. Un azadón de peta. Cerradura para la trasera. Una zuela. Un picaporte para la trasera. Una barra para puntear. Calzar un hacha. Yerro de puntiar. Seis calzas…

(23) En el libro de Aniano Puente hemos recogido todos estos productos referidos al PAÑERO y al SASTRE: Una chambra, unas alpargatas, cazadora, chaleco, pañuelos, moqueros, arabia, lienzo, tela de hilo,franela, pantalón, calzoncillos, lienzo barato, merino de algodón, indiana, tela de fundas, mantel, bayeta blanca, inglesina blanca, camiseta, percal, tapabocas, blusa, arabia para una talega, florete, india, muletón blanco, traje, forros de cazadora, pantalón de pana, céfiro, mantón negro, boina, tela de colchón, indiana pa las chambras, percalina, pana, tela de hilo para un mandilón, tela fuerte para un mandil, sábanas, lienzo curado, lienzo moreno, pana lisa, yute…

(24) Encargos para el ALBARDERO del libro de cuentas de Aniano Puente (Vallesa): Collera nueva. Compostura del jalmillo. Una albarda. Collera de hebillas. Compostura de las sobremantas.

(25) Encargos para el CARRETERO del libro de cuentas de Aniano Puente (Vallesa): Echura de un arado. Una esteba. (H)Echura de un pesebrón. Palo de la Rastra. Puerta de la cocina. Echura de un marco de la de la cuadra. Esteba. El teradero. Arau. Yugo de arau. Manilla de la esteba. Yugo de arar. Yugo de aricar. Yugo de carro. Rastra con riendas. Tes(r)adero. Arreglar la caniza. Palo de las rastras. Gato para untar. Un timón. Empalme de una esteba. Araus.

(26) Encargos para el ZAPATERO del libro de cuentas de Aniano Puente (Vallesa): Medias suelas.  Capelladas. Botas de botones. Botas buenas. Borceguíes. Botas de correas. Botas de paño.  Pisos en las botas. Medias suelas y punteras. Botas de goma. Capelladas y medias suelas. Una pieza y un cosido. Medias suelas y piezas en los zapatos. Medias suelas y tacones en las botas.

(27) Ha sido publicado otro cuento de Luis Torrecilla en las Hojas de Cultura Tradicional de Francisco Rodríguez Pascual (La Opinión- El Correo de Zamora, Domingo 10 de Marzo de 1996) titulado «El Tacholero». Transcribimos un fragmento: » Un día llegó al pueblo un señor montado en una burra blanca; detrás de la burra una bicha, hija de la burra. A este señor le llamaban el tacholero, se dedicaba a poner tachuelas a las botas de los niños. El padre de Daniel llamó al tacholero: «Quiero que me pongas las tachuelas a las botas de mis hijos». Y le preguntó cuanto le costaría; el tacholero le dijo que un real por cada par de botas… El primer día le tocó a Daniel por ser el que más gastaba de medias suelas. Había tres clases de tachuelas: unas más chicas y otras más gordas que pesaban mucho…»

(28) El término ACHADOR es una deformación del que emplea Cervantes en el segundo párrafo del capítulo XXXI (I) de «Don Quijote de la Mancha»: «… ahechado dos hanegas de trigo…» «Ahechar» significa cribar.

(29) «Maranchón», «Maranchonero» es un término referido a los tratantes de mulas originarios de Maranchón, provincia de Guadalajara, utilizado por Manuel Puente, vecino de Olmo de Guareña. Es el informante más anciano y ha dirigido una casa de mucha labor. El término no es conocido por el resto de informantes. José Ramón López de los Mozos, director de «Cuadernos de Etnología de Guadalajara» tiene algunos artículos sobre este particular, en concreto puede consultarse «Posibles orígenes de la muletería maranchonera» en «Revista de Folklore», nº 146, Valladolid (1993), pp. 46-48.

(30) Relación de productos aparecidos en el libro de cuantas de Aniano Puente (Vallesa) relativos a la actividad del comerciante: Vino, tocino, tachuelas, oz (hoz), pimiento, lucilina, mazo de tripas,  zafra de petróleo, jabón, bacalau, sal, arroc(z), navajas, pernios, puntas, cerraduras, pescau,  picaportes, tranca, azúcar, chocolate, caja de café, cabeza, longaniza, queso, jamón, tocino, manteca, magro, aceite, fideos, arroz de bomba, escabeche, castañas, almodón, cotudillo añejo, ygado,  manzanas, ygos, alubias, pasas…


Descripción del antiguo municipio de Terroso y San Martín de Terroso. Sanabria (Zamora) (Descripción física)

Un medio difícil para la subsistencia.

Si esquematizamos la zona central del valle de Sanabria en un triángulo cuyo vértice superior norte sea el pueblo de Trefacio y sus vértices inferiores, Palacios al este, y Requejo al oeste, el antiguo municipio de Terroso ocupaba el extremo oeste del triángulo que forma la zona nuclear de Sanabria. (l)

Terroso tenía una extensión de l323 hectáreas. Su territorio, irregularmente alargado, asentaba el extremo más ancho en la línea del río Requejo y acababa apuntado en la sierra.

Las MARRAS que limitaban el municipio ascendían por la derecha separándolo del campo de Santa Colomba, con la particularidad de ser una doble línea de MARRAS: LA USANZA. El municipio de Terroso y Santa Colomba estaban separados por una franja de terreno de aprovechamiento alternativo que originaba algunos conflictos vecinales. Por la izquierda, las MARRAS hacían límite con el municipio de Requejo. Ambas divisiones se estrechaban acabando apuntadas en el municipio de Porto. El municipio de Terroso tenía la característica de ser proporcional  desde dos aspectos: a medida que las líneas divisorias laterales se estrechaban, aumentaba la altura del territorio.

La zona más ancha, y a la vez más baja, se iniciaba en el mismo río Requejo, a 950 metros de altitud, subiendo el territorio municipal hasta los l800 metros, en plena Sierra Segundera. La situación del municipio hacía una triple división: EL VALLE del río Requejo a 950 metros de altitud; la ZONA INTERMEDIA o ámbito habitado por encima o por debajo de los 1000 metros; y LA SIERRA, desde los l200 hasta los 1800 metros, cercanos a los 1850 metros de EL CABRIL, una de las cotas más altas de la Sierra Segundera. (2)

La sierra y su aprovechamiento. Bosques, prados y MAJADAS. Su flora y fauna.


El término perteneciente al municipio de Terroso que superaba los 1200 metros y ascendía hasta el límite de los 1800 era un conjunto montañoso iniciado en los pagos de EL CARBONAL, PEÑOUZOS y TESO RAFAEL, y subía hasta EL CABRILICHO, dejando a la izquierda el valle de ESCALDON. Este valle y las laderas de la Sierra SOSPACIO, como así se denominaba el extremo de la Sierra Segundera  donde se asentaba el municipio de Terroso, estaba poblado por bosques de roble, intercalado por salgueras y otros arbustos que nacían en la orilla de los muchos regatos de la sierra; entre ellos, el arroyo de EL CABRIL, que se introducía en el término municipal para volver a salir hacia el de Requejo.

Un informante explicaba con más detalle la flora de la sierra.

«Las plantas de la sierra son la escoba, el piorno, las urces, la carqueixa, el chaguazo, el carpazo… El chaguazo es oscuro y de flor menuda, el carpazo es blanco. Urces hay albarina, más pequeña, y otra es urz rádiga que cría menos cepa y más planta y da flor  blanca. La albarina da la flor color rosa. Hay tres tipos de escobas: la escoba negra, que da la flor amarilla grande, muy bonita, y está la otra que da la flor blanca; y hay otra que la llaman escoba serrana, es más dura, un verde muy intenso y es muy baja, da la flor amarilla… También los cantreixos, que es una planta que cría unas uvas coloradas, que las comen las garduñas. Y se crían acebos y arándanos allá en la sierra, y fresa silvestre muy pequeñita, pero muy dulce, y avellanos.» (San Martín. Ti Galán) (3)

Toda la ladera de la sierra era una gran majada comunal de roble que se aprovechaba dos veces al año. Una en primavera para tener leña durante el verano, y otra en otoño, o al final del verano, antes de que la hoja se secara, para cortar RAMAJO de roble, alimento para el GANAO en invierno y, una vez desfoliado, leña para el hogar.

Las zonas altas de la sierra estaban desarboladas, aunque menos que en la actualidad. En ellas sólo crecía el CARPAZO, la CARQUEIXA y las urces. Los piornos, hoy día abundantes, antiguamente eran poco numerosos, pero apreciados por su buena leña.

En los meses de verano el GANAO, la CABRIADA, las vacas bravías y, en general, la HACIENDA de los terrosanos aprovechaban el pasto de la sierra. En otros apartados de esta guía de Sanabria describimos las costumbres según las cuales cada grupo de animales domésticos tenía un lugar reservado en la sierra para pasar alguna temporada: los CORTELLOS o DORMIDAS.

La fauna de la sierra hoy es poco abundante, pero parece que antiguamente era numerosa y variada.

«Hay dos clases de garduña, una la marta y la otra la corriente. La marta tiene la pechuga amarilla. Aquí también hay algunas jinetas y algún armiño. Había osos, aún está la cueva de uno ahí en Escaldón. Corzos y ciervos; lobos, zorras, garduñas, gato montés, lince, armiño, jineta, comadrejas, a las que llaman doronciellas, ardillas…

… Turones, lirones, ratas de pajar. Había buitres, cuervos,  águilas, milanos, azores,  águilas ratoneras. Perdices, conejos, liebres, jabalíes. Cuando cazabas luego empleabas todo; toda la piel se vende… la piel de garduña, de zorra, de jineta… También hay culebras, víboras, bastardos… Ya no hay tantas aves como antes porque la ganadería ha desaparecido y la agricultura está abandonada; la mitad de la volatería ha desaparecido, y ahora aparecen otros que nunca se vieron… Aquí el azor y el halcón nunca se conocieron, y hoy es lo que más hay, y eso que ataca a la gallina y al conejo y a la perdiz. Urracas hay muy pocas, antes había muchas, y palomas torcaces, pero con los halcones y los azores ya pocas. Lobos hay muchos menos que antes; no se dan a ver porque no hay ovejas; pasan por aquí, por San Martín, y el año pasado han criado ahí, en los Orilleiros.» (San Martín, Ti Galán) (4)

Analizando los signos de lenguaje ecológico y de lenguaje social-intersubjetivo que se manifestaban en esta zona, es interesante destacar la ubicación de los PRAOS. En ESCALDON y en las vaguadas laterales de TOMÁS, GULPILLEIRA, etc. los vecinos cercaban espacios de pasto para su uso particular, aprovechando la hierba que daban una vez al año, aunque después de segados quedaran libres al paso de cualquier animal vacuno.

Además del aprovechamiento de pastos y leña, en la misma sierra podían darse ciertos cultivos. Esporádicamente algunos vecinos hacían ADILES, antiguamente llamados BOUZAS. Se trataba de roturaciones en lo alto de la montaña para la siembra del centeno, utilizadas  sólo durante un año , permitiendo así la recuperación de la tierra.

Parece ser que hubo una época en la que el cultivo en la montaña era habitual, con el fin de permitir el descanso de las tierras de LA VEGA. Sin embargo, la cosecha de centeno era muy limitada, ya que, en general, el suelo de la sierra no era apto para su aprovechamiento en este sentido (5).

«Del Agra para arriba, hacia lo alto de la sierra, sólo lo se aprovechaba la leña, hierba y centeno poco; lo más la leña. Pero algunas tierras eran buenas para el centeno, porque daban buena paja y mucho grano.» (Terroso. Santiago)

«El terreno arriba produce lo que quiere, robles, urces, y escobas. Era sembrable. En tiempos pasados sembraron en todo el monte. Abajo no producía el terreno porque estaba cansado ya. Esto fue a principio de siglo. Vi tierras sembradas en el monte, en Terricha Redonda, en el Medideiro, y más…» (San Martín. Ti Galán)

La zona de la sierra no era sólo la descripción de un terreno con cualidades y aprovechamientos; era también, y sobre todo para los vecinos a los que pertenecía, un conjunto de lugares con nombre propio, NOMBRAMIENTOS: signos de lenguaje social intersubjetivo que definían los espacios conocidos y poseídos.

Entre los nombramientos de lugares concretos destacaban algunas formaciones de granito, figuras caprichosas que no pasaron inadvertidas a la imaginación popular de los vecinos que pastoreaban constantemente por la sierra. Testimonio de  ello son los nombres de algunos de estos grupos graníticos: EL PEÑIDON, una gran roca partida por la mitad en medio de la pradera del valle de ESCALDON, PEÑA ESCAÑO, PEÑA CHORONA, PEÑA EL CASTIELLO, PEÑA FORCA, LA VELICHA EL CONDE, etc.

Las zonas o pagos de la sierra formaban un mosaico de nombramientos que cualquiera de nuestros informantes podía describir.

«… detrás del Castro es hasta Carroquebrao, luego la cuesta de la Bitola, a la derecha están las tierras de la Pasión, esto es por la linde de Requejo. Subes la Cuesta de la Bitola, subes a las Canalichas y te metes en los praos de Bouza Romana, el Teso Rafael, Gulpillera. Por el camino de abajo de las Portillas está Bouza Viella…» (Terroso. Laura)

El hecho de dar nombre a un espacio es el primer signo que indica posesión o conocimiento de algo propio y familiar. La sierra estaba nominalmente comprendida, no tenía separaciones físicas, pero los paisanos sabían el nombre de cada espacio que ofrecía alguna diferencia natural. Los nombres derivaban de la forma física del lugar (LLAMA REDONDA),  de la abundancia de determinado material (LOS PEDREGALES), del aprovechamiento del lugar (LOS PRAOS DE TOMAS), de la relación del lugar con un vecino o propietario (VELICHA EL CONDE, EL PASTOR DE LOS ANDRESES), de la abundancia de un  árbol o de una planta (ACEBRAL,FALGUEIRA), de su referencia a animales (PEÑA EL OSO, LOS CUBILES), de primitivas costumbres (BOUZA ROMANA, ESCALDON), etc. Estos signos de lenguaje social intersubjetivo se transmitían de generación en generación, de modo que todos los vecinos sabían orientarse en la sierra del municipio.

Otro signo cultural era el doble aprovechamiento anual de la MAJADA de roble, un signo de lenguaje ecológico, que a la vez se convertía en signo de lenguaje social al organizar este aprovechamiento en SUERTES de leña y ramajo para los vecinos.

Los CORTELLOS o DORMIDAS del GANAO eran otro tipo de signos de lenguaje social que se daban en la sierra. Cada barrio del municipio tenía un lugar asignado en la sierra. Los vecinos dee Terroso iban al LLOMBO RAPAO, los de EL BARRIO CIMA de San Martín a LAS MALLADINAS, y los de EL BARRIO DE ABAJO de San Martín al MEDIDEIRO. La  utilización de estos espacios de pasto en verano, cuando en el valle escaseaba la comida para el GANAO  y éste impedía la buena realización de las tareas agrícolas, era, a su vez, un signo de adaptación y aprovechamiento de las características del medio de vida, un signo de lenguaje ecológico. Lo mismo podríamos decir de los PRAOS del monte y los ADILES o BOUZAS de cultivo de centeno en la sierra: signos de lenguaje ecológico, por el aprovechamiento que realizaban de estos pagos, y signos de lenguaje social-intersubjetivo, por ser terrenos privatizados temporal o permanentemente.

La zona intermedia entre el valle y la sierra. Casas, TIERRAS, CORTINAS, huertos y prados. Castaños, frutales, NEGRILLOS, álamos y robles.


