Posteado por: lenguajesculturales | septiembre 1, 2010

Higiene, salud, alimento y vestido en la cultura tradicional sanabresa. Sanabria. Guía cultural.


Algunas anotaciones sobre higiene, salud, alimento y vestido en la cultura tradicional sanabresa.

El lenguaje ecológico de los sanabreses propiciaba unas determinadas condiciones higiénicas y sanitarias, reafirmadas también por el lenguaje social y por el lenguaje tradicional.

Las condiciones higiénicas de una casa eran mínimas si se tiene en cuenta la falta de espacio habitable, la falta de ventanas grandes, de salidas de humo, y la cercanía de los animales y del estiércol producido por ellos. En general, un sentido de la vida cerrado en la atención exclusiva a las fincas y a los animales, propiciaba unas condiciones higiénicas y sanitarias precarias, por la escasa preocupación que en el conjunto del tipo de vida llevada por los sanabreses tenían estos temas de la salud y la higiene.

«Mira, es que antes no había preocupación por esas cosas… además, es que no había dinero. Si caías  enfermo, pues sopas calientes y a la cama…y si curabas, curabas…»

Las condiciones higiénicas de los sanabreses durante estos siglos que describimos estaban determinadas por su modo de vivir.

El agua para el consumo humano era un bien fácil de obtener. Los barrios disponían de fuentes preparadas, con pilas de piedra para lavar la ropa, cosa que también hacían en los CAÑOS de agua que corrían por ambos pueblos. Aparte existían fuentes utilizadas como abrevaderos para los animales. En el interior de la casa el agua se tenía en calderos, en cántaras de barro o de cobre, colocadas en un banco especial para ellas. Un caldero con agua solía colgar de la cadena de la chimenea encima del fuego; servía para preparar el  ESCALDAO de los cerdos.

La cuadra era el lugar donde iban a parar todos los desperdicios que se producían. Una tabla móvil en el piso, llamada ZAPLON, servía para arrojar a la cuadra los desperdicios de la limpieza y de la comida. Estos últimos eran muy escasos en este modo de vida, y los pocos que se producían acababan en la cuadra o en el caldero de los cerdos y las gallinas. Entraban en el ciclo cerrado de toda energía que sirviese para alimentarse o producir alimento. Todo desperdicio humano iba a la cuadra. En la cuadra se pudría y formaba parte del estiércol que enriquecía las TIERRAS y las CORTINAS. Las tierras producían paja y centeno. La paja volvía a la cuadra como cama para los animales, repitiéndose de nuevo el ciclo. Los desperdicios comestibles iban a los cerdos o a las gallinas: más tarde, tanto los cerdos como las gallinas se hacían alimento para el propio ser humano, repitiendo este ciclo de energía alimentaria. No cabe duda de que los desperdicios producidos por el grupo doméstico era una mínima parte dentro del ciclo de transformación, lo único que pretendemos destacar es la integración que hasta estos mínimos detalles tenían en el modo de vida sanabrés.

La ausencia de higiene era constante en todos los  ámbitos de la vida, siempre cercanos a los animales, a sus desperdicios y a la falta de limpieza que se originaba del constante trabajo en las labores agrícolas y ganaderas. En el informe de los participantes en la Misión Pedagógica a San Martín de Castañeda encontramos algunas impresiones que pueden ilustrar lo que decimos.

«Niños harapientos, pobres mujeres arruinadas de bocio, hombres sin edad agobiados y vencidos, horridas viviendas sin luz y sin chimenea, techadas de cuelmo y negras de humo…» (31)

«…Hemos visto morir a un niño en San Martín (de Castañeda); se alimentaba con biberón que se le hacía tragar cada vez que lloraba; un biberón sucio, sin el menor control científico en su composición, donde la leche fría y cuajada del día anterior se mezclaba con la de hoy, ­ cosas de brincadeira! ­  También lo usaron así otros y no pasó  nada! « (32)

Estas condiciones de vida y la climatología propiciaban el tipo de enfermedades que sufrían aquellos vecinos.

“ Vimos graves casos de cáncer, reumatismo poliarticular (endémico en la zona), anemia perniciosa, atrepsias, varios dolorosos casos de bocio infantil en edades de cuatro a seis años…»(32)

«…la criatura se retuerce sin gritos…encogiéndose convulsivamente sobre las rodillas… Está con el ataque, hay que operar ( los padres no pueden)… así, bajo los ojos fijos y los llantos a voces de los padres se mueren a cientos los niños aldeanos de enfermedades innumerables, pero muchos de pobreza, de ignorancia, de abandono…» (34)

En el Diccionario de Madoz encontramos una reseña de las enfermedades comunes en toda Sanabria.