La ubicación de los espacios habitados del municipio se encontraba en esta zona. El municipio estaba compuesto por varios núcleos de población: Terroso, la iglesia de Santiago de los Cotos y San Martín de Terroso. La división sería muy parcial y poco representativa de la realidad si no especificáramos que cada pueblo se subdividía además en barrios, núcleos identificados y definidos con nombre propio, con ciertas distancias de separación entre unos y otros. Los pueblos  no eran unidades compactas, sino conjuntos de barrios diseminados en la ladera de la montaña. Estos núcleos de población se asentaban en las mejores tierras del municipio. Los barrios estaban separados por franjas de cultivo, CORTINAS y huertos, prados y ERAS, todo dividido a su vez por paredes, CAÑOS, senderos y calles. La llamativa parcelación del terreno manifestaba el valor que tenían estos espacios para los terrosanos. Terroso y la iglesia de Santiago se asentaban en un lugar más o menos llano, por lo que sus huertas eran abundantes, pero los barrios altos de San Martín ofrecían más dificultades para conseguir espacios de huerto, ya que el riego a pie de planta en terrenos inclinados arrastraba la tierra fértil; los huertos, por tanto, necesitaban paredes de contención, y eran menos numerosos que en los barrios bajos.

En la zona intermedia se encontraba la mayor parte de las TIERRAS de centeno, desde EL AGRA, limitando con el municipio de Requejo, hasta LA USANZA, limitando con Santa Colomba. Otros aprovechamientos importantes eran las praderas comunales para el GANAO y la BOYADA, los descansaderos y los COUTOS, que también ocupaban gran parte de la zona.

En general, este era el espacio más rico y productivo del municipio. Dejemos que las mismas palabras de nuestros informantes resalten las posibilidades agrícolas y ganaderas de esta zona intermedia del municipio.

«… por aquí las tierras dan de todo. Las cortinas de regadío son las de dentro del pueblo, y lo de fuera del pueblo se regaba poco.» (Terroso. Ti Encarnaciónn)

«Alrededor del pueblo estaban las mejores tierras…  Aquí te da de todo, patatas, remolacha, judías, repollo, garbanzos…» (Terroso. Santiago)

«Aquí en San Martín, desde Peñouzos abajo, al Debuncal, hay un desnivel, y la erosión se lleva todo. Y aquí en el pueblo, desde el barrio de el Otero al Chaguazal, también se va la tierra mucho. De ahí para abajo ya es mejor terreno para huerta. Aquí hay que aguantar el terreno con tapias, con pared, porque la tierra se va al regarla… Esto de arriba ser  bueno para pradera, y así no se llevaría la tierra. Aquí lo mejor que se da es el centeno, sobre todo la paja; y después las patatas, los nabos… El centeno donde mejor se daba es por la parte donde hay piedra de granito, cerca de la Usanza. El lino en las tierras buenas, ahí en Linares y Prau Barrio… esos eran los  mejores sitios que había, en el llano de abajo.» (San Martín. Ti Galán)

Había además otros aprovechamientos menos frecuentes, pero no menos necesarios, como la piedra y el barro para la construcción, o la arena blanca, caolín, para el revoque exterior de las paredes y la limpieza de utensilios de cocina, ESCAÑOS  y  ESCAÑETAS.

«Todas las casas estaban hechas con piedra…la traían del Castro, arrancada por detrás del Castro… La arena para fregar los potes se traía de San Felices, ahí  conforme se baja la calle del Agra. Le llamaban arena para fregar o para blanquear la cocina. Había que cernirla, había que amasarla, y la arena que quedaba valía para fregar os potes y os bancos y os escaños.» (Terroso. Ti Encarnación)

«La piedra la utilizábamos para las casas. También el barro ese que había antes para hacer los hornos, y además para hacer las paredes de cañizo, con ramajo. Lo cogían en el Entradeiro, era buenisimo. Lo amasabas, encima le echabas paja trillada y hacía buen  cuerpo. Los tabiques de las casas se hacían con barro y ramajo; se ponían primero las varas y luego se vestía de barro.» (Terroso. Santiago)

La zona intermedia resultaba escasa. La sierra constituía casi tres veces más terreno que este espacio donde se asentaban los dos pueblos. En él se concentraba la agricultura y la mayor parte de las zonas dedicadas a la ganadería; en él también crecía el arbolado aprovechable, salvo el roble. Los castaños, NEGRILLOS, nogales y frutales de los huertos crecían generando diversas gamas de verde en contraste con el roble de la sierra.

Aquí abajo los robles crecían en las MAJADAS y en las lindes o paredes de las TIERRAS. Los castaños solían ocupar la parte interior de una finca para que el fruto no cayera en la finca vecina, al igual que los frutales plantados en los huertos ( guindales, cerezos, manzanos, perales, abruños…)

En esta zona intermedia, durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, el campo «estaba muy aprovechado por los vecinos, y muy rañado por el ganao…   que no tenías donde ir cuando salías con la vela… porque éramos muchos, y había mucha hacienda.» (Terroso. Andrés)

Al igual que la sierra estaba detallada en espacios conocidos por nombres concretos, esta zona intermedia, de menor extensión, estaba todavía más definida por los nombramientos, que en muchas ocasiones eran propiedades de tan solo uno o dos vecinos. La mayor intensidad de aprovechamiento de esta zona provocaba que los nombramientos o pagos fueran más numerosos.

«Hacia el pueblo están las tierras de la Chaneira y el Entradeiro, y luego ya vienes a la puerta del Cura y está  la Cigüeña, más abajo Fuente Romeira, luego ya subes por los praos del Rial, el coto Escudero, el coto del Señor Cura; pasas la Iglesia y te metes en            los Curatos, y hacia Terroso pues viene el Crigual, todo el Cristo, Vidoleo, Portillina…etc.» (Terroso. Laura)

«Llama os Santos, el Puerto, Las Salinas, Prao Cotao, la Pedrera, el Teso Prado Villa, Prado Barrio, la Cornella, la Carballeda, Peña Grande, majada de Rebouzos, el Carbonal… Las Rozadas, El Agra, Linares, etc… En el pueblo, pues el barrio de la Iglesia, el Cabuerco, el barrio el Otero, las Cancillas, El Chaguazal, la Callostra y encima el Adil de as Mozas…» (San Martín. Ti Galán) (6)

Los anteriores testimonios podrían servir de botón de muestra de la abundancia de nombramientos en el espacio más importante y vital del municipio. Destacamos que la terminología, según el aprovechamiento del terreno, era m s amplia que en la zona montañosa, donde sólo había prados, ADILES y monte. En la ladera la variedad podríamos clasificarla según el mayor o menor uso del regadío. Los terrenos propios de regadío eran los COTOS, los PRAOS, huertos, huertas y cortinas; entre el regadío y el secano estaban las LLAMAS o LAMAS y LAMEIROS o LLAMEIROS; por último, las fincas de secano recibían el nombre de TIERRAS. Aparte también había BOSQUES y MAJADAS, terrenos particulares de arbolalado. Eran en su conjunto signos de lenguaje ecológico, clasificaciones del terreno según su aprovechamiento.

Los signos de lenguaje ecológico y de lenguaje social se multiplicaban en esta zona intermedia. La ubicación de las zonas habitadas y la variada utilización del terreno eran signos de lenguaje ecológico. La estructura en diversos barrios y la excesiva parcelación del terreno con la consiguiente multiplicación de los nombramientos eran, por otra parte, signos de lenguaje social.

El valle del río Requejo. Cotos, tierras y prados.


Por último, el municipio tenía una estrecha franja de terreno que desde la mitad del siglo pasado se definía entre la carretera Villacastín-Vigo y el río Requejo. Era un espacio más pequeño que los dos anteriores con la característica de ser llano por ocupar la vega del río. Tenía poco arbolado, salvo en la orilla del río, y su aprovechamiento se reducía a los pastos y al cultivo del centeno, ya que el terreno era muy pedregoso. Las TERRAS de esta zona oponían resistencia a ser labradas, pues requería un gran esfuerzo pasar el arado entre tanta piedra. A pesar de todo, gran parte de las tierras del municipio ocupaban la mitad de esta zona, en LA VEA, la Vega. También se aprovechaba para el pastoreo del GANAO en algunos descansaderos, y para la VACADA en el COUTO.

«De la carretera para abajo, tras el coto, pues para centeno nada más. Era una tierra esclava. Me parecía mentira que habiendo tanta piedra pudiera darse buen centeno…Y luego a la orilla del río, pradera. Esas tierras se aprovechaban en común, todo el ganao lo aprovechaba, el pueblo de Terroso todo, pero en el coto sólo seguían entrando vacas, no el ganao.» (Terroso. Santiago)

Los nombramientos de esta zona también eran abundantes, reflejando los mismos signos de lenguaje social analizados anteriormente.

«…Los Cabadales, La Vea de Arriba, el Cordón, la Ribera, el Borraxo…el Secadal…la Quisca, Majadacueva, las tierras de Soluteiro, la Vrea, los praos de la Capilla, las tierras de Candajón, el Jeijo…» (Terroso. Laura)

Ríos, arroyos y fuentes.

El agua era un elemento abundante en el municipio de Terroso. Debemos tener en cuenta que ha cambiado el clima en el transcurso de las últimas décadas, de un clima en invierno más duro y frío, con abundantes nevadas, a un clima menos severo y con escasas nevadas, en la actualidad.

El río Requejo, el caudal más importante, hacía límite con el municipio de Pedralba y sus aguas eran escasamente aprovechadas por los vecinos terrosanos, salvo cuando bajaban a curtir el lino o a lavar s banas y mantas. Existió un molino en SIETE FUENTES (7), propiedad de algunos vecinos, en el escaso espacio que penetraba el río en el municipio (8).

En el término había dos arroyos importantes. El arroyo de EL CABRIL nacía en la sierra de Porto y entraba en el municipio por ESCALDÓN, para salir al de Requejo y desembocar en el río. Este era el arroyo que se aprovechaba para el regadío encauzándolo artificialmente hacia los dos pueblos del municipio. Otro arroyo nacía en los altos de PEÑOUZOS y la FERGONZADA, que junto con las aguas desviadas   del arroyo de EL CABRIL movía en invierno los MOLINOS RASTREROS. Este último era el único caudal de agua importante que nacía y moría en el término de Terroso y San Martín de Terroso.

Las fuentes eran abundantes , tanto en los núcleos de población como en toda la sierra.

Es significativo que el río sólo servía como límite, y los arroyos propios del municipio únicamente valían para mover los MOLINOS RASTREROS, un antiguo MOLINO PISÓN, y regar escasas zonas de pasto; porque el caudal de agua más importante se traía del fondo del valle de ESCALDÓN,   del arroyo que atravesaba el municipio en un corto espacio entre la sierra de Porto y el municipio de Requejo. Parece como si hasta el agua, por otro lado aparentemente tan abundante, se les negara a los terrosanos. En tiempos pasados los vecinos realizaron un caño artificial de unos cinco kilómetros, sorteando el desnivel natural de la sierra, para disponer de un caudal de agua abundante y constante que paliara sus necesidades de regadío. Un elemento más que obligaría a reforzar la cohesión interna de este grupo humano, signo de lenguaje social-intersubjetivo, para sobrevivir en el medio que las circunstancias y el devenir histórico les asignaron, signo de lenguaje ecológico.

Carreteras, calles, caminos y senderos.

En la actualidad la carretera nacional de Benavente a Orense, antiguamente llamada Villacastín-Vigo, cruza el término de este a oeste por la zona que bordea el valle del río Requejo. Desde hace unas décadas, a la altura de LAS VENTAS, barrio de Terroso, otra carretera enlaza con la que une Puebla de Sanabria y la frontera de Portugal en Calabor. A parte de esto, hay que añadir la carretera que parte de la nacional hacia los dos pueblos. Casi todos los demás caminos y senderos del municipio hoy están abandonados o medio cerrados, pero no hace muchos años los vecinos procuraban que esto no ocurriera.

Recordando las palabras del padre César Morán «…los caminos que dan acceso al pueblo son los mismos que se utilizaban hace dos o tres mil años, verdaderamente prehistóricos…«, diremos que, sin tomar al pie de la letra la obvia exageración, hay que reconocer que el total de calles y senderos del municipio respondía exclusivamente a las necesidades de sus pobladores.

CALLE era el nombre que se aplicaba no sólo a las calles del interior de los barrios, sino también a los caminos que salían de los pueblos, e incluso a los que se dirigían al monte, sobre todo cuando el camino quedaba atrincherado dentro de un barranco o entre las paredes de las fincas. Solían tener el ancho del CARRO CHILLON, lo mínimo que exigiera el tránsito de estos primitivos vehículos. En 1908, el corresponsal de EL HERALDO DE ZAMORA en Puebla de Sanabria hacía mención de «aquellas calles, torcidas, sucias, sin más empedrado que el de la Naturaleza, y a veces es tal, que en vez de calles pudieran llamarse despeñaderos«. Las pendientes y otras dificultades se arreglaban cuando había CONCEJO;  el paso constante de animales y carros hacía el resto. Los puentes o PONTONES se construían con VIGAS de roble y con losas de pizarra de gran tamaño, si es que eran necesarios, porque lo habitual era vadear ríos y arroyos sin PONTONES. De todos modos, puestos dentro  de las necesidades reales del municipio y de la época que describimos, los caminos y calles presentaban un buen aspecto, aunque no lo pareciera así a los ojos del padre Morán y del corresponsal de EL HERALDO DE ZAMORA. El CONCEJO de cada pueblo procuraba mantener las calles limpias de SILVAREGOS y otros arbustos que las cerrasen, sobre todo en los meses de verano, cuando el trabajo y el tránsito por ellas era más intenso.

Antiguamente la vía de comunicación más importante de este municipio fue EL CAMINO DE SANTIAGO. Cruzaba el municipio la altura de la iglesia, hospital u hospedería de peregrinos.

«.. subía por la cuesta de Fuente Romeira, pasaba delante de la antigua ermita de San Felices, luego al Uceo, la Bitola, Bouza Romana, el Uceo de la Muela, de ahí al Medideiro… iban luego a la ermita de San Pedro, en la sierra de Porto…» (Terroso. Santiago)

Este mismo recorrido tenía el llamado CAMINO REAL DE GALICIA, corroborado en el Catastro de Ensenada y en algunos topónimos como LOS PRAOS DEL RIAL o DEL REAL. El municipio de Terroso tenía obligación de cuidarlo. Entre las cargas municipales que se detallan en el Catastro estaba la siguiente:

«Sesentta Reales que asimismo contribuie para la compostura del Puenton y Camino Real de Galizia.»(9)

Un siglo después se construyó la carretera Villacastín-Vigo variando la trayectoria dentro del municipio del antiguo CAMINO REAL DE GALICIA (10).

Hemos tenido a disposición dos documentos que especifican los caminos y senderos del municipio. El primero es un esquema que en el año 1924 realizó el maestro del pueblo de Terroso para explicar la situación de ambos pueblos. El manuscrito se explica por sí mismo al ofrecer la red de caminos que unían todos los barrios del término. Más adelante lo utilizaremos para explicar la distribución de la población dentro del municipio. El segundo documento es un acta notarial levantada por el visitador de las vías pecuarias trashumantes y por las autoridades municipales  junto con medidores y peritos ancianos del lugar. Fue realizada en 1888 para dejar constancia de todos los caminos y descansaderos de ganado estante y trashumante. En ella están especificadas 35 vías y descansaderos con todos los lugares por donde pasaban y los metros de ancho que poseían. El acta reclamaba a determinados vecinos el trozo de estos caminos y descansaderos que habían “intrusado” : «Varias de las vías y servidumbres pecuarias pertenecientes a este término municipal no se encuentran en verdadero estado de conservación por hallarse privadas en parte por medio de intrusiones, roturaciones e intercepciones por construcción de parez» (11). Es interesante observar que este documento manifiesta la antigua importancia de la ganadería trashumante por estas zonas. El principal de estos caminos era LA VREA o Vereda.

«Vereda de Candejón… desde la alcantarilla de Candejón hasta el hondo de las Carriceiras y la Rivera hacia la sierra de Parada por Requejo para ganado estante y trashumante de 25 varas (20 metros,83 cms.) excepto unos callejones de 4 metros en Punta de la Vega (Vea) y de 18 metros en la Rivera…»(12)

Algunos de estos caminos eran utilizados en años alternativos porque dependían de la HOJA DE CENTENO sembrada en el municipio. Para tener una visión total de los nombramientos con los que se conocían estas vías, hacemos a continuación el listado de todos los caminos y descansaderos que están señalados en el documento.

1, Vereda de Candejón. 2, Vía carretal y pecuaria de Quirogales y Huelga. 3, Camino y Colada del Real. 4, Cañada de Majada Cueva, Quirugal, Entradero y Chanera. 5, Camino carretal y pecuario de la Rozada. 6, Camino de las Carriceiras. 7, Camino carretal y pastoril del Castro y Bitola. 8, Camino carretal y pecuario de Tomás. 9, Camino carretal pecuario titulado del Devuncal. 10, Camino carretal y pecuario de Callostra y Huerta. 11, Camino carretal y pecuario de Carbonal. 12, Camino carretal y pecuario del Perucho, Cañada del Perucho. 13, Descansaderos y abrevaderos de Tomás. 14, Descansadero y abrevaderos de Medideiro. 15, Descansadero, sestil y dormida de la Huerta. 16, Descansadero, sestil y dormida de Escaldón. 17, Descansadero y egido titulado de Candejón y Siete Fuentes. 18, Descansadero y sestil de Peñozos. 19, Descansadero, abrevadero y abrigadero del Devuncal. 20, Abrevadero de Fuente de Majada Cueva. 21, Descansadero, sestil y abrigadero Urcedo y Pasión. 22, Vía carretal y pecuaria calle de la Vereda. 23, Cañada del Gorgollón. 24, Calle del Agua. 25, Calle del Forcado. 26, Calle Cubilluelo. 27, Vía carretal y pecuaria de las Cembas. 28, Descansadero y abrevadero de la Cueva. 29, Servidumbres de descansadero, sestil y abrevadero de Queriguales. 30, Calle de Prado Villa. 31, Camino de Cabadales. 32, Calle de Fuente del Barrio Alto y Castanera. 33, Calle de la Castañera. 34, Cañada de las Canalichas. 35, Calle carretal y pecuaria de Barreros.

El antiguo CAMINO REAL, la carretera Villacastín-Vigo, la Vereda de CANDEJÓN, se presentaban como signos de lenguaje social del municipio terrosano con su mundo exterior. Los caminos internos del propio municipio terrosano, sobre todo los que unían los barrios o los pueblos, eran signos del lenguaje social del municipio. Pero el conjunto de todos los caminos internos constituía también un conjunto de signos de lenguaje ecológico. De hecho, cuando las pautas de aprovechamiento y adaptación de los habitantes de estos pueblos cambiaron en los últimos años, la mayoría de los caminos y senderos han desaparecido como tales, quedando sólo los que unen los dos pueblos y sus respectivos barrios entre sí, y cerrándose muchos de los que antiguamente se dirigían al monte o a las tierras: los que eran más específicamente signos del lenguaje ecológico del antiguo modo de vida terrosano.

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NOTAS.

(1)  Krüger (1925) hizo esta esquematización de la zona central de Sanabria en su descripción de la región págs 4-13.

(2)  Además de la mencionada descripción de Krüger podemos tener en cuenta a CERNE, Ladoire. (1982) págs. 17- 49, en especial las págs. 21,42 y 45 que describen las sierras  Segundera, Gamoneda y Atalaya, cercanas al municipio. También las voces SEGUNDERA y RIO REQUEJO del Diccionario de Madoz (1845-50, ed. 1984).

(3)  Ampliaciones sobre la flora sanabresa en CERNE (1982) págs 119-121, y sobre todo LOSA, M. (1949), una extensa catalogación de plantas recogidas en la sierra Segundera, Puebla de Sanabria y el valle de Calabor.

(4)  Ampliaciones sobre la fauna sanabresa en CERNE (1982) págs. 123-127.

(5)  CARNICER, Ramón. (1985) nos puede ayudar desde su descripción de la zona y las gentes de La Cabrera, en la provincia de León, culturalmente hermanada con  Sanabria, para comprender y ratificar la forma de vida tradicional sanabresa en la mitad de los años sesenta del siglo XX: «¿Ve usted unas rastrojeras en aquel monte, y otras allá enfrente? – Pregunta don Manuel. Las localizo siguiendo la dirección de la cachava. Pues son BOUZAS -explica-. Hay muchas en este ayuntamiento de Castrillo por donde marchamos hace un rato. Son tierras comunales, pero muy ruines. ¡Dan una cosecha cada catorce años! Las trabajan en cuadrillas los vecinos de estos pueblos. Primero cortan el monte bajo, lo dejan secar, lo queman, y luego lo siembran. La cosecha la reparten, pero nunca vale gran cosa, eso si no pierden semillas y trabajo. Después a esperar otros catorce años.» (págs 53-54).

En el municipio de Terroso las BOUZAS o ADILES que describían nuestros informantes eran de aprovechamiento individual o familiar, no se daban trabajos comunales en el aprovechamiento del centeno, aunque no descartamos la posibilidad de la costumbre comunal de las BOUZAS en el monte de Terroso, pero en una época que nuestros informantes no conocieron.

(6)  En el Catastro de Ensenada (1752) encontramos los mismos nombramientos que nuestros informantes conocían de los pagos del municipio y sus aprovechamientos.

(7)  Una escritura de propiedad que incluimos así lo demuestra.

(8)  Diccionario Madoz (ed. 1984) pág. 66. Voz CASTRO O REQUEJO.

(9)  Catastro de Ensenada (1752), Archivo Histórico de Zamora. SAN MARTIN DEL TERROSO, D. Seg. 1286, pág. 1478.

(10)  Diccionario Madoz (ed. 1984) pág. 163. Voz ZAMORA (caminos). Krüger (1925) hace una descripción de todos los caminos y carreteras de Sanabria págs 23-24.

(11)  Expediente de Deslinde de las Vías  y Servidumbres pecuarias del Ayuntamiento de Terroso (1888). Este documento se encontraba en la Escuela de San Martín de Terroso.

(12)  Idem.


La Guareña zamorana y sus pueblos


La zona que es objeto de nuestro estudio etnológico no ofrece accidentes orográficos que nos hagan delimitar partes bien diferenciadas. El río Guareña recorre la comarca bordeando el extremo sudeste de la provincia de Zamora en los límites con las provincias de Salamanca y Valladolid, recogiendo a su paso los escasos e irregulares caudales de los arroyos que surcan de oeste a este la campiña. En toda ella, la sucesión de vaguadas y suaves lomas impide hablar de un terreno llano (1).

La campiña de La Guareña tiene un clima continental, cuyo frío, seco y helador, conocemos por las muchas tardes de invierno pasadas en estos pueblos zamoranos. También sabemos de los calores estivales, que hoy son menos al fresco del antiguo corral donde los paisanos nos han contado lo que ahora sólo vive en su memoria y antes sufrían al «hacer el verano«.

Las comunidades que forman La Guareña limitan al oeste con las comarcas de Tierra del Vino y Sayago, al sur con la provincia de Salamanca, al este con la provincia de Valladolid, y al norte con la ribera del Duero, donde desemboca el Guareña, a la altura de Toro y su comarca.

Otra característica que llama la atención al investigador, iniciado años atrás en la verdura sanabresa, es la escasa presencia del bosque frente a las grandes calvas paisajísticas que llenan el cereal y, antiguamente, la viña. No cabe duda de que los pinares de Villaescusa, Fuentelapeña, Villamor de los Escuderos, o las alamedas de Olmo, Vallesa, Cañizal, etc. pueden ser el orgullo de sus moradores, e, incluso, lugar eventual de caza, pero la escasa presencia de zonas boscosas caracteriza estas tierras onduladas y abiertas.

Siguiendo el trabajo de Antonio Maya Frades (1994), los pueblos que componen la campiña de La Guareña son: La Bóveda de Toro, Cañizal, Castrillo de La Guareña, Fuentelapeña, Fuentesaúco, Guarrate, El Pego, Vadillo de La Guareña, Vallesa y Olmo, Villabuena del Puente, Villaescusa y Villamor de los Escuderos.

Nuestra investigación ha intentado abarcar la totalidad de ellos, aunque el trabajo de campo, metodología específica de la Antropología Cultural, se ha reducido a unos pocos (2).

La comarca de La Guareña, con los pueblos antes enumerados, sólo puede ser delimitada administrativamente hasta el momento, ya que, desde el punto de vista geográfico es difícil establecer sus dimensiones, y desde el punto de vista cultural caben mayores dificultades. Los propios informantes así lo entienden: «Guareñeros» son los pueblos que están en la ribera del río (Vallesa, Olmo, Castrillo, Vadillo), los demás no son ni se sienten «Guareña«. Incluso, La Bóveda y Villabuena, pueblos de la ribera del Guareña, no se incluyen dentro de ese restrictivo término que es «ser guareñero» (3).

Los pueblos de la Guareña han pertenecido  en otro tiempo a   la famosa Tierra del Vino zamorana. Hoy el vino no representa económicamente nada en las vidas de estas gentes. Ya desde la segunda mitad del siglo que acaba fue una actividad económica complementaria. Pero ello no impide que todavía perviva en la actualidad la huella cultural dejada por tan importante labor en otro tiempo: Las bodegas subterráneas forman parte de la fisonomía de estos pueblos, muchas de ellas hoy remodeladas, son lugar preferente de relación social. Algunas todavía están en servicio para la cosecha anual de vino (4).

Continuando en el intento de aproximarnos a la identidad cultural de esta tierra limítrofe zamorana, fijaremos nuestra atención de nuevo en su situación geográfica. Si dividimos la provincia en dos partes por el eje viario de la ruta de la Plata (Benavente-Zamora-Salamanca), situamos al oeste las comarcas de Sayago, Aliste y Sanabria, zonas del  ámbito cultural leonés, y al este las comarcas capitalizadas por Villalpando, Toro y la propia comarca de La Guareña, donde, sobre todo en esta última, lo castellano-leonés identifica a partes iguales. Informantes de Cañizal y de Olmo de Guareña espontáneamente se expresaban diciendo «…porque nosotros aquí en Castilla…» (5).

Frente a los pequeños pueblos o aldeas, perdidos muchos de ellos en una naturaleza agreste y frondosa en el oeste y noroeste zamorano, los pueblos de La Guareña presentan, por el contrario, una forma compacta, ya sea circular o alargada, según están en un cruce de caminos (que hoy son carreteras comarcales o locales) o en un paraje ribereño de terreno feraz y abundante de agua: el pueblo más pequeño ha tenido más de 400 habitantes hasta 1955, manteniendo el conjunto de comunidades de La Guareña una media de 800 y 1000 habitantes. Durante la segunda mitad del siglo XX han sufrido la lógica disminución originada por el progreso económico del país que ha concentrado la población en las grandes ciudades.

Pueblos grandes, como Fuentesaúco y Fuentelapeña, o pequeños como Olmo y Castrillo, están situados en parajes llanos, aglutinados alrededor de las torres de sus iglesias. Guarrate, Vallesa, Cañizal, Villamor o Villaescusa, se recuestan sobre ligeras lomas, sin llegar a romper la estructura compacta.

Todos los municipios mantienen una distribución similar de su territorio: el núcleo de población, las tierras de labranza y un mínimo de monte o pinar, alameda, viñedo, huertas, prado y zona baldía. Aparecen también algunas fincas con caserío y algunos molinos, hoy arruinados, separados de los núcleos importantes de población. En los municipios de La Guareña no hay grandes espacios comunales, la mayor parte del terreno está  dividido entre pequeños o grandes propietarios. Lo privado predomina sobre los comunal, característica que contrasta con los municipios del oeste zamorano (Sayago, Aliste y Sanabria), donde el equilibrio entre lo privado y lo comunal está  más igualado. Por este motivo, en la zona objeto de nuestro estudio hay una menor incidencia de manifestaciones sociales de tipo comunal, instituciones o costumbres que resuelvan problemas económicos de modo colectivo (6).

La apreciación anterior nos hace concluir que la identidad social y cultural de estas gentes se fragua primera y fundamentalmente en su casa y su familia, al margen de la colectividad, organizada y regulada por instancias superiores y externas a cada vecino: ayuntamiento, diputación, provincia, etc. El hecho de ser comunidades con un número de vecinos superior a las del occidente zamorano determina que el individuo se sienta menos implicado en la colectividad, interesándole resolver el problema de su casa-familia antes que el del grupo. Los pueblos de La Guareña son un estadio intermedio entre la aldea, agrupación de familias unidas en su mayor parte por lazos de parentesco (Sanabria, por ejemplo) y la ciudad, donde las relaciones familiares quedan reducidas al estrecho margen de la familia nuclear y la responsabilidad del individuo respecto al grupo es anónima e indeterminada.

Ya hemos anotado que los pueblos se presentan compactos y con cierta uniformidad.

«Este pueblo no tiene partes… aquí no hay partes. Lo mismo había gentes con una buena labor pegando que vivía junto) a uno que era obrero de toda la vida. Había algún lugar señalado: Las bodegas… Vives junto al palacio… La Iglesia, la Plaza, la carretera, el teléfono… Pa las escuelas altas, pa las bodegas, la calle Ledesma, pal puente, etc…» (Guarrate)

La iglesia, en el centro o en un lateral del pueblo, y la ermita, en una de las salidas del mismo, son los edificios más llamativos dentro de la monotonía de tapias de adobe, portones de corrales o «traseras», y fachadas de casas bajas con «sobrao«. Hace cincuenta años encontraríamos en todos estos municipios uno o dos molinos y el cementerio municipal cerca del pueblo. Ya en el núcleo poblacional nos enseñarían la fragua, las casas de los hornos de cocer pan, el palacio del marqués o de alguna antigua orden religioso-militar (La orden de San Juan), el taller del carretero, el matadero, el Ayuntamiento, las escuelas, la casa del cura, las bodegas, algún lagar, el salón de baile, la antigua panera general, etc. y calles largas limitadas por las monótonas tapias de adobe, las «traseras» y el resto de casas.