«… su clima durante nueve meses frío y húmedo, en los tres restantes seco y caluroso; sus enfermedades más comunes, las pulmonías, reumas y fiebres gástricas que suelen degenerar en nerviosas.» (35)

En las condiciones de vida de nuestros vecinos las enfermedades contagiosas como la difteria, popularmente llamada el GARROTILLO, la viruela o la GRIPPE, encontraban un campo fácil de propagación, sobre todo coincidiendo con épocas de hambruna, sequía o malas cosechas (36).

«La difteria atacaba mucho, se curaba con leche, con lo que se pudiera… Morían también de pulmonías. Por calor y beber agua fría, el cuerpo no tenía fuerzas…  Por la grippe del 18 en San Martín y en Terroso también murió gente. A quien más le dio fue a los pequeños. Se le llamaba el mal de moda. Aquí lo curaban con agua de colantrillo y con agua de anís, y cocer gallinas y carne y beber el caldo que se hacía con eso… entonces no había otros medicamentos, no había nada.»

(San Martín. Ti Galán)

«Todo era por la falta de higiene, por la mucha bastidad… no se tenía cuidado de nada. Donde bebía uno bebían los demás aunque estuviera enfermo. Igual que  en la comida, estaban todos envueltos, todos comían del mismo plato, y ya podías ver que no había separación en las camas, todos dormían juntos, en el mismo cuarto…»

(Terroso. Ti Encarnación)

El testimonio de nuestro informante es suficientemente expresivo para comprender cómo ciertos signos de lenguaje ecológico y lenguaje social propiciaban las enfermedades que entraban en la casa sanabresa.

Los remedios para curar estas enfermedades eran los que estaban a su alcance, al nivel de su cultura, entre lo que ofrecía la naturaleza donde vivían y la tradición de sus mayores (37). El agua de colantrillo, el agua de anís y otros cocimientos de hierbas, las friegas con unto, los caldos de gallina, los emplastos de linaza, etc. eran los remedios asequibles a su modo de vida. El médico, figura externa al municipio, residía normalmente en Puebla de Sanabria y sólo se le llamaba en un caso grave.

Otras costumbres, como echarse en un prado en la madrugada de San Juan para curar la sarna, tocar la campana de la iglesia para curar el bocio, rezar una oración, hacer una promesa a la Virgen de la Encarnación y dejar un exvoto de cera en la ermita, ir en la procesión de la Fiesta con el HABITO, colocarse debajo de las andas de la Virgen, colgarse del cuello la bolsita de las reliquias en los momentos de parto o enfermedad etc. eran signos del lenguaje tradicional con los que también pretendían salvar una situación de enfermedad cuyo origen y curación desconocían.

En general, las condiciones climáticas de frío y humedad, la monótona y , en muchos casos, escasa alimentación, y las precarias condiciones higiénicas de vida, eran las causas más importantes de las enfermedades, y ,tristemente, de las defunciones de los sanabreses.

Entrando ahora en el monótono régimen alimenticio, diremos que EL CALDO era el plato habitual de las casas sanabresas. Caldo de berzas con patatas, caldo de fréjoles con patatas, caldo de patatas con pan, aderezado con grasa de cerdo ( el aceite sólo se utilizaba en días muy señalados). A esto se añadía un trozo de pan con tocino y los productos del tiempo, como las castañas y algunas manzanas CAMUESAS, cuando las había. Todo lo que se salía de esta dieta pertenecía a los días especiales, las fiestas, los días de trabajo de siega o MAJA. La leche, la carne fresca, los huevos, y otros productos no autóctonos, como los fideos, el arroz y el bacalao, sólo se preparaban en esos días especiales (38).

«No había unas horas de comida o desayuno como ahora, nada de eso. Primero por la mañana se comían unas sopas de pan, antes no había ni leche ni café. El almuerzo a mediodía era el caldo, y esto todo el año, incluso los domingos. Variaba lo que le echabas, que si alguna vez un poco de carne o de chorizo. Podría ser de berzas o también de grillos (de grelos) en diciembre y enero, pocas veces de fréjoles en el           verano, claro. También podría haber unas patatas en cachelos. En Enero venía la época del torrezno, tocino, mucho tocino. Eso sí, pan a todas horas, con todas las comidas, pan de hogaza de centeno hecho por  nosotros. Todo lo demás quedaba para las fiestas o los días así. Por las noches había unas castañas asadas, cocidas o puestas pilongas en cestos de mimbre cerca de la lumbre.»