La Guareña es una comarca con identidad cultural, aunque su situación límite y fronteriza entre el centro de la meseta norte y el comienzo de las regiones del oeste ibérico hace difícil y atrevida su caracterización. Lo que no cabe duda es que sus moradores tienen conciencia de su propio modo de ser frente a otros modos que han conocido dentro de la misma provincia de Zamora. Un ejemplo de ello es el que sigue:

«En uno de los barrancos de Las Poyatas (Cañizal) nos sorprendió la labor que hacía un paisano natural de Fermoselle, casado con una vecina de Cañizal… Tiene 75 años y ha hecho una «huerta» en un barranco para salvar unos almendros. En la parte alta recoge el agua de lluvia en charcos o zanjas que ha hecho horizontalmente a la caída del terreno, tres. Luego introduce el agua de lluvia en bidones grandes, latas de aceite y botes de plástico… Ha cultivado el terreno superficialmente, que junto al cauce del barranco no es malo, y ha sembrado garbanzos, judías y patatas. También ha plantado una viña. Además tiene numerosos bacillos para trasplantar. Ha contenido la tierra con paredes laterales en varios puntos, rodeando  árboles, rodeando cepas, y fortaleciendo las paredes del cauce del barranco. Tiene un chozo medio enterrado en laladera hecho de ramajos. Es un labrador de Fermoselle, tierra zamorana donde con frecuencia tienen que trabajar m s en ladera que en llano, conteniendo la tierra en terrazas para que la lluvia no la pierda. Esto es una «barbaridad» para los de Cañizal, o porque es inútil o porque a ninguno se le hubiera ocurrido hacer una huerta en tal situación (el término «barbaridad» en el sentido etimológico, esto es, modo extraño, extranjero). Contrasta la adaptación «fuera de sitio» de este paisano, teniendo en cuenta que todo el término es más llano y más productivo que estebarranco. Luis y yo le hemos llamado «el milagro de Las Poyatas», aunque algún otro paisano de Cañizal dirá  que es la más grande estupidez y pérdida de tiempo. Culturalmente es un hecho pertinente. Manifiesta la capacidad del hombre para adaptarse a un lugar difícil y sacarle provecho. Pero también manifiesta la inercia TRADICIONAL que tiene «inyectada» cada paisano respecto al lugar donde ha vivido. Un fermosellano de Las Arribes del Duero, sigue las mismas pautas de su pueblo en Cañizal, aunque aquí haya sólo un recobeco, trinchera o barranco donde pueda expresar el modo normal de trabajar en su tierra. Por eso los de Cañizal, que no están adaptados al terreno fermosellano, piensan que es una «barbaridad», nunca mejor dicho, obra de un «bárbaro», de un extranjero (permítase la exageración), pero de la misma provincia… así es la variopinta Zamora.» (13 de Julio de 1994. Apuntes de campo de la excursión por el municipio de Cañizal realizada con Luis Torrecilla.)

«Ahí bien cerca, en la provincia de Zamora, en Fermoselle, tienen mucho terreno que no pueden entrar los carros: tienen que subir pa acarrear la uva o pa bajar haces sólo con mulas, por senderos. Aquí no. Esto es llano, y puedes ir con el carro.» (Cañizal)

A lo largo de estas páginas se ir desvelando el modo de ser característico de las gentes de La Guareña, su lenguaje ecológico, social y tradicional.

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NOTAS.

(1) No nos detendremos en pormenores geográficos y estadísticos sobre la zona porque Antonio Maya Frades en su libro Tradición y cambio en el paisaje rural zamorano. La campiña de la Guareña (Universidad de León. Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo. 1994) ha dejado fijado con suficiente exactitud todos los datos al respecto. Otras referencias se pueden encontrar en la reedición del Diccionario de Madoz (Ámbito. 1984), página 96, en diversos artículos de periódico («La Guareña» Cerné, El Correo de Zamora, 3 de marzo de 1991. «El Guareña», J. Sainz, La Opinión El Correo de Zamora, 3 de abril de 1994. «El arroyo San Moral» idem, 18 de diciembre de 1994. «El Tariego», idem, 12 de marzo de 1995. Estos últimos arroyos del Guareña). Sobre la etimología de «Guareña», consultar la obra de Ignacio Coca Tamame, Toponimia de La Ribera de Cañedo (Ediciones Diputación de Salamanca,1993), página 221. Este estudio etimológico está también recogido en la obra de historia local de José María            de Vicente, La Bóveda de Toro, memorias y documentos (Ediciones Monte Casino,1992), página 291 y siguientes.

(2) El trabajo de campo ha sido realizado fundamentalmente en Cañizal, Olmo, Castrillo y Guarrate. Con menor intensidad, realizando entrevistas menos sistemáticas, en Fuentelapeña, Vallesa, Villaescusa, Villamor y La Bóveda. En el resto de poblaciones no hemos hecho trabajo de campo específico. Casi todos los informantes son personas mayores de sesenta años, obviamente los no jubilados no me hubieran dedicado tanto tiempo. Su experiencia puede abarcar los treinta últimos años de vida de la cultura tradicional de estos pueblos (de los años 30 a los años 60 del siglo XX). Nunca pusimos en duda la verdad de sus informaciones. Los informantes han sido los siguientes: Luis Torrecilla y Margarita Hernández; Nati Pérez; Lorenzo, Marcos y Gaudencia, en Cañizal. José Gutiérrez; Natalio, Segundo, Josefa y Claudia en Castrillo. Wenefrido de Dios (Uve), Carmen y Concha en Guarrate. Manuel Puente, Vicente, Abelardo y Sara; Chencha y Elisa, en Olmo. Isidra y Venicio en Villaescusa. Eugenia y Emilio; y varios vecinos más en Fuentelapeña. Fernando Sáez en Vallesa. Benito Montero en La Bóveda. Ricardo Sayagués y Antonio y familia en Villamor de los Escuderos.

(3) A este respecto es muy clarificadora la nota de Antonio Maya Frades en la página 3 de su estudio de la campiña donde confiesa: «Aunque nosotros hemos utilizado siempre el concepto de comarca… realmente, desde el punto de vista geográfico no es nada fácil sostener esa división territorial con razones y argumentos suficientemente convincentes, pues no deja de ser una elección académica, e incluso sus propios habitantes no se sienten identificados con tal denominación, pero tampoco con ninguna otra. De cualquier forma, se trata de una zona que se diferencia, en cierta medida, de las colindantes; se  puede considerar de transición, pues se parece poco a la Tierra del Vino, situada al Norte, y en algunos aspectos mantiene similitudes con la Alta Armuña salmantina y con la comarca de la Tierra del Vino vallisoletana. Al margen de estas consideraciones generales, la Guareña forma parte de las campiñas castellanas y está recorrida de Sur a Norte por el río  Guareña, conforme sigue su marcha en busca del Duero.» (Maya Frades, 1994)

(4) En «Estudio lingüístico del léxico rural de la zona este de la provincia de Zamora» (Ediciones Universidad de Salamanca y Colegio Universitario de Zamora, 1989) realizado por Antonio Álvarez Tejedor, La Guareña se presenta integrada dentro de la Tierra del Vino, haciendo referencia a un trabajo francés titulado «Vignobles et vins du Nord-Ouest de l’Espagne» (Féret et fils éditeurs, Bordeaux, 1967, 2 volúmenes) de Huetz de Lemps. Luis Torrecilla Hernández en el trabajo de historia local «Cañizal. Apuntes para una historia» (Valladolid,1991) también  hace referencia a dicho estudio, ofreciendo datos que confirman la importancia de  la extensión del cultivo del viñedo y de la producción de vino en los pueblos de La Guareña zamorana desde el siglo XVII hasta la actualidad.

(5) Es significativo un dato de las conclusiones del estudio lingüístico de Antonio Álvarez Tejedor   (Salamanca, 1989, página 249) donde se lee: «Es el caso de Cañizal y Villaescusa, en el extremo sur-oriental de nuestro territorio, que frecuentemente ofrecen resultados diferentes a los del resto de los pueblos de la Tierra del Vino… Algo semejante ocurre, en ocasiones, en la totalidad de pueblos  situados en el valle del río Guareña… Los resultados documentados de estos pueblos contrastan, a  veces, con los de los pueblos vecinos en la Tierra del Vino, y coinciden por el contrario con los de los situados en la Tierra de Campos… o en Tierra del Pan…»

(6) En un catastro de los años 40 hecho en Olmo y Vallesa de Guareña se puede apreciar la distribución de los diversos elementos que componen el municipio. Respecto a los terrenos comunes de cada municipio, lo más significativo es «el prao», que, o es propiedad del Ayuntamiento, o es propiedad de muchos vecinos del pueblo (caso de Guarrate): no hay terrenos «comunales», sino terrenos «propiedad» de uno o de muchos vecinos.



 

Evolución de la población en el antiguo municipio de Terroso. Apuntes sobre emigración. siglos XIX y XX.


 

Desde la perspectiva de los lenguajes culturales, la evolución de la población es un signo del lenguaje ecológico que desarrolla un grupo humano. Es una forma de lenguaje latente e inconsciente, como tantos otros signos que el ser humano comunica sin advertir que lo hace: un signo cultural que sólo se aprecia en el transcurso del tiempo.

Con los datos que tenemos (cuadros 1, 2y 3) podemos dar una visión suficiente del periodo a estudiar (1).

Deducimos que el municipio de Terroso entró en el siglo XIX con una población superior a los 400 habitantes y muy cercana a los 500. Pero al final de ese siglo, parece que desde 1888, la población se redujo a 300 habitantes. La diferencia entre los habitantes de derecho de 1890 y los mismos de 1860 fue d 100 individuos menos, diferencia que suponemos se produjo por la conjunción de causas tan relacionadas entre sí como la falta de recursos económicos, las malas cosechas, la pobreza, la emigración, etc.

En la década de los años veinte del siglo XX la población volvió a superar los 400 habitantes, siguiendo una línea ascendente hasta el máximo de 530 habitantes de derecho en 1930, mantenida durante toda la primera década. Acabada la guerra civil española la población comenzó una tendencia descendente irrecuperable, efecto de la emigración constante de los brazos jóvenes hacia las ciudades industriales de la península, para caer en los 195 habitantes del año 1981, cifra que no pertenece al municipio de Terroso, desaparecido en 1970, sino a la suma de los dos pueblos, Terroso y San Martín de Terroso, ambos ya del municipio de Cobreros (cuadro 4).

El aumento de la población desde el año 1920 en adelante seguirá las mismas pautas que se aprecian en la evolución de la población española durante esas décadas. Las mejoras higiénicas generales, sobre todo la erradicación de las enfermedades contagiosas, junto con la paulatina disminución de la mortalidad infantil, ayudarían aa superar la cota de 400 habitantes perdida en el siglo XIX (2). Entre otros detalles a destacar, llama la atención que el número de casas habitadas en ambos pueblos (cuadros 2 y 3) no sufrió variaciones importantes, manteniéndose la suma por encima de 100. Este hecho nos sugiere que el total de vecinos, o de familias participantes en la vida del municipio, permaneció constante, levemente por encima o por debajo del centenar, ya que algunas casas habitadas siempre había que ssuponer pertenecían a personas exentas del CONCEJO, ancianos solos, algún jornalero o caminero, algún funcionario… Si las fluctuaciones de habitantes fueron más fuertes que las del número de familias, concluiremos que lo que hizo variar la población de estos dos siglos no fue la creación o nueva instalación de familias, sino el mayor o menor número de componentes de las familias establecidas en el municipio de Terroso desde el siglo XIX. Si atendemos al hecho de que los nuevos matrimonios solían instalarse en la casa de uno de los padres, y si consideramos la acusada endogamia en toda Sanabria, y en este municipio, comprenderemos que, a pesar de las fluctuaciones poblacionales, el número de casas o familias no variaba notablemente (3).

Debemos destacar también el peso poblacional de San Martín dentro del municipio. Este pueblo siempre fue en número de habitantes más del doble que el anejo al que pertenecía, Terroso. Este hecho ayudará a entender los conflictos entre los dos pueblos. A pesar de que el municipio surgió en el lugar de Terroso y que el anejo apareció unos siglos más tarde, San Martín se presentaba desde la mitad del siglo XVIII, en el Catastro de Ensenada, como el mayor núcleo de población. Es más, los dos tomos de dicho Catastro tienen como título SAN MARTÍN DEL TERROSO, cuando tradicionalmente se ha nombrado este municipio como Ayuntamiento de Terroso.

El pueblo de Terroso era un núcleo de población no muy superior a los 100 habitantes (no llegó nunca a los 150). Anotamos al respecto la apreciación que escribió en 1924 el que fue primer maestro de Terroso:

En 1880 havía en Terroso 43 vecinos, en 1900, 38, en 1910, 33, en 1920, 31, y en el año actual (1924) 29, y el que esto escribe opina que aún quedarán menos. En cambio en el anejo de San Martín han aumentado” (Manuscrito de don Genaro de Barrio)

Entre 1900 y 1940 el número de casas habitadas de Terroso no experimentó variaciones apreciables. Por décadas se censaron 33, 33, 28, 32 y 36 respectivamente. En San Martín tampoco se apreció gran variación: 75, 78, 77, 86 y 80 respectivamente. Parece que el municipio de Terroso sólo podía ser aprovechado por un número de familias no muy superior al centenar. Cuando se superaba esta cota, las familias excedentes tenían que emigrar porque no disponían de medios suficientes para subsistir: un signo de lenguaje ecológico. El número de habitantes aumentaba en esas décadas de principio del siglo XX, pero el número de familias o casas se mantenía entre los 108 y 116.

El signo cultural demográfico adquiere mayor profundidad antropológica cuando lo desglosamos en los tres hitos vitales del ser humano: nacimiento, matrimonio y defunción. Dentro del análisis demográfico incluimos también los movimientos migratorios.

Los signos culturales generados por los nacimientos, casamientos y defunciones son signos de lenguaje social y lenguaje tradicional cuando solemnizamos públicamente un nacimiento, la unión de una pareja o una defunción.

A partir de los registros de bautismos, casamientos y defunciones de la parroquia de Santiago de los Cotos, parroquia del municipio de Terroso, haremos un análisis de algunos detalles que sobresalen en los datos recogidos (cuadros 5, 6, 7, 8 y 9) (4).

Observamos en primer lugar las fluctuaciones del desarrollo del índice vegetativo del municipio en el transcurso de los dos últimos siglos (cuadro 9). La entrada en el siglo XIX fue regresiva para la población terrosana. En los primeros quinquenios del siglo, sobre todo de 1810 a 1815, el número de nacimientos no lograba compensar al número de defunciones del municipio. En 1809 murieron 58 personas, 6 de ellas forasteros, pobres y soldados. De 1815 a 1825 hubo un pequeño respiro, para volver entre 1825 y 1834 a una situación nuevamente regresiva de la población terrosana. La guerra contra los franceses (5), que sabemos también afectó a estas tierras, y sus secuelas en años posteriores, hizo que el periodo de 1805 a 1834 marcase una situación regresiva de la población total. Por el número de propietarios censados en el Catastro de Ensenada, cercano a los 100, deducimos una población por encima de los 450 habitantes en la mitad del siglo XVIII. Probablemente esa sería la población al entrar en el siglo XIX, para descender en el tramo de las primeras décadas de este siglo hasta los 400 habitantes aproximadamente.

Entre 1835 y 1850 se produjo el primer estirón poblacional del siglo XIX, apoyado por el número de nacimientos, razón por la que la población estuvo cercana a superar los 500 habitantes. Pero inmediatamente, en un breve y profundo bache, 1850-1865, comenzó una nueva tendencia a la baja, apreciada en el censo de 1869, en el que la población descendió a los 450 habitantes. Las actas de defunción reflejan un gran número de muertos por PULMONÍA que elevó la mortalidad en mel quinquenio 1855-1859, profundamente regresivo. También coincide con una de las épocas de carestía económica general en toda España durante el siglo XIX (6).

Después de este bache vino el momento de mayor auge de la natalidad y de los matrimonios, aunque permanecía elevada la mortalidad. Entre 1865 y 1884 se produjo el índice positivo de crecimiento vegetativo más alto del municipio de Terroso. La década de los setenta superó todos los años los veinte bautizos.

Inmediatamente después, desde 1885  a 1905, volvemos a encontrarnos con una situación regresiva: un índice vegetativo por debajo de cero y un descenso de la población con menos de 400 individuos que resulta sorprendentemente contradictorio con relación a las anteriores décadas de 1864 a 1884. Si al entrar en esas décadas la población se encontraba alrededor de los 45º habitantes, se supone que con el tirón de los veinte años que marcan la mayor subida del índice vegetativo de la población, esperaríamos un número de individuos, si no más elevado de los 450, al menos igual que ese número que mantenía en las décadas difíciles de la mitad del siglo XIX. Pero, por el contrario, la población descendió por debajo de los 400 habitantes según las estadísticas oficiales. No tenemos datos de la población real en las décadas 1865-1884. Suponemos que la población aumentaría durante los sesenta y los setenta, por el alto número de nacimientos, probablemente llegaría a los 500 habitantes, para caer vertiginosamente durante los ochenta por debajo de los 400 habitantes de 1888. Son más de 100 habitantes en casi una década; serían demasiadas defunciones que no están reflejadas en el registro, a la vez que una desaparición de la elevada natalidad, que tampoco está constatada. Por ello, sólo podemos acudir al fenómeno de la emigración como razón clave para entender esta bajada poblacional. Apoya esta hipótesis el hecho de que en 1888 existían 63 individuos de diferencia entre los habitantes de derecho 359, y los habitantes de hecho, 297. España sufría en estas décadas un mal momento económico. Posiblemente factores climáticos adversos repercutieron en las cosechas y condicionaron el éxodo rural hacia lugares con más futuro económico al otro lado del Atlántico (7).

En Terroso el descenso poblacional estuvo también apoyado por el alto número de defunciones entre 18855 y 1905. 1896 registró 26 muertes ocasionadas por la difteria.

En el periodo de 1906 a 1930 la población aumentó sin interrupción. El quinquenio de 1920 a 1924 rozó los ochenta nacidos y bautizados, apoyada esta elevada cifra por los matrimonios en alza y el descenso de las defunciones. Esta subida poblacional fue menor que las anteriores del siglo XIX, 1835-1850, y sobre todo, 1865-1885

Durante esta progresión positiva de la población de comienzo del siglo XX, el número de habitantes alcanzó el tope máximo registrado en las estadísticas oficiales, 539 habitantes en 1930.

Continuamos advirtiendo durante estos años la sangría migratoria, sobre todo en 1920, año en que la diferencia entre los habitantes de hecho, 405, y los habitantes de derecho, 482, era cercana a los 80 individuos. En 1900 la diferencia era 42, en 1910, 67, en 1920, 77, en 1930, 44, en 1940, 21, en 1950, ascendió a 33, en 1960 llegó a 45, y en 1970 lass poblaciones de hecho y de derecho erran casi coincidentes. Las mayores diferencias testimoniaban los momentos de más intensa emigración. El comienzo de siglo también se caracterizó, como el final del anterior, por este hecho demográfico, ya fuese temporal o definitivo. Las diferencias de las décadas de los años cincuenta y sesenta son el testimonio del abandono del pueblo por parte de la generación que nació después de 1920. Acabada la guerra civil española esta emigración buscó en las grandes urbes españolas nuevas formas de vivir, abandonando la tradición agrícola de sus padres.

Entre 1934 y 1939 encontramos otro bache poblacional, reflejo de la situación socio-política-económica de toda España. Fueron los años anteriores a la guerra, la guerra y la inmediata posguerra. El alto número de defunciones, alrededor de 50 en cada uno de los tres quinquenios, unido al descenso de los nacimientos y los matrimonios, propició años de índice vegetativo negativo. Pese a ello, la población de derecho estuvo cercana a los 500 habitantes, sin sufrir caídas llamativas.

Por último, las décadas de 1950 a 1970 marcan la baja final de este municipio. El índice vegetativo se mantuvo positivo hasta 1970, ya que la caída de los nacimientos se compensó con la de las defunciones. El municipio de Terroso había entrado en lo que Jordi Nadal (1986) llama el ciclo demográfico moderno, precisamente cuando estaba a punto de desaparecer.

Desde la perspectiva de las defunciones (cuadro 7) apreciamos una constante subida entre 1830 y 1904. Terroso era un municipio de ciclo demográfico antiguo, como la nación a la que pertenecía (8). Las defunciones alcanzaron cotas muy altas en el quinquenio de 1855 a 18559; de 1875 a 1879 por causa de la pulmonía, y de 1895 a 1899 por la difteria. Supuso un ascenso en el número de defunciones que duró 2/3 del siglo XIX. El dato se hace más trágico si tenemos en cuenta la mortalidad infantil. Por ejemplo, en los periodos de 1805 a 1854 la mortalidad infantil era cercana a la mitad del total de las defunciones del municipio. El párroco solía anotar como PÁRVULO al difunto menor que no había hecho la Primera Comunión, alrededor de los siete años. En el cuadro 5 el número que figura entre paréntesis junto a las defunciones de 1805 a 1854 pertenece a los PÁRVULOS que enterraba el párroco de Santiago de los Cotos.

Sólo a partir de 1905 se puede decir que comenzó la constante caída de la mortalidad en el municipio, aunque se resistió hasta 1950, donde ya podemos hablar de ciclo demográfico moderno.

El análisis más pormenorizado en años concretos nos hace ver que entre 1805 y 1839 las defunciones anuales superaron los diez individuos, salvo en algunos muy destacados, como 1809 con 58 defunciones. Fue el año de la guerra contra los franceses en la que éstos llegaron al municipio y asaltaron la iglesia, entre otras moradas de Terroso y San Martín. Ello sería motivo de posteriores penalidades económicas y consecuentes enfermedades. Escribe Jordi Nadal (1986) que en Cataluña…

“…la campaña militar de 1809 produjo sobre todo los peores estragos. Pero la terrible mortalidad ¿fue consecuencia directa o indirecta de la lucha? Hubo sin duda variedad de casos: unas veces los pobladores huyeron, otras se quedaron, otras opusieron resistencia. Sin embargo casi nadie pudo evitar los graves daños materiales, los temores, las inquietudes, las fatigas, las penalidades… y las penurias, causas de enfermedad y de mala asistencia, en último término de muerte.” (9)

Estas mismas palabras podríamos aplicarlas al municipio de Terroso. Hemos confirmado que los franceses asaltaron la parroquia. No sabemos si los terrosanos opusieron resistencia a los invasores (hay una tradición que habla de un lugar en la sierra, bajo una gran roca en la ladera de Escaldón, donde se escondieron los habitantes del municipio con motivo de la llegada de los franceses). Las defunciones del año 1809 se centraron en los meses de febrero, marzo, abril, octubre, noviembre y diciembre, los más fríos. No hay un mes o unos días en los que falleciera un número considerable de personas. El asalto de los franceses se produjo en el mes de julio, mes en el que sólo hubo dos defunciones, por lo que el enfrentamiento bélico no fue causa de la elevada mortalidad. Fueron más bien las consecuencias: el saqueo de alimentos y animales dejaría a nuestros vecinos sin existencias suficientes; ello provocó una situación de hambruna y sus repercusiones en la salud de los terrosanos.

Los años 1811, y sobre todo 1812, fueron testigos con un elevado número de muertos, 13 y 20, de otro momento general de carestía en España, tras el desenlace de la guerra. 1821, 1834 y 1837 se destacaron también con 15, 15 y 19 defunciones respectivamente.

De 1840 a 1905 el número de defunciones anuales superó considerablemente la decena. Destaquemos 26 en 1856, 22 en 1869, 20 en 1874, 23 en 1879, 22 en 1888, 26 en 1890, pero, sobre todo, en la última década del siglo XIX, donde todos los años las defunciones oscilaban entre los 15 y 18 individuos, un 4.5% del total poblacional. A partir de 1905 las defunciones fluctuaron alrededor de los diez individuos, levemente hacia arriba o hacia abajo. Destacan a la baja los años 1929 con 5, 1932 con 5, 1942 con 3 y 1950 con 1. En los años sesenta el número de defunciones se mantuvo siempre por debajo de 5 cada año.

En la observación de los detallada de los bautizos (cuadro 6) vemos que la cifra es ascendente, aunque con irregularidades notables, desde el quinquenio 1805-1809 hasta el quinquenio 1925-1930, años a partir de los cuales la caída de la natalidad fue significativa. Las cotas en el número de bautizos se hicieron notables entre 1835 y 1849, la extraordinaria de 1870 a 1879, también entre 1890 y 1909, y, por último, de 1920 a 1924, todas ellas por encima de los 70 nacimientos quinquenales. Año por año los bautizos solían oscilar entre los 7 y los 17. Los años más altos fueron los de la década 1870-1879: 1870, 23; 1872, 20; 1874, 24; 1876, 20; 1877, 27; 1879, 23. Otros dos años más del siglo XIX superaron la cota de la veintena anual, 1883 y 1893. Los años bajos en bautizos sólo aparecieron en el siglo XX: 1926, 4; 1938, 4; 1939, 5; 1959, 3; 1966, 0; 1967, 3; 1968, 2; 1969, 1; 1970, 0.

Los matrimonios presentaban guarismos más pequeños y menos contrastables. Distinguimos la etapa de 1805 a 1819 en la que el número de matrimonios fluctuó entre 1 y 3, años de guerra y posguerra. Desde 1820 a 1960, más de un siglo, el número de matrimonios anuales se estabilizó entre las cifras 1 y 6, salvo excepciones hacia arriba como 1823, 14; 1835, 10, 1846, 8; 1867, 8; 1869, 9; 1881, 10; 1915, 8; 1922, 9. O años sin ningún matrimonio: 1824, 1851, 1852, 1902, 1916, 1917, 1918, 1938, 1946. El periodo de 1962 a 1969 no superó los tres matrimonios anuales.

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NOTAS.

(1).Las fuentes para formar estos cuadros de población han sido el Instituto Nacional de Estadística, el Catastro de Ensenada (1752), el Diccionario de Madoz (ed. 1984) y los manuscritos personales de don Genaro de Barrio, maestro de Terroso.

(2).Jordi Nadal (1986 páginas 210-217, valora el progresivo descenso de la mortalidad española a lo largo del siglo XX. Pero la Misión Pedagógica en San Martín de Castañeda (1935), en las páginas 1, 21, 22, 25, 26 y 34, testimonios sobre la higiene y las enfermedades de estos pueblos sanabreses, no avalan la progresiva disminución de la mortalidad.

(3).Estudios como el de Miguel A. Álvarez Edo (1984) o el de Natividad Rodríguez Blanco (1986) demuestran la endogamia de la zona sanabresa, de la quee no está exenta nuestro municipio.

(4).La fuente para formar estos cuadros ha sido el archivo de la parroquia de Santiago de los Cotos del municipio de Terroso, actualmente en el Archivo Diocesano de Astorga.

(5).Menéndez Pidal (1986), página 225 y siguientes, sobre la guerra contra los franceses en el noroeste peninsular.

(6).Jordi Nadal (1986) pág. 162.

(7).Este primer indicio de emigración en esta zona antes del final del siglo XIX no podemos justificarlo documentalmente en el municipio, pero a partir del comienzo del siglo XX tenemos abundantes testimonios de la emigración que se producía en Zamora, en Sanabria, y en el municipio.

Las noticias de El heraldo de Zamora relacionadas con la emigración son muy abundantes: Anuncios de compañías navieras que hacían la ruta de Vigo hacia los puertos de América o artículos de denuncia de las condiciones en las que vivían muchos de los que emigraban a Brasil, Méjico o Argentina.

La falta de suficientes recursos suficientes para vivir en Sanabria era la causa de la emigración. Había que buscar nuevos lugares, nuevos trabajos para hacer dinero y volver a Sanabria donde invertirían en tierras y casas lo obtenido en la emigración.

“El temporal ha mejorado después de sufrir las consecuencias de las intensas nieves, que dio por resultado mucha mortandad de ganados, que ha venido a aumentar la miseria de este país (Sanabria) del que en demanda de buscar sustento ha emigrado la mayor parte de los braceros para otros países.” (El Heraldo de Zamora, 19 de febrero de 1898)

Vecinos de Galende N, N y N solicitan autorización para trasladarse al Brasil” (El Heraldo de Zamora, 6 de abril de 1898)

“(anuncio de comercial intermediario para viajar a América) …con pasajes gratuitos a Amériica Central (Honolulo), próximo a Méjico, mejor clima que en España y a los estados de Pará y San Pablo (Brasil). Para cuantos informes se precisen dirigirse con sellos para contestar al agente general exclusivo don Cándido Dalama, Villar de Peralonso, provincia de Salamanca… Además facilita pasajes de pago para los puertos del Brasil, Montevideo, Buenoss Aires, Perú, Chile, Méjico, Puerto Rico y Habana, de 1ª, 2ª y 3ª clase. Correspondencia diaria con las casas consignatarias de Coruña, Vigo, Oporto y Lisboa, quien informará a correo seguido. Hay colocaciones seguras para todas las artes, oficios y profesiones útiles. En Honolulo todos los sueldos se pagan en oro; se adelantan los gastos del ferrocarril desde Salamanca al puerto de Vigo. No contestará a las cartas que no acompañen sellos.” (El Heraldo de Zamora 8 de mayo de 1899).

A los que querían emigrar les prometían mejor clima que en España y ¡pagarles los sueldos en oro! Pero esta sangría de brazos jóvenes no era una situación grata para el gobierno de una nación.

“La constante emigración de españoles a otros países más prósperos y florecientes parece que preocupa al actual ministro de gobernación…” (El Heraldo de Zamora. 6 de agosto de 1901).

No era para menos si se atendían a las cifras de españoles que partían para otras tierras.

“Han embarcado en el puerto de la La Coruña, sólo en dos días, mil seiscientos emigrantes gallegos que allende los mares van en busca del bienestar.” (El Heraldo de Zamora, 22 de octubre de 1905).

La emigración también se dirigía hacia el interior de la península, a las zonas con más posibilidades de trabajo.

“El alcalde de Peque ha participado al señor gobernador civil haberse ausentado de aquel pueblo los concejales N y N, los cuales se hayan trabajando en las minas.” (El Heraldo de Zamora, 22 de febrero de 1905).

El corresponsal de El Heraldo de Zamora en Sanabria reprochaba a los políticos la falta de iniciativa para paliar la constante emigración de los pueblos.

“…esa falta de vigor, energía, para acometer cualquier empresa, porqué esa emigración, lenta, clandestina, que merma los pueblos…” (El Heraldo de Zamora, 27 de abril de 1907)

“(elogio al obrero sanabrés)…saca de sí increíbles fuerzas parra lograr un pequeño ahorro con que desquitarse muchas veces del odioso rédito que los apuros de una enfermedad o traidora desgracia hizo inevitable, y cuando la falta de trabajo o la papeleta del usurero apremia, se le ve ir carretera adelante, de noche en muchos casos, como avergonzándose del sol de su pequeña patria o también para ocultar las lágrimas que lentamente se evaporan… lejos de aquí trabaja mejor retribuido que en este abandonado suelo y los primeros ahorros… los destina a sus seres  más queridos… para que se rediman de sus apremiantes necesidades.” (El Heraldo de Zamora, 19 de julio de 1907).

Y así lo debían hacer estos vecinos de Requejo.

“El regidos síndico del Ayuntamiento de Requejo solicita aautorización al señor Gobernador Civil para ausentarse a Buenos Aires, a fin de poder atender a la subsistencia de su familia.” (El Heraldo de Zamora, 17 de octubre de 1908).