(Terroso. Andrés)

Nunca faltaba el pan de centeno. A veces era lo único que había, pan seco, en ocasiones duro, por ser de las últimas hogazas, o untado con tocino, y , como cosa especial, con un trozo de chorizo; el pan en sopas con UNTO, o con patatas, migado en el caldo, de cualquier modo, pero que hubiera pan, porque de lo contrario daba la impresión de no haber comido. La base de la alimentación de los sanabreses era el pan moreno de centeno.

El desconocimiento de otros alimentos por parte de nuestros vecinos provocaba anécdotas graciosas. En varios lugares de Sanabria se cuenta la historia de la ancianita que no conocía el café, y cuando se lo llevaron no sabía hacerlo. Cocía los granos, tiraba el agua y veía que los granos seguían igual de duros. O la de aquellos a los que les ofrecían café y no lo tomaban porque creían que era AGUA DE CASTAÑAS. Estas anécdotas muestran que los alimentos son signos del lenguaje ecológico de cada cultura; también pueden convertirse en signos del lenguaje social y tradicional, pero no es el caso. Cuando aparecen alimentos ajenos a la cultura autóctona se producen situaciones graciosas, pero lógicas, ya que quien los quiere aprovechar no sabe qué hacer con ellos, no forman parte de su lenguaje ecológico.

«Esto se lo contaba a mi padre una señora anciana: – Mira rico, el tí Josepico casouse con una del Agua de la jara (de Guadalajara) y vienu y trújome una cousa así como os cuernos das cabras… Y mi padre le dijo que si eran plátanos…- Eso, eso, eran tártamos, dijo ella, pero muy durísimos, yo no era capaz de comerlos, – Pero si son blandos, le decía mi padre,  ¿cómo no los podía usted comer…?  – No rico, yo no paraba de mazquiar y mazquiar… Entonces mi padre se dio cuenta y le dijo:  – Pero mujer si tien que le quitar a casca, si tien que le quitar a casca y na más se come lo de dentro

Otra vez dijo que le había traído José una libra de chocolate, y le dijo que ella lo comía crudo, y él le dijo que era mejor comerlo hecho, que así estaba mejor, cocido con agua. Pues ella como nunca había sabido cómo se hacía el chocolate, fue y cogió una pastilla de aquellas le ató un hilo y la tiró al pote. – A ver si de que cuezca la saco, pensó ella. Cuando ya el pote hacía furrú,furrú, y ya cociendo, tiró del hilo para ver si estaba cocido el chocolate, y sacó el hilo solo, sin nada, se le haía deshecho el chocolate en el pote.»

(Terroso. Santiago)

Por último, presentamos algunas notas sobre el vestido y la presentación personal del sanabrés.

«Antes se llevaba chaleco y chaqueta de pardo, y camisa de lino… Te lavabas en una palangana, ahí en una esquina tengo yo la mía donde me lavo todos los días. Afeitarse, una vez a la semana, los domingos. De bañarse nada… sólo los rapaces cuando íbamos al río…»

(San Martín. Ti Galán)

La higiene personal respondía al modo de vida. No se necesitaba estar muy arreglado para trabajar en el campo. Salvo las fiestas, el resto de los días no obligaban al vecino sanabrés a presentarse de algún modo especial, más  bien, todos llevaban una indumentaria similar y sencilla, como así lo podemos ver en el reportaje fotográfico de Krüger (1925) (39)

El modo de vestir normal de un vecino sanabrés se basó durante muchos años en los dos productos que la economía sanabresa ofrecía para este menester, esto es, la lana y el lino.

Hasta la mitad del siglo XIX la producción de lino era una de las labores más  importantes. La creación de la carretera de Castilla a Galicia facilitó el comercio y el transporte, con lo que los terrosanos, como tantos otros pueblos sanabreses, pudieron adquirir nuevos productos, y entre ellos otros tipos de tela alternativos a los obtenidos en la manipulación de la lana y el lino autóctonos. El uso de la lana varió a partir de los primeros años del siglo XX. Al disponer de otros tipos de tela más ligeros se renunció al PARDO, por ello la producción de lana sobrante de la confección de prendas de vestir, se empleaba para vender o para hacer colchones, cambiando los antiguos jergones de paja por colchones de lana.