Las condiciones de vida en los lugares de emigración eran malas. De ello sabían algunos vecinos de San Martín y de Terroso que en Cuba se quedaron sin un céntimo de sus ahorros porque los bancos donde los tenían anunciaron quiebra total. Aunque pero lo tenían los que no cobraban ni dinero por su trabajo.

“ (sobre los emigrantes españoles) Situación vejatoria de algunos emigrantes bajo las órdenes de hacendados brasileños. No cobran dinero, sino vales para comprar en las tiendas de los mismos hacendados…” (El Heraldo de Zamora, 12 de agosto de 1910).

¿Tan mala era la situación de España que a pesar de las pésimas condiciones en las que emigraban, no dejaban de hacerlo?

“Nada detiene la constante huida de españoles a otras tierras, ni las duras condiciones del trabajo, ni los terribles desengaños de millares de desgraciados…” (El Heraldo de Zamora, 9 de enero de 1914).

En Terroso y San Martín tenemos testimonios indirectos de la emigración. Los que querían salir fuera de España tenían que pedir dinero a quien lo tenía para poder viajar. Los manuscritos de don Genaro de Barrio así lo atestiguan.

1 de noviembre de 1916… más 1060 reales a… para ir el hijo a Cuba.”

Contaban los informantes que la emigración a Cuba era temporal, a la “Zafra” de la caña de azúcar. Algunos todavía recordaban e incluso tenían olvidada en algún lugar de la casa el machete que utilizaban y que se traían de recuerdo.

Don Genaro de Barrio, al frente de una VENTA y con sueldo del Estado por ser maestro podía prestar dinero a quien se lo pidiera.

“26 de octubre de 1915, más 120 reales a… para ir a Andalucía” (C.S.M. pág. 32)

“Debe 50 pesetas que le presté sin interés a… para mandar al hijo de esta a las minas.” (C.S.M. página 153)

“8 de octubre de 1910, más 1272 reales para ir el hijo a la Argentina.” (C.S.M. página 51)

“En enero 8 de 1921… para mandar al hijo a Cuba 1256 reales…” (C.S.M. página 60)

Como éstos, se pueden encontrar media docena más de casos en el libro de Cuentas de la Venta del TI CANANA, don Genaro de Barrio, referidos al pueblo de San Martín de Terroso (C.S.M.)

Los hijos emigraban y los padres quedaban endeudados esperando que, a la vuelta, pudieran levantar la deuda y la maltrecha economía de la familia, o empezar a formarse un porvenir con nuevas tierras compradas con el dinero de la emigración. Nuestros informantes también recordaban la experiencia de la emigración:

“Había emigración a Cuba, a Buenos Aires y hasta a Estados Unidos (al “Norte”, decían en el pueblo zamorano de Carbajales de Alba). También se iba a las minas del Bierzo, y a Carmona, a Andalucía, a donde iban andando y tardaban catorce días en llegar, para sacar 40 pesetas la jornada chica y 60 pesetas la jornada grande en lo de la aceituna.” (San Martín. Ti Galán).

“Iban los hombres en invierno a Andalucía a ganar trescientas pesetas… y era un dineral. Iban andando a recoger la aceituna. Luego venían con un lato de aceite. Uno de Pedralba iba todos los años a eso; se llevaba una tanda de gente que quería ir para recoger aceituna… Allí dormían en el cortijo…” (Terroso. Laura)

Por último, desde mediados del siglo XX la emigración vació definitivamente el municipio. La vida tradicional estaba agotada.

“Aquí no hay nadie. Tú ya lo ves que aquí no queda nadie. Una casa de familia como la mía… ya ves tú, le dio en salir la juventud… Es que antes no tenías dinero más que si recriabas un ternero… ¿De dónde te iba a salir el dinero? Por eso se marcharon todos…” (Terroso. Ti Encarnación)

(8).Jordi Nadal (1986). Páginas 11-17.

(9).Idem. Páginas 133-134.


(José Antonio García Mostaza nos ha mandado este documento) La Revista Naval publicó en 1988 este curioso documento. José Marcos Bernardo de Quirós propuso que el lago de Sanabria podría ser el lugar para una Escuela Secreta de Náutica. Aportamos la transcripción y el original.


Descripción del antiguo municipio de Terroso y San Martín de Terroso. Sanabria (Zamora) (Descripción simbólica)

El municipio y sus límites.

Las marras: límites administrativos.

El medio geográfico de este trabajo de investigación está  delimitado por un marco administrativo al que llamamos municipio. El antiguo municipio de Terroso que a la vez era el mismo término de la parroquia de Santiago de los Cotos, es el objeto total al que hemos reducido nuestra investigación. La delimitación no quedaba en lo meramente administrativo, sino que los vecinos que formaban el municipio se identificaban en ‚l, porque representaba el espacio en el que podían desarrollar su modo de vivir.

No queremos subrayar excesivamente este sentido de aislamiento de cada municipio o de cada pueblo sobre sí mismo, pero en la vida cotidiana el universo de problemas de todo vecino, y en este caso concreto del terrosano, quedaba cerrado en los límites de su municipio, lo extraordinario era salir de él. Fritz Krüger hacía esta afirmación sobre los sanabreses en 1923: «Es raro el caso de encontrar viandantes que vayan de un pueblo al otro, limitándose los vecinos a trabajar, cada uno por su cuenta, en sus propios campos, o a apacentar el ganado en los montes comunales del pueblo…» (1). El término geográfico-administrativo del municipio era el  ámbito normal donde se desarrollaba la vida del sanabrés.

El municipio era un signo del lenguaje social del terrosano. Era su territorio, enmarcado por las MARRAS.

La MARRA era una roca , normalmente el saliente de una roca enterrada, de modo que fuera muy difícil moverla, sobre la que estaba esculpida una cruz o varias cruces, indicando el punto exacto por donde pasaba la línea divisoria municipal. El conjunto de MARRAS era el AMARRAMIENTO.

La MARRA era un signo cultural de lenguaje social con el que dialogaba un municipio con otro, al igual que los MARCOS en las fincas particulares eran signos del lenguaje social intersubjetivo interno de los vecinos de cada municipio. La importancia de estos signos culturales  venía dada, entre otras cosas, por el mayor o menor número de conflictos que suscitaban los AMARRAMIENTOS. Durante los años de vida del municipio de Terroso hubo conflictos importantes con los municipios colindantes.

No tenemos constancia de que hubiera un día señalado para revisar las MARRAS que definían el término. Sólo alguna vez se mandaba a la juventud con el CONCEJO a hacer una revisión de las MARRAS para que las fueran conociendo; pero bastaba salir al monte a pastorear, para que los vecinos mayores enseñaran a las jóvenes generaciones de terrosanos los límites del municipio y las MARRAS  correspondientes.

«Las marras no hacían mucho por enseñárnoslas porque nosotros , como andábamos mucho de pastores siendo niños e íbamos con la gente mayor, siempre nos enseñaban todas. Y como se trabajaba todo, entonces estaban muy descubiertas.» (Terroso. Laura)

El municipio de Terroso tuvo importantes conflictos con los tres municipios colindantes. Se originaron en los lugares que podían presentar más indefinición de límites. El lenguaje social de las MARRAS se rompió con Requejo en las zonas de la sierra, con Pedralba en los límites fluviales, y con Santa Colomba en todo el límite oriental del municipio ocupado por la zona de LA USANZA.

La sierra y el valle de ESCALDON eran espacios que por sus características resultaban conflictivos en la relación entre los municipio de Terroso y Requejo. El arroyo que recorría el valle de ESCALDON vertía sus aguas por la pendiente natural hacia Requejo, y no era de extrañar que los vecinos de este pueblo, ya fuera explícita o implícitamente, intentaran aprovechar un caudal de agua que de modo natural debía bajar hacia su municipio, pero que de modo artificial los vecinos de Terroso desviaban hacia sus pueblos, por legítimo aprovechamiento de las aguas que les pertenecían. Existieron litigios por esta causa (2). También tenemos el testimonio de los documentos parroquiales donde existe el «Fallo del contencioso de Requejo con Terroso sobre el terreno de la sierra de Sospacio en el sitio de El Cabril el Puerto de Las Chaneras«, fechado en 1920. Cambiar las MARRAS en la sierra significaba tener más o menos terrenos de pasto estival y mayores o menores posibilidades de recursos de agua (3).

El río Requejo era el límite natural entre el municipio de Terroso y el de Pedralba. Pero la línea divisoria no seguía en su mayor parte el sinuoso cauce del río, sino que las MARRAS entraban y salían en un municipio y otro más allá  del propio río.

Este fue el origen de algunos conflictos en una zona potencialmente buena  para el aprovechamiento comunal ganadero. En los archivos parroquiales se encuentra el Acta del contencioso de Siete Fuentes y Puente Vieja con Pedralba… 12 de la mañana del 11 de Marzo de 1881 (4).

El caso de MARRATORIOS  más antiguo, que seguramente generó más gastos, que más tiempo duró, y en el que había más terreno en litigio para pasto y aprovechamiento comunal, fue el relativo a LA USANZA El municipio limitaba por levante con el pueblo de Santa Colomba, en un AMARRAMIENTO doble que subía desde el mismo río hasta lo alto de la sierra. Hay abundante documentación sobre el conflicto que se originó por esos terrenos: Un largo juicio, y sus posteriores apelaciones que se remontan a 1757. El contencioso se inició porque una tarde los vecinos de Santa Colomba secuestraron las vacas de unos vecinos de San Martín que pastaban en BARRILLAS y  CAMPO CHOURIDO. Probablemente el conflicto jurídico surgió tras la gota que colmó el vaso lleno de anteriores y constantes situaciones conflictivas en LA USANZA (5).

LA USANZA  era una estrecha franja de unos doscientos o trescientos metros que subía del río a la sierra; en su mayor parte de aprovechamiento comunal, salvo un espacio intermedio ocupado por tierras de centeno. LA USANZA era un signo de lenguaje social de nuestro municipio con los vecinos de Santa Colomba. Hasta los últimos años de existencia del municipio de Terroso, LA USANZA fue un terreno aprovechado por los dos municipios. En ella había cotos de pasto que utilizaban alternativamente Santa Colomba, San Martín y Terroso.

Por último, nos queda reseñar los conflictos internos del propio municipio. La existencia de dos núcleos poblacionales, de dos pueblos, originaba situaciones que ponían en entredicho la unidad administrativa del municipio. Los dos pueblos que componían el municipio mantenían un diálogo creando signos culturales de diferenciación entre ellos.

Había numerosos hechos de la vida diaria, signos culturales, que avalaban cierta autonomía de cada uno de los pueblos que componían el municipio; incluso que podían dar pie a pensar en la existencia de división entre ambos pueblos (aunque no existían tales divisiones) (6). El hecho de que ambos pueblos utilizaran cotos independientes dentro del término, lugares de pastoreo del GANAO en zonas aceptadas como particulares de cada uno de los barrios, espacios de la sierra con su CORTELLO propio, que hubiera CONCEJOS independientes en cada pueblo, etc. eran signos culturales que constituían a ambos pueblos como entidades independientes.

Por otro lado, la dependencia de la misma parroquia en la que los dos  pueblos habían tenido numerosos documentos comunes, el testimonio del Catastro de Ensenada, el Catastro de Madoz, el mapa del Instituto Geográfico, la existencia de fincas de unos y otros repartidas por todo el término, los casamientos entre mozos y mozas de los dos pueblos sin pagar el PISO, el aprovechamiento en común de la leña del monte hasta 1959, etc. manifestaba la existencia de una única entidad compuesta por dos pueblos. El desarrollo de la vida de ambos generaba signos de identificación y signos de separación, pero dentro de un territorio común. Un lenguaje social difícil de mantener sin conflictos internos.

La rivalidad latente entre los dos grupos de vecinos siempre se dio de algún modo. Consideremos el hecho de que San Martín tenía un peso demográfico superior a Terroso, por lo que la HACIENDA que tenía que mantener debía ser mucho mayor y necesitaba más terreno para alimentarla. Esto llevó, por ejemplo, a hacer privativos con el paso del tiempo algunos cotos del municipio, en los que ni los de un pueblo iban a los del otro ni viceversa. En este contexto se encuadra también el grave conflicto que enfrentó a ambas comunidades en 1959, cuando los vecinos de Terroso reivindicaron la propiedad del monte ESCALDÓN frente a los vecinos de San Martín (7). Mientras los de Terroso querían utilizar con los vecinos de San Martín los signos culturales de lenguaje social que utilizaban con otros municipios, los de San Martín no querían entender esos signos como parte del lenguaje social de diálogo entre ambos pueblos. La necesidad de defender pastos y aprovechamiento de leña acabó generando entre los vecinos del mismo municipio determinados signos de lenguaje social para diferenciarse.

Los que no son del municipio. Ámbito exterior a los límites físicos y sociales del municipio.

Las MARRAS definían el territorio municipal de Terroso de los restantes municipios vecinos; pero lo mismo que cada familia se sentía, en cierto modo, diferente, formando unidad aparte de las otras, y cada pueblo dentro del municipio intentaba fraguar su identidad frente al otro, el municipio como tal también se sentía diferente de los demás, otro grupo distinto. Un apodo concreto era un signo por el que los terrosanos intentaban diferenciarse de los otros grupos. Los de Requejo eran CARRILANOS, los de Pedralba eran GARULLOS, los de Santa Colomba ALPABARDOS o ÑIACARONES. Suponemos que los de los otros municipios tendrían también un apodo para los de San Martín y Terroso.

La identificación y, a la vez, diferenciación de cada pueblo también se manifestaba en la situación que semanalmente se originaba los lunes en El Mercado del Puente. Cada pueblo tenía su sitio para vender o intercambiar productos en el espacio de El Mercado del Puente. Los vecinos de San Martín y Terroso ocupaban un lugar donde se iniciaban las carreteras hacia el Lago y hacia Quintana. En esta circunstancias los de Terroso y San Martín, como todos los de los demás pueblos, se reconocían distintos, en especial de aquellos que vivían en el interior de la sierra.

«A los de los pueblos de la sierra, San Martín (de Castañeda), Vigo, San Ciprián… y todos esos pueblos sí que se les notaba más en su forma de hablar, muy antigua, más cerrada que la nuestra… y hasta en su forma de vestir a mí me parecían más pobres que nosotros. Se ve que como estábamos al lado de la carretera algo nos tocaba, pero ellos como estaban tan alejados, tan metidos…» (San Martín .Galán)

En El Mercado del Puente se mostraba el mosaico cultural sanabrés; ecológica y socialmente hablaban lenguajes parecidos, pero cada pueblo poseía ciertas peculiaridades que lo diferenciaban de los demás. La complejidad cultural humana se reflejaba en esta comarca en la complejidad de sus lenguajes culturales.

Consideramos además otros dos grupos culturales frente a los que se definían los terrosanos, y en general todos los sanabreses. Estos eran los gallegos y los portugueses (8).

«Antiguamente venían a segar los portugueses, venían a segar el centeno. Nos parecía que los portugueses eran más pobres que nosotros… era una invasión de portugueses cuando llegaban…» (San Martín. Ti Galán)

Llamarle a uno PORTUGUÉS era un apelativo que indicaba, en cierto modo, burla: “¡Mira, parece un portugués!», porque llevaba un pañuelo, un sombrero o, en general, un aspecto que recordaba a los jornaleros portugueses que pasaban la frontera en verano para ganarse unas pesetas segando el centeno sanabrés. Estos trabajadores temporeros no debían ser más pudientes que los mismos sanabreses.

El otro grupo frente al que se definían los terrosanos y los restantes sanabreses eran los gallegos. Por lo mismo, existían algunos pueblos de Sanabria, los del valle de Lubián, que se sentían gallegos (9).

El lenguaje social terrosano no se agotaba en marcar signos de diferencia frente a los demás; también había signos de acogida y encuentro que enriquecían la vida de este municipio. El Mercado del Puente, las VENTAS junto a la carretera y, sobre todo, el sentido hospitalario, regulado municipalmente, eran signos de apertura a los que no eran del municipio.

El hecho de encontrarse en El Camino de Santiago, en el ramal que subía desde el sur de la península, hacía del municipio de Terroso uno de los posibles lugares de descanso para pobres y peregrinos. La hospitalidad se extendía a vivos y difuntos. Cada municipio estaba obligado a responsabilizarse y dar sepultura al cadáver de todo el que muriese dentro de su término (10).

La leyenda del Lago de Sanabria, conocida por todos (11), terminaba con una moraleja no escrita, pero aprendida en la práctica: Si no se atiende a los peregrinos y a los pobres, caer  sobre el pueblo un gran castigo, como les cayó a los del pueblo que fue hundido bajo las aguas del Lago.

Cada municipio tenía establecido el modo de atender a los pobres y peregrinos. El alcalde se encargaba de repartir por las casas del pueblo, según un orden o según sus posibilidades, a los que veníian pidiendo cobijo.

«De hospitalidad antes mucho, antes la gente era muy caritativa, aunque también la había antipática, porque había pocos medios de vida; se hospedaba mucho a los pobres y a los peregrinos. Había entre todos una norma de que si había pobres que se veían inválidos y había que trasladarlos de un pueblo a otro… pues  hoy te toca a tí y mañana a mí. Se los llevaba en un carro…» (Terroso. Laura)

«Al pobre o peregrino que lo pedía, el alcalde le asignaba la casa de un señor, quien creía que tenía mejor posición económica, y allí pasaba la noche. Después, si era un impedido, lo llevaban a otro pueblo en un carro…» (San Martín. Ti Galán)

Pese a ciertas experiencias de abuso de este sentido de la hospitalidad, los terrosanos, como todos los sanabreses poseían una gran sensibilidad para la acogida a pobres y peregrinos.

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NOTAS.

(1)  Krüger (1923), página 10.

(2)  «Dicen que antes Escaldón era de Requejo. Eran dos novios y han ido a Peña Forca (una de las alturas que cierra el comienzo del valle de Escaldón). Se subieron a Peña Forca, el novio estaba abajo. Ella estaba arriba y la asustó, y cayó rodando por Fermixuces, o sea que dio una vuelta por el peñasco ese  y cayó  por el Agua Cernida. Entonces fueron a avisar a los de Requejo, pero no se quisieron acercar a ella y tuvieron que hacerlo los de San Martín. Por eso se empezó a decir que el término de Escaldón era de los de San Martín. Al decir eso, pues hubo un juicio, y el término pasó a San Martín, con Escaldón y el Chano… Los de Requejo siguieron metiendo las vacas en Escaldón. Entonces tocaron a concejo y cogieron las vacas de los de Requejo y se las llevaron decomisadas a Puebla…» (San Martín. Varios)

En esta narración aparece la creencia de que, como las personas que fallecen en un lugar deben ser enterradas en la parroquia a la que pertenece ese lugar, si éste está en litigio pasar  a pertenecer al municipio que se haga cargo del fallecido. La identidad del territorio no sólo era correlativa a los moradores vivos, sino también a los moradores  difuntos. Un segundo hecho a destacar es la acción de confiscar las vacas. Todos los animales que entraban en el término que no eran de propietarios del municipio podían ser arrestados en el pueblo invadido hasta que sus dueños no pagaran los desperfectos ocasionados.

(3)  Archivo Diocesano de Astorga. Documentos de la Parroquia de Terroso, V-9.

(4)  Idem.

(5)  «Pleito marratorio de Terroso y San Martín con Santa Colomba» (1757). Este extenso documento se encontraba en la escuela de San Martín. Sobre el mismo tema también hay otro en los documentos de la Parroquia de Terroso en el Archivo Diocesano de Astorga: «Real provisión sobre la propiedad del término entre Santa Colomba y San Martín» (1757).

(6)  El Catastro de Ensenada dice textualmente cuando hace relación de los campos comunes del municipio: “…poseído por el común de dichos varrios…» refiriéndose a San Martín y a Terroso. El Diccionario de Madoz (1845-1850, edic. 1984) al describir el pueblo de San Martín dice lo siguiente: «…Forma con el barrio de Santiago (Terroso) de su mismo nombre, de quien es anejo, una parroquia...». Voz SAN MARTIN DEL TERROSO, p g. 105.

(7)  En el Archivo Diocesano de Astorga, documentos V-9 de la Parroquia de Terroso, se encuentra un documento fechado en 1959: «Deslinde del monte público número 136 El Escaldón» a favor de los vecinos de Terroso. A su lado hay otro documento mecanografiado titulado «Acta de sesión extraordinaria» del Ayuntamiento considerando improcedente el deslinde, con fecha de 24 de Junio de 1959.

(8)  Algunos cuentos sanabreses editados por Luis Cortés (1981) pueden ser ejemplos de lo dicho, páginas 47-48 y 151-152.

(9)  Krüger (1925) escribía que los habitantes de los pueblos del valle de Lubián afirmaban abiertamente: “Falamus galegu… somus galegus» , pág. 5. Un testimonio idéntico lo encontramos en el trabajo que sobre el dialecto lubianés realizó Luis Cortés (1954).

(10) En los estatutos de la Cofradía de Animas de 1728 se puede leer: «item ordenamos y se muriere algún pobre del lugar o forastero asistan a su entierro con la zera y le manden decir una misa de cuerpo presente.» Archivo Diocesano de Astorga, Libro de               la Cofradía de Animas, Parroquia de Terroso.

También en el libro de Defunciones de la Parroquia de Terroso encontramos descrito un accidente ocurrido el 28 de Septiembre de 1841 que asegura lo dicho. «…que murió ahogado en el regato de Cabrones por una furiosa y repentina tempestad que en pocos momentos se formó, de modo que habiendo pasado una manga del mismo arroyo trató de pasar a la otra que le restaba y ya no le fue posible volver atrás ni pasar adelante. Y así creciendo por instantes y enormemente la avenida lo arrebató del único apoyo que había encontrado en unas retamas que sucumbiendo a la fuerza del agua… vino a parar su cadáver conducido por las aguas al puesto que se atraviesa desde Requejo hasta Pedralva y junto a la presa que conduce para los molinos de Pedralva un poco más arriba del pontón de Terroso y término del mismo, por cuya razón se sepultó en  esta parroquia…«. El fallecido era de Requejo.

(11) Diversas versiones de la leyenda del Lago de Sanabria las podemos encontrar en la publicación realizada por Luis Cortés (1981), páginas 19-26.

Posteado por: lenguajesculturales | octubre 13, 2010

Mondongo y Orden de matanza (Sanabria)


Mondongo” y “Orden de matanza”.

      

El día 17 de enero se celebra la fiesta de san Antonio Abad, patrono de los animales. Es un día de recogida de ofrendas y subasta de las mismas, día de “sanantonadas”, relaciones y “piques” entre mozos y mozas. En fin, una más de las muchas fiestas que se hacían antiguamente en los meses de diciembre, enero y febrero. Algunos informantes confirmaban que ya por estas fechas comenzaba el carnaval, ¡a mediados de enero!, para terminarlo a mediados de febrero. En unos pueblos zamoranos se engalanaban las mulas y se las hacía protagonistas de la fiesta, y en otros se subastaban piezas de las matanzas o se regalaba un gurrino que merodearía por el pueblo todo el año, el cerdo de San Antón, de modo que la fiesta se llamaba san Antonio “Gurrineiro”, por ser el cerdo el animal protagonista.

En los últimos meses del pasado 2005 se han publicado por los menos cuatro artículos sobre el tema del cerdo y su sacrificio anual. Sobre todo destacan el de Celedonio Pérez, muy familiar, detallado y amplio, “Mondongos de antaño, matanzas de hogaño” (La Opinión de Zamora, 5/12/05) y los dos de Francisco Rodríguez Pascual, como siempre en su línea de análisis antropológico y divulgativo, “El cerdo, signo de contradicción” (La Opinión de Zamora, 13/11/2005) y “El pizpierno” (La Opinión de Zamora, 22/11/2005).

Pero también en este mes de enero se están haciendo chorizos por algunos pueblos de Zamora. No digo “matanzas”, porque ya sabemos que muchos paisanos se ahorran el trabajo de cebar los cerdos durante el año y compran directamente a un carnicero la carne que necesitan para hacer su “matanza”particular. Los tiempos cambian y las costumbres también. El mondongo del mes de enero es costumbre de los últimos años. Cuando hace treinta o cuarenta años la matanza era la base de la alimentación anual de muchas familias, había que hacerla en noviembre o diciembre, porque la del año anterior ya se había agotado. No se podía esperar al mes de enero.

El texto que presentamos pertenece a un maestro y posteriormente ventero y prestamista de un pequeño pueblo sanabrés. Ya hemos publicado con anterioridad otros textos de este original zamorano, y todavía podremos ofrecer más. Era un hombre ordenado y curioso, hasta tal punto que llegó a anotar algunos detalles del mondongo de los años 1929, 1930, 1932 y 1935. Al parecer cambió de echar sal gorda a sal fina, “que sala más”, y esto le llevó a  detallar los gramos que echaba por cada kilo, para recordarlo al año siguiente. En el año 1929 quedó salado el mondongo, así que fue reduciendo la cantidad de sal de los 50 gramos por kilo en 1929 a los 20 gramos de 1932. Soso le quedaría el último mondongo porque en 1935 subió a 30 gramos por kilo.

El texto también contiene otros datos curiosos: los lugares donde guardaba el dinero en su casa, pero esto lo comentaremos en otra ocasión.

Cada familia tenía su modo de hacer el mondongo, lo mismo que el pan. Me contaba una informante que el pan que se cocía en su casa era apreciado por el resto de vecinos, que si había que pedir prestadas algunas hogazas, todos acudían a su casa para intercambiar. Era costumbre que si la hornada de pan semanal o quincenal no te llegaba, acudías a un vecino para que te diera de su pan, y cuando volvías a cocer le devolvías las hogazas que te había prestado. En esto de la matanza, el tocino, el lomo, el jamón, los chorizos… no se intercambiaban, no. Lo que pasa es que casi todos los vecinos llegaban a probar la matanza de los demás porque en los trabajos compartidos, como podía ser la siega, el acarreo, la maja, etc… el que ayudaba debía ser invitado a comer por el que segaba, acarreaba o majaba, y de este modo muchos paisanos podían opinar sobre la matanza de sus vecinos.

La familia de este paisano sanabrés componía así su mondongo:

2. (Trascripción del texto:)

Mondongo.

26 de Diciembre de 1929: Le heché a los gijos de carne 50 gramos de sal a cada kilogramo y a los de boches 60 gramos id. Id. Id. Al parecer quedo salado.

Hay que hechar 40 gramos a cada kilo de sal menudo blanco, que dicen que sala mas. De este se hechó al mondongo de 1929.

 

Junio 1930.

 

En el desvan donde dorminos la mayoría republicanos 2.000

Bajo de una tigera al lado del norte la del poniente en una caja

En el desvan de la sala del comercio, al Norte en una lata 1.000

En el despacho, bajo el tablero en una caja.. 1.000

En el baul de……  1.000

En el armario…. 1.000

 

Saque de casa 5 Nbre. 1930

En plata 87 pesetas en papel 4.250. dejé en casa en papel  3.750_______ 3.750 y en….

 

 

Orden de matanza

 

Se matan los cerdos. Después labar las tripas en el Rio, se traen y se hechan en una caldera de agua. Al dia siguiente se vuelben a labar en agua fria y después se escaman (meten en agua caliente) y se vuelben a refrescar y se preparan para picarlas y se quedan en agua con sal las de embutir. Al dia siguiente se habren los cerdos y se hace el mondongo, procurando que todo vaya con mucha limpieza y bien salado para que no se pierda.

Cuando desagan las tripas hay que darle rodillas(¿) para que limpien la mierda si la hacen

Al ir a labarlas hay que darle un embudo, un cántaro y una rueca.

31 Dbre 1932: Le heché a cada kilogramo de carne 20 gramos de sal para los chorizos de carne

“ “ “  Idem idem para los de boches—30 gramos, y el pimiento, orégano y canela necesarios. De canela para todo 2 reales. En 1935. le heche 30 gramos a cada kilo

(3. Comentario)

Destacamos algunas palabras y expresiones que merecen un breve comentario.

Gijos: es el término que utiliza para referirse a chichos o xixos, la masa del mondongo, que en toda Castilla es la carne de cerdo bien picada y sazonada con sal, orégano, pimentón… el contenido de los chorizos.

Boches: Son los chorizos hechos con tripa fina y rellena con las “menudencias” y “sangraderos” del cerdo, el hígado, el corazón, los riñones, y a los que se añade carne de oveja o de carnero matado con ocasión de la matanza. Nuestro informante los adereza con pimiento, sal y canela. Ha sorprendido a algunos convecinos suyos el uso de la canela para estos chorizos. En otros pueblos zamoranos más al sur llaman chorizo a lo que los sanabreses llamaban boches, y longaniza a lo que los sanabreses llaman chorizo.

Estos chorizos boches de peor calidad se comían en primavera y al principio del verano, echándolos a cocer en el “caldo”.  No pasaban de ese tiempo porque se ponían rancios, y su carne dura.

Todo bien salado para que no se pierda: Probablemente el motivo de este texto original sobre la matanza fue la experiencia de echar sal fina y “menudo”, que sala más, en vez de sal gorda al mondongo. La clave de la conservación de los alimentos, técnica pasada de generación en generación, es la buena salazón, el clima frío y seco, y el humo de lumbre de roble. Los inviernos excesivamente húmedos “han echado a perder más de una matanza”. Hay que pasarse todo el día con la lumbre encendida para que la humedad no afecte a la carne.

Procurando que todo vaya con mucha limpieza: Esta expresión la he escuchado a todos los que me han explicado la matanza. Si había algo que cuidaban o tenían intención de que fuera bien, eso era la limpieza. Sospecho que a lo que se refieren fundamentalmente es a la limpieza de las tripas, sobre las que hace varias alusiones. Era un dicho muy repetido: “Del cerdo se aprovecha todo menos la mierda”. Esta era la gran preocupación, eliminar la mierda de las tripas, todo lo demás, al mondongo. También hay otro dicho que afirma “Carne en calceta, para el que la meta”. No todo lo que se echaba al mondongo era del agrado de los demás. Había familias que hacían los chorizos con una carne determinada y otros mezclaban de todo para hacerlos durar más… eran las exigencias de la economía familiar.

Cuando desagan (sic) las tripas hay que darle rodillas (¿) para que limpien la mierda, si la hacen: Deshacer las tripas era labor de mujeres, que rápidamente, nada más matar y desangrar al cerdo, se abría y se sacaban completas dentro del “redaño”, decía una informante, la capa de grasa que las envolvía. El manto de grasa se separaba de las tripas en caliente, de lo contrario, era difícil hacerlo. Con él se hacían, por ejemplo, los “torrejones” fritos, muy ricos mezclados con miel. En el arroyo o en el río se lavaban las tripas. Y había que “darle rodillas”. Es difícil leer lo que escribió nuestro informante. Algunos convecinos me han dicho que lo que quiso dar a entender con esta expresión es que el trabajo era muy delicado porque había que ponerse de rodillas y limpiar muy bien (¿).