Prescindiendo de las paulatinas entradas de nuevos elementos en la vestimenta habitual, podemos deducir la indumentaria normal de los sanabreses desde los testimonios de la época (40).

En 1932 los madrileños de la Misión Pedagógica constataban en San Martín de Castañeda que los niños y niñas menores de diez años vestían ya como los adultos.

«…contra la boina (de los niños) , el moño de las niñas (con el pañuelo en la cabeza), los zapatos de madera herrada y las sayas y refajos hasta los pies emprendemos una lucha sorda, persuasiva…»(41)

No había diferencias entre la presentación externa de un niño/a y la de un adulto/a, un signo de lenguaje social. En sí, la ropa, primeramente, es un signo de lenguaje ecológico, adaptación y aprovechamiento de las posibilidades que ofrece el  ámbito donde se vive. Se hace signo de lenguaje social cuando el vestido identifica o diferencia. En este caso, la ropa identificaba sólo al varón y a la mujer, pero no la etapa de la vida en la que se encontraba, salvo observando el tamaño de la ropa.

El hombre vestía un traje de PARDO, tela hecha de lana: pantalón y  chaqueta con chaleco interior. Llevaba una camisa de lino muy amplia y larga. Cuando el frío lo requería, añadían alguna prenda de lana. Cubría sus pies también con calcetines de lana y los protegía del agua con los inseparables CHOLOS, botas de suela de madera y cuerpo de cuero. Para las fiestas se tenían unas botas hechas por un zapatero. Cuando las botas se rompían eran aprovechadas para remendar o hacer unos CHOLOS. Su vestido de fiesta solía ser igual que el de diario, pero m s nuevo y mejor conservado. También podía disponer de una capa de PARDO que servía como abrigo en las rondas de las frías noches sanabresas.Cuando nevaba, algunos protegían los CHOLOS y los bajos del pantalón con una piel de cabrito atada desde la rodilla a los pies. La ropa interior que llevaban era de lino, como las camisas.

La mujer llevaba permanentemente un pañuelo en la cabeza. Era una tela negra, cuadrada, doblada en forma de triángulo, que ponían sobre la cabeza atándola en la parte posterior del cuello o sobre la frente, de modo que cerrase bien el pelo y enmarcase la redonda cara de la mujer sanabresa.

«Se ven trajes masculinos y femeninos de paño casero grueso y sin teñir, del color nativo de la lana, trajes que se asemejan a los que llevaron nuestros abuelos los celtas… Da pena ver a las muchachas de aquí pasar calzadas con pesados zapatos que tienen el piso de madera y hacen gran ruido por las losas de la calle… Las mujeres…visten chambra, mantón cruzado ante el pecho, mandil, saya remendada y pañuelo arriba atado a la cabeza. «

(Morán, C. 1986, pág. 50)

La mujer vestía camisa de lino ancha y larga, la CHAMBRA, más o menos adornada en puños y cuello según fuera o no de fiesta. Utilizaban sobre la camisa un corpiño y sobre éste llevaban un MANTEO de lana cuyas puntas cruzaban sobre el pecho para atarlas a la espalda. Cubrían sus piernas con calcetines o medias de lana y largas SAYAS de paño o lana de diversos colores. La SAYA era una pieza  que daba dos vueltas sobre la cintura de la mujer cayendo casi hasta los pies. Sobre la SAYA siempre llevaba un mandil, prenda de gran valor práctico para llevar o esconder cualquier cosa y para proteger la SAYA de la suciedad que ocasionaba el trabajo en el campo y con los animales (42). Los CHOLOS eran el calzado habitual, como en el caso de los hombres, también calzaban botas encargadas a un zapatero, pero sólo para las fiestas. Utilizaban como prendas interiores refajos y los faldones de las camisas.

___________________________________________________________.

NOTAS.

(31)  Misión Pedagógico Social en San Martín de Castañeda (1935), página 1.

(32)  Idem, página 26

(33)  Idem, página 34

(34)  Misión Pedagógico Social en San Martín de Castañeda (1935), página 21 y 22.

(35)  Diccionario Madoz (edic. 1984). Voz PUEBLA DE SANABRIA. Página 119

(36)  Testimonio de La Cabrera: «-  ¿Y qué enfermedades hay aquí?  – No muchas: catarros y pulmonías en invierno, algo de tuberculosis, bocio y cretinismo y lombrices…»

Ramón Carnicer (1985), página 120

«- El origen de todo -resume- está  en la alimentación escasa y en la miseria general, cuyas derivaciones más comunes son el bocio y el cretinismo… En cuanto al cretinismo, suele ir acompañado de bocio, y resulta frecuentemente de la miseria y de la consanguinidad, muy común aquí por el aislamiento y reducida población de las aldeas y por cálculos muy comprensivos en la sucesión de unos bienes vitales… Por otra parte, la gente que come mal, que vive sin higiene, en chozas o casas exiguas, sin ventilación, cerrada y entre humo para defenderse del frío, amontonada con los animales, uniendo a los excrementos de estos los propios, es fácil presa para las más variadas infecciones…»

Ramón Carnicer (1985), páginas 156, 157 y 158.

Las anteriores citas son testimonios de 1961. En condiciones parecidas vivían los sanabreses de comienzos del siglo XX por las noticias sueltas sobre higiene y salud que aparecían en EL HERALDO DE ZAMORA.

«El alcalde de Robleda comunica al señor Gobernador civil que en aquella localidad ha ocurrido un caso de viruela seguido de defunción…»

EL HERALDO DE ZAMORA, 3 de Enero de 1901.

«Nos escriben de Puebla de Sanabria que debido al brusco cambio de temperatura son muchas las personas que se encuentran atacadas de catarros y pulmonías sobre todo en los pueblos de la sierra.»

EL HERALDO DE ZAMORA, 17 de Octubre de 1902.

«(Desde Puebla de Sanabria) …en ella vivimos milagrosamente por el abandono en que se  tiene cuanto hace relación a medidas de higiénicas… por los muchos casos de difteria que se suceden, algunos de ellos costando la vida a angélicas criaturas.»

EL HERALDO DE ZAMORA, 11 de Agosto de 1906.

Nos parece interesante hacer un recorrido por las noticias del año 1918 sobre la epidemia de GRIPPE para sopesar la situación sanitaria sanabresa de la época.

«(Desde Puebla de Sanabria) …diremos que la estación sanitaria de esta villa funciona admirablemente.»

EL HERALDO DE ZAMORA, 16 de Abril de 1918.

Alrededor de Septiembre de 1918 la prensa se hace eco de la terrible epidemia de GRIPPE que asola la nación.

» (En Sanabria) …la enfermedad reinante parece ser que se extiende a los pueblos de este partido, si bien, según mis noticias, no reviste caracteres de gravedad. En esta villa el estado sanitario es excelente.»

EL HERALDO DE ZAMORA, 11 de Octubre de 1918

En los últimos días del mes de Octubre Sanabria sufre plenamente la epidemia grippal.

» ¡Señor Gobernador!

El estado sanitario del partido de Puebla de Sanabria no puede ser más alarmante. La epidemia grippal, que en su período de iniciación se caracterizó por su extrema benignidad, se ha recrudecido en tal forma que los estragos que ocasiona son grandísimos. No existe lugar en el que este azote no se deje sentir. Como caso típico  citaremos el pueblo de San Ciprián, donde además de la grippe existen casos de viruela y tifus, haciendo más trágica la situación de aquel vecindario, atacado en casi su totalidad, la falta de medios para atajar el mal… En todo el partido se observa una carencia absoluta de higiene, siendo vanos los esfuerzos de los médicos… por no disponer de los medios adecuados. … Hay que evitar que en algunas aldeas se tengan los cadáveres en la iglesia durante los funerales y que aquellos sean llevados al cementerio sin cubrir…»

EL HERALDO DE ZAMORA, 31 de Octubre de 1918.

«…mientras se malgasta el tiempo en vanas dilaciones, en San Ciprián van ocurridas ¡43 defunciones! y existen centenares de epidemiados. ¡¡ Por caridad !! «

EL HERALDO DE ZAMORA, 4 de Noviembre de 1918.

El día 9 de Noviembre había 300 afectados en San Ciprián, habiendo fallecido ya 64 personas.

«En algunos lugares, muy pocos, el mal decrece, y en otros, la situación permanece estacionada; en donde la traidora enfermedad se muestra en todo su rigor es en los pueblos de Rionor y Porto…»

EL HERALDO DE ZAMORA, 11 de Noviembre de 1918.

En toda la provincia de Zamora habían fallecido a consecuencia de la GRIPPE 2748 personas. En Terroso y San Martín de Terroso tan sólo 4 en el plazo de los dos meses que duró la epidemia. A causa de lo ocurrido, EL HERALDO DE ZAMORA publicaba el siguiente artículo:

«… Ahora… nos hemos enterado los que hemos oído el grito de angustia que llega de todos los rincones españoles, de la miseria espantosa, del horror de la aldea… En la mayor parte de los pueblos la muerte siega las vidas como por el estío los segadores la mies madura en sus mismos campos. Ni médicos, ni medicinas, ni alimentos, ni asistencia caritativa. Nada. De añadidura, ni instrucción, ni higiene… Las bestias de labranza se alimentan mejor que los hombres… En ella, al menos en las aldeas españolas, no se puede vivir. No se vive… en los pueblos rurales abandonados y pretéritos se carece de todo y se hace una vida de tribu africana…»

EL HERALDO DE ZAMORA, 15 de Noviembre de 1918.

(37)  En el apartado sobre el bosque sanabrés hacemos una breve reseña de las plantas medicinales y aromáticas utilizadas por los vecinos. El chocolate servía como remedio para los dolores de vientre y los dolores de la menstruación femenina. El aguardiente de guindas era también remedio habitual para aliviar los dolores de vientre.

(38)  Leandro Rodríguez (1983) presenta brevemente las comidas típicas de la región sanabresa: las sopas de pan, patatas y unto, el caldo de berzas o fréjoles con patatas y carne y grasa de cerdo, la matanza, los cucurriles, la chanfaina, los caluestros, las castañas, la compota, la chanfaina, los farinatos, el pulpo de El Mercado del Puente,

etc. Páginas 66, 67 y 68.

Jorge Dias (1953) hace un estudio de la alimentación de las familias de Rio de Onor. Destaca en primer lugar el papel fundamental del pan dentro de la alimentación, y el trabajo que el campesino emplea para obtenerlo. Al igual que en Sanabria, el rionés realizaba dos comidas diarias en invierno, en las que combinaba el caldo de berzas, las patatas y las castañas. En verano, el trabajo diario le obligaba a hacer hasta cinco comidas diarias, aunque sin variar los productos: la matanza de cerdo y las hortalizas de temporada. No consumían ni leche ni café, y el arroz, los fideos, el bacalao y el aceite eran productos consumidos en ocasiones muy contadas. Concluye Jorge Dias que el rionés consumía un kilogramo de pan de centeno al día, 165 gramos  diarios de tocino o carne de cerdo, 57 gramos diarios de carne de ovino o caprino, un kilo de patatas al día, 250 litros anuales de vino.

(39)  Krüger (1925) , Ilustraciones XXIII-XXVI.

(40)  Leandro Rodríguez (1983), páginas 73-74. Jorge Dias (1953), páginas 257-260.

(41)  Misión Pedagógico Social en San Martín de Castañeda (1935), página 17.

(42)  «Muchas mujeres llevan pañuelo a la cabeza, cuyos bordes sirven para taparse el bocio, si lo hay, casi todas se cubren con un mantón, no obstante la elevada temperatura… Las mujeres llevan la indumentaria ya vista: blusa, saya, mantón doblado en diagonal y pañuelo a la cabeza.»

Ramón Carnicer (1985) páginas 65 y 102.

Fundamentalmente atendemos a Krüger (1925), páginas 266-280 para describir la vestimenta de los sanabreses a principio de siglo.

También disponemos de testimonios directos de la confección de estas prendas en los libros de cuentas de D. Genaro de Barrio:

«14 de Junio 1913, debe 5.60 reales, rebajados por la hechura de chaqueta, chaleco y chambra de los chicos…»

(Cuentas San Martín, pág.58)

«8 de Octubre 1914… Recibí cinco reales de la hechura de los pantalones y 1 real de la compostura de jubón…Recibí la hechura de un manteo…»

(Cuentas San Martín , pág. 58)

«21 Marzo 1919 …más 42 reales que le presté para la saya…»

(Cuentas Terroso, pág. 42)


Respuestas

  1. Hola de nuevo.
    Me he permitido publicar una referencia a tu página en mi blog.
    Saludos

    • Por supuesto que me ha encantado que hayas divulgado en tu blog la dirección del mío. No sólo eso, también gracias por las palabras que añades. Anima más a seguir introduciendo datos y datos, historias, historias… y reflexiones. Y no acabaré en Sanabria, porque tengo que ir introduciendo de otras partes de Zamora. Por cierto, tus fotos de la iglesia de Terroso son fenomenales. Las mías son sólo de un aficionado que quiere dejar una imagen de lo que escribe. También he visto otras de Sanabria y me has sugerido lugares que tengo que visitar y fotografiar yo también. Un saludo. Juanma.


Replica a lenguajesculturales Cancelar la respuesta

Categorías