Al ir a labarlas (sic) hay que darle un embudo, un cántaro y una rueca: Los informantes recordaban este dato como uno de los trabajos más característicos de la matanza. Para lavar las tripas finas se llenaba un cántaro de agua, se ajustaba un embudo de latón al comienzo de la tripa y se echaba agua del cántaro para que escurriera la mierda. Después, se metía la rueca de madera y poco a poco se le daba la vuelta a la tripa con la ayuda de la rueca para acabar de limpiarla.

(4. Testimonio directo)

Una matanza en Sanabria en la mitad del siglo XX. Testimonio de la ti Encarnación Brisidiña.

Primero desayunar. Se comía mejor que en la maja. Ya te ponían un guisao por la mañana, y después que comías aquello y tomabas unos tragos buenos ya no tenías miedo al cerdo para nada. Había que echar mano de las orejas, si no, te mordía el cerdo. Se mataba el cerdo y después se sacaba al quemadero para chamuscar los pelos.  De que los chamuscabas le cortabas el rabo y se lo dabas al dueño para que subiera a asarlo. Lo asaban las cocineras. Le sacábamos la sangre. Antes valía para hacer morcillas. Se echaba la sangre en un caldero y se daba vueltas hasta que se enfriara y no se cuajara. Después hay que abrir el cerdo una vez chamuscao con paja.  Para chamuscarlo se ponía entre dos palos, y lo quemabas por un lado y por el otro.

Se rajaba el cerdo en casa, y así se colgaba. Le sacabas el vientre y las mujeres tenían que estar con un balde o con un cesto recogiendo las tripas. Luego se sacaba el unto, la ballada, todo en un trozo, y de ahí se sacaba el unto. Las mujeres deshacían las tripas encima de las pajas sin que se rompieran. Se le sacaba el cabezón, la manteca, la grasa en la que están liadas las tripas. Después se freía esa grasa y se hacían farinatos y morcillas. Después al arroyo a lavar las tripas, luego se cortaban de medio metro… Las mujeres marchaban a lavar las tripas y los hombres dejaban los cerdos colgaos. El trabajo de los hombres ya estaba hecho. De que los mataban y los abrían, ya el trabajo era de las mujeres. Después de venir de lavar las tripas, las mujeres… pues ya estaba la cocinera con un jarro de barro grandón llenito de vino caliente con miel para beberlo…

El cerdo se cortaba a las veinticuatro horas, hasta que no se jugaba la carne no se deshacía el cerdo, que se ponía tieso. Deshacías el cerdo y ponías cada cacho para su lado. Los sangraderos y los bofes para los chorizos de bofes, los sangraderos… donde se metía el cuchillo para matar al cerdo… todo eso para una artesa o un cubo limpio. Las costillas y la carne para otro lao, a un balde, una artesa o un cubo.  Y los lomos, si los querías picar, ya también iban allí. Y si no, los ponías aparte. Le echabas cuatro arenas de sal una noche y luego al otro día los adobabas para colgarlos y tenerlos para (el trabajo del mes de junio de) segar la hierba. Para los chorizos, con la carne que habías sacao, se pisaba ajo y un poquito de orégano. Mi madre era muy curiosica, ponía en un papel junto a la lumbre un poco de orégano, lo ponía cuando íbamos a hacer los chorizos. Se secaba, y luego lo frotaba, y el orégano se deshacía. Para picar la carne la ponías en trozos sobre un mortero al revés, y se cortaba la carne sobre el culo del mortero… y para la artesa. Luego calculabas lo que había en la artesa de carne: Bueno, pues ¿cuántos panes hay aquí?… Pues hay tres panes de carne… pues echaba un puñao de sal. Para los chorizos se hacía igual que para el pan. Después echabas el ajo que te parecía, y después el orégano y el pimiento. Aquí se echaba un kilo de pimiento por cerdo. Yo se lo echaba… si ves que quedaba poco color en las manos, pues le echabas un poco más. La prueba de los chorizos se hacía en la sartén, los xixos.

Se dejaba unas horas el mondongo todo preparao en la artesa. Luego, después de hacer la prueba se embutaba todo con un embudo, en las tripas, a mano. Las tripas había que prepararlas antes. Según venían las tripas de lavarlas le dabas un pasón con agua con limón y un poco de vinagre y te quedaban como el papel. Después de meter el mondongo en las tripas se colgaban los chorizos.

Los jamones y las espaldas se ponían en sal y también los tocinos. Los tocinos con ocho días en sal tenían bastante, pero los jamones no, los jamones tenían que estar quince o veinte días, bien apretados en sal.

Para curar todo eso… pues las morcillas, hasta que pasaba marzo no las podías bajar, los farinatos también y los lomos igual. Los farinatos se hacían con pan y con miel, con nueces y la manteca del cerdo. El jamón y el tocino colgaban hasta mayo, y luego los bajabas a la bodega…” (Marzo de 1986)

 

 

 

 

Posteado por: lenguajesculturales | octubre 13, 2010

Ropa de casa y vestido diario (Sanabria)


ROPA DE CASA.

Los manuscritos que presentamos pertenecen a un maestro de escuela y también ventero de un pueblo de Sanabria (Zamora) en la primera mitad del siglo XX. Están tomados de un Libro de Registro Escolar y de un Libro de Caja de la Venta. En ellos nuestro curioso paisano anotó numerosas informaciones que no tenían mucho que ver con lo propio de ambos libros. El Libro de Caja de la Venta tiene una pegatina detrás de las pastas de cartón duro con un número de serie,  “Nº 4175  (cuando se desee otro libro igual basta indicar el número) Imprenta y encuadernación de Fernando Santarén Madrazo- Valladolid”. Las primeras anotaciones de movimientos de ventas y dinero (en reales y pesetas)  son de 1910, llegando hasta 1941. En algunas de sus páginas detalla la “ropa que tengo” o la “ropa que hay” en 1920, 1925 y 1929. Trascribiremos el manuscrito de 1929.

El libro de la Escuela es un “Registro Escolar Solana. Libro de matrícula, asistencia diaria, clasificación, contabilidad y correspondencia. Serie B. 4,50 pesetas” está fechado entre 1924 y 1925, aunque la información que aportamos ni es de esos años ni tiene nada que ver con la escuela. En la última página detalla en dieciocho líneas los cambios de sábanas de la cama, los cambios de camisa y calzoncillos que efectuó durante los años 1944 y 1945.

Texto nº 1. Libro de Caja de la Venta.

Ropa que hay en Diciembre de 1929.

4 sábanas con puntilla que yo tenía y una que le regaló  F.( su mujer) a M. (familiar o amiga., 5, y otras cinco compañeras sin puntillas, todas marcadas y nuevas igual a

diez almohadones con puntilla y marcados

ocho sábanas fuertes y nueve remendadas

dos sábanas, la de acribar, y la que está bajo los lienzos

13 almohadones nuevos y nueve usados y viejos

5 colchas nuevas y una vieja…

35 piezas de lienzo y estopa de 10 varas y dos piezas de 5 (varas)…

15 camisas y 10 calzoncillos (de) J. (nuestro paisano) de lienzo y 5 camisetas y 5 calzoncillos de punto…

3 manteles, 11 servilletas, 4 paños de mesa, una paño de ofrenda, 2 tapetes de la mesa nocturna

14 moqueros para todos y 2 afeitadores

12 camisas y 4 enaguas para F. (su mujer) y un pantalón

11 idem y 4 idem para M. (su hija)

17 pares de calzetas para J.

12 pares de medias de lana y 6 de algodón para F. y M.

5 mantas caseras, cuatro en buen uso y una vieja

3 cobertores sin estrenar, blancos, 4 en buen uso, dos viejos y uno para el aparejo

2 mantas de aparejo, una en buen uso y otra vieja

5 jergones de tela, 2 en buen uso y 2 deteriorados y un somier… y uno nuevo

15 almohadas de lana

3 colchones (de lana) en buen uso

2 cobertores de algodón

3 toallas nuevas”

Texto nº 2. Última página del Libro de Registro Escolar.

“18 junio 1944. Mudé camisa, calzoncillos, corte de pelo y barba

9 julio            Mudé camisa y calzoncillos

28 julio            corte de pelo y barba

31 Mudé camisa y calzoncillos

16 de agosto. mudó las sábanas de la cama.

20 Mudé  camisa y calzoncillos

3 Septiembre        idem.

24 idem.

22 Octubre             idem

26 Nbre.                 idem

12 Dbre.         Mudó una sábana y dos almadas de la cama

25  Dbre         Mudé calzoncillos y camisas

28 Enero 1945. Mudé   idem.

25 Febrero        Mudé   idem   y una sábana u dos almo…

28 Marzo          Mudó una sábana de estopa como la anterior

2  Abril          Mudé camisa y calzoncillos

25                   Mudé sábanas y camisa

15 Julio          mude camisa y calzoncillos.”

COMENTARIO.

El primer texto es una relación de ropa de casa. Salta a la vista que no es una casa normal, pobre y pequeña. Nuestro informante regentaba una venta ( en el kilómetro 93 de la carretera Benavente-Orense), y debía disponer de la ropa de cama necesaria para el viajero o comerciante de paso que quería pernoctar. Era la ropa para las camas “de escusa”, como así escribe en las otras listas de ropa de 1920 y 1925. La mayor parte de los arrieros que también paraban dormían en jergones de paja improvisados con sacos.

El ajuar personal de él, su mujer y su hija, probablemente sería más amplio que el de cualquier otro vecino: 15 camisas… 10 calzoncillos… 4 enaguas… 16 pares de calzetas (calcetines)…

Por último, destacamos algunos elementos significativos como la sábana “de acribar”,  “el paño de ofrenda”, los paños “afeitadores”, los “moqueros” (pañuelos), el “lienzo” (tela fina de lino), la “estopa” (tela basta de lino)…

El segundo texto del mismo paisano hace referencia al uso que hacía de la ropa y a su higiene personal. Podemos deducir que se cambiaba de camisa y calzoncillos aproximadamente cada mes, y su mujer ( pone expresamente “mudó” (ella), y no “mudé”) cambiaba las sábanas de la cama cada dos o más meses. La expresión que normalmente sale espontánea al leer este testimonio es: “ ¡Si esto hacía el maestro del pueblo, el ventero, el que tenía más posibles… cómo harían los demás!

La higiene personal correspondía al modo de vida. No se necesitaba estar muy limpio y arreglado para trabajar en el campo. Un informante actual, recordando aquellos tiempos decía: “…Te lavabas en una palangana. Ahí en una esquina tengo yo una donde me lavo todos los días. Afeitarse, una vez a la semana, los domingos. De bañarse, nada… sólo de rapaces íbamos al río…

Los sanabreses llevaban una indumentaria similar entre ellos y sencilla. El reportaje fotográfico que acompaña estas líneas así lo confirma. El modo de vestir normal de un sanabrés se basó durante muchos años en los productos que su economía ofrecía, la lana y el lino.

Hasta la mitad del siglo XIX la producción de lino era una de las labores más importantes. La creación de la carretera de Castilla a Galicia (“Villacastín-Vigo”) facilitó el comercio y el transporte, con lo que los sanabreses pudieron adquirir nuevos productos, y entre ellos otros tipos de tela alternativos a los obtenidos en la manipulación de la lana y el lino autóctonos (Nuestro informante tiene 10 calzoncillos de lienzo (lino) y 5 de punto. Su mujer y su hija 12 pares de medias de lana y 6 de algodón).

Haciendo una digresión etnológica, sugerida por el reportaje fotográfico, la ropa de vestir es un signo de lenguaje ecológico: manifiesta el aprovechamiento y la adaptación que se hace al medio en el que se vive (lino, cultivado en las tierras sanabresas, y lana, obtenida de las ovejas que pastaban en sus lameros y bosques). Y es un signo de lenguaje social porque el vestido diferencia o identifica. Nuestros paisanos se diferenciaban por el sexo en su indumentaria, pero no por su posición generacional. La presentación externa de un niño/a y la de un adulto eran parecidas. Lo confirman los componentes de la Misión Pedagógica a San Martín de Castañeda en 1935:  “…contra la boina (de los niños), el moño de las niñas (con el pañuelo en la cabeza), los zapatos de madera herrada y las sayas y refajos hasta los pies emprendemos una lucha sorda, persuasiva…

El hombre (el niño, el mozo y el adulto) vestía un traje de “pardo”, tela hecha de lana: pantalón y chaqueta con chaleco interior. Llevaba una camisa de lino muy amplia y larga. Cuando el frío lo requería, añadían alguna prenda de lana. Cubrían también sus pies con calcetines de lana (“calzetas”) y los protegían del agua con los “cholos”, botas de suela de madera y cuerpo de cuero. Para las fiestas tenían botas hechas por un zapatero. Cuando las botas se rompían eran aprovechadas para remendar o hacer unos “cholos”. El vestido de fiesta era igual que el de diario, aunque más nuevo o mejor conservado. También podían disponer de una capa de “pardo” que servía como abrigo en las rondas de las frías noches sanabresas. Cuando nevaba, algunos protegían los “cholos” y los bajos del pantalón con una piel de cabrito atada desde la rodilla a los pies. La ropa interior era de lino (“lienzo”), como las camisas.

La mujer (la niña, la moza y la mujer adulta) llevaba permanentemente un pañuelo en la cabeza (algunas hasta para dormir). Era una tela negra, cuadrada, doblada en forma de triángulo, que ponían sobre la cabeza atándola en la parte posterior del cuello o sobre la frente, de modo que cerrase bien el pelo y enmarcase la redonda cara de la mujer sanabresa. Relataba el padre César Morán: “ Se ven trajes masculinos y femeninos de paño casero grueso y sin teñir ( el “pardo”), del color nativo de la lana… Da pena ver a las muchachas de aquí pasar calzadas con pesados zapatos que tienen el piso de madera y hacen gran ruido por las losas de la calle… Las mujeres… visten chambra, mantón cruzado ante el pecho, mandil, saya remendada y pañuelo arriba atado a la cabeza.” La mujer vestía camisa de lino ancha y larga, la “chambra”, más o menos adornada en puños y cuello según fuera o no de fiesta. Utilizaban sobre la camisa un justillo ( jubón, corpiño), y sobre éste llevaban un manteo de lana cuyas puntas cruzaban sobre el pecho para atarlas a la espalda. Cubrían sus piernas con calcetines o medias de lana y largas “sayas” de paño o lana de diversos colores. La “saya” era una pieza que daba dos vueltas a la cintura de la mujer cayendo casi hasta los pies. Sobre la “saya” siempre llevaba  un mandil, prenda de gran valor práctico para llevar o esconder cualquier cosa, y para proteger la “saya” de la suciedad que ocasionaba el trabajo en el campo y con los animales. Los “cholos” eran también su calzado habitual, y, como en el caso de los hombres, en los días de fiesta calzaban botas hechas por un zapatero. Utilizaban como prendas interiores refajos, enaguas y “los faldones de las camisas”.

Cerramos este comentario con tres citas del Libro de Caja de la Venta de nuestro magnífico informante que dejó anotadas algunas de las prendas anteriores:

14 de junio de 1913, debe 5.30 reales, rebajados por la hechura de chaqueta, chaleco y chambra de los chicos...” “8 de octubre de 1914… recibí 5 reales de la hechura de los pantalones y 1 real de la compostura del jubón… Recibí la hechura de un manteo.” “ 21 de marzo de 1919… más 42 reales que le presté para la saya...”

Juan Manuel Rodríguez Iglesias.



Posteado por: lenguajesculturales | octubre 12, 2010

Bibliografía (hasta 1990). Sanabria. Guía cultural


